martes, 22 de noviembre de 2016

EL CONOCIMIENTO COMO PROBLEMA (GERARDO BARBERA)




Gerardo Barbera


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Estoy  convencido de que elaborar un texto de filosofía es una tarea muy problemática, ya que es difícil hablar de “objetividad”, “datos ciertos”, “hechos           comprobables”. Por otra parte, la Filosofía no se reduce a  una cuestión de “opinión personal”, como quien dice: “cada cual tiene su propia filosofía”. Las cosas no son tan sencillas.

 Hacer filosofía no es tarea que se resuelve en una conversación de borrachos, o basta leer una “Atalaya”, para ser un filósofo, se necesitan  años de camino en esta disciplina, con  actitud  seria y comprometida, con mucho amor al saber, con una vocación  profunda de encontrar la Verdad, o de acercarse lo más posible. Al respecto,  Hessen presenta un comentario de Hegel  muy interesante:


Hay una frase de Hegel que apunta al esclarecimiento de este hecho y que aun hoy vale la pena tomar en consideración: “Esta ciencia tiene la mala suerte de que aun aquellos mismos que nunca se han ocupado de ella se imaginan y dicen comprender naturalmente los problemas que trata, y ser capaces, ayudados de una cultura ordinaria, y en especial de los sentimientos religiosos, de filosofar y juzgar en Filosofía. Se admite que, respecto de las demás ciencias, sea preciso haberlas estudiado para conocerlas, y que sólo en virtud de dicho conocimiento se esté facultado para formular un juicio sobre ellas. Nadie duda que para hacer un par de zapatos es preciso haber aprendido y ejercitado el oficio de zapatero, aun cuando cada uno de nosotros tengan la medida de su zapato en su propio pies, y tenga manos, y con ellas la habilitación natural para dicho oficio. Sólo para filosofar no se necesitará ni estudio, ni aprendizaje, ni trabajo... (p.12)



¿La Verdad?, este es el problema central del saber en general, particularmente, de la Filosofía, y  la parte de la Filosofía que estudia este aspecto del saber, “el conocimiento verdadero”, es la Epistemología, que procura responder a la pregunta sobre el criterio del saber “científico”. Se trata de fundamentar la posibilidad del conocimiento verdadero, o la imposibilidad de éste.

 No es una cuestión caprichosa, o una simple creencia.  La Filosofía cuando abarca el tema del conocimiento, busca  los criterios por los cuales se afirma que un conocimiento particular es verdadero o es falso, lo que en el fondo establece la postura gnoseológica en cuanto a la posibilidad del conocimiento verdadero, y arroja cierta luz sobre la postura fundamental de la propia existencia. En el problema de la Verdad se resuelve el problema sobre el sentido de la vida, “ el hombre es un animal racional “.


 En este trabajo, no se tiene la intención de crear nuevas y originales formulaciones ante el problema fundamental del conocimiento, ni siquiera el de exponer ideas “profundas”, con el lenguaje “más preciso”, se pretende, simplemente, ofrecer un texto, como cualquier otro, sin pretensiones  de grandezas; pero con la difícil misión de explicar, de la manera “más sencilla” posible, las diferentes posturas epistemológicas, o las diferentes Teorías del Conocimiento que se han presentado a lo largo de la  historia de la humanidad, por lo menos en Occidente, a bachilleres, estudiantes de Educación, que tal vez, nunca han escuchado la palabra “Epistemología” y que por primera vez en su vida asisten a una clase de Filosofía.

Por lo tanto, no se persigue la creación de un “tratado completo” sobre Epistemología, ni presentar las tesis más avanzadas y complejas sobre el tema, simplemente, se analizarán algunos puntos centrales, que  le permitan al alumno que se inicia, la elaboración de un esquema que le facilite la comprensión de la asignatura y su relación con todas las demás asignaturas del pensum de estudio, de tal manera, que pueda integrar las variadas parcelas del saber dentro de las diferentes corrientes epistemológicas. Y situarse, con propiedad y madurez, ante las propuestas del mundo de la ciencia, y pueda adquirir los fundamentos esenciales, que le ayuden a enfrentar los interrogantes existenciales más profundos.

Por otra parte, se presenta un material que inicia, un trampolín, que sólo tiene sentido en cuanto se convierte en motivación  hacia el campo de la investigación. Sería negativo que este material se convirtiera en un texto completo, suficiente, lo necesario para “pasar la materia”, o para dar una clase.
El adquirir un esquema del conjunto de las diferentes corrientes epistemológicas, no se puede lograr con la simple lectura de un texto, esto es sólo el principio, se requiere de una fuerte dosis de interés por los temas tratados, que impulse hacia la investigación; o mejor, hacia el hábito de la investigación, una fiebre desenfrenada, que se convierta en un problema existencial, que no deje jamás descansar el pensamiento en la estructura fija de una determinada postura filosófica, sino que lleve a la superación de cualquier dogmatismo, en un compromiso únicamente con la Verdad.

El peor alumno, es el conforme, el que cree que todo acaba con el examen final, el que piensa que la única meta es graduarse, y que ve en las diferentes asignaturas los obstáculos, que una vez superados son historias.

 El hombre es un ser insaciable de conocimientos, necesita conocer. La búsqueda de la verdad no es un trabajo, es una necesidad vital, imposible de postergar, no se puede ser neutro ante el mundo que nos rodea. La vida del hombre es un interrogante perenne. No sé si el hombre es un “espíritu encarnado”, un “cuerpo animado”. Lo  menos que se puede afirmar del hombre es que es una “materia que piensa”, y cuando este derecho de pensar le es arrebatado, ya no queda hombre de quien hablar. De  tal manera, que el verdadero hombre es el eterno alumno en búsqueda de la Verdad.


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El problema del conocimiento  tiene su punto de partida, en el hecho gnoseológico, que  condiciona la naturaleza y alcance  del conocimiento  humano, y  que puede  ser anunciado con la siguiente afirmación: “ES IMPOSIBLE TOCAR LO QUE VEMOS “. Así de sencillo, si se logra explicar el significado de esta frase, la mitad del camino estaría recorrido, ya que todo lo que se presente después, serían las diferentes respuestas al problema del conocimiento. Es decir, para comprender lo que se estudia, hay que conocer la situación problemática, o el hecho que da origen al problema que se pretende analizar. Y  por supuesto, hay que comprender la pregunta  que orienta y da sentido a todo el estudio.

La comprensión del problema es fundamental en el camino del conocimiento. Por esta razón, los esquemas de investigaciones actuales, tanto en los proyectos, como en las tesis, siempre se comienza con el “Planteamiento del Problema”. Lo mismo se hará aquí, plantearemos el problema con la siguiente pregunta: Si no podemos tocar lo que vemos, ¿qué valor tiene nuestro conocimiento de la realidad?


Trataremos de ir avanzando desde lo más sencillo y general, a lo más complejo y particular. En primer lugar, todos los seres vivos tienen una tarea que les unifica en un mismo movimiento dialéctico en relación con el medio ambiente, que además,  les identifica y define, precisamente como seres vivos: sobrevivir. Lo que puede traducirse como  “mantenerse vivos”. Todas las actividades de los seres vivientes  giran en torno al objetivo de mantenerse vivos. La Vida es el valor fundamental, y la muerte la desgracia más grande.

En el hombre, las actividades con miras a mantenerse vivo están dirigidas por el sistema nervioso central, principalmente por el cerebro. En tal sentido, Diane Papalia, ofrece un comentario interesante:



“Un tema muy popular en las historias de ciencia-ficción es el trasplante de cerebro de una persona al cuerpo de otra. La razón de que este argumento resulte tan atractivo se halla en la pregunta: ‘¿Quién es esta persona? ¿El cuerpo o el cerebro?’. La casi invariable conclusión es: el cerebro gobierna el cuerpo. Lo podemos ver en nuestras vidas diarias. Por ejemplo, este pequeño órgano arrugado es el que nos ha despertado esta mañana, el que nos ha permitido reconocer dónde estábamos, el que nos hizo salir de la cama, mover brazos y piernas, recordar que teníamos una clase y cómo llegar a ella, entender las palabras que hemos estado escuchando y leyendo y formular nuestros propios pensamientos originales enriquecidos en palabras. Este órgano nos dice cuándo estamos contentos, tristes, asustados, enfurecidos o dominados por cualquier otro sentimiento”.       (p. 16)


Tanto es así, que se puede decir, que  el cerebro  necesita estar vivo, y controla a todo el organismo para tal fin. No es que el cuerpo humano está vivo gracias a la actividad ejercida por el cerebro, es todo lo contrario, es el cerebro quien se mantiene vivo gracias a la actividad de todo el cuerpo humano.  El cerebro humano es el misterio más profundo con que el hombre se ha encontrado, tal vez porque resume en sí mismo el secreto del pensamiento y el encuentro entre el sujeto y el objeto, o quizás porque entre sus neuronas se encuentra el secreto de la vida. Con razón, el profesor Juan David García Bacca, en su libro, “Elementos de Filosofía”,  nos habla del misterio del funcionamiento del pensamiento:

Durante siglos y siglos el hombre ha estado ‘viendo’, y con todo hasta no hace mucho no ha sabido cómo está hecho el ojo; está el hombre discurriendo con el entendimiento desde miles de años, y todavía no sabemos seguramente cómo funciona ese aparato que es el pensamiento (p.33)

La relación con el medio ambiente es la actividad fundamental por medio de la cual todos los seres vivos logran  mantenerse con vida sobre este planeta. Barragán Linares,  plantea la relación con el medio ambiente, como algo que va más allá de lo racional, como algo que define la existencia en todas sus dimensiones:  “Cuando hablamos de nuestra actividad cognoscitiva estamos implicando no sólo nuestro modo de vivir sino, ante todo, la manera como nos relacionamos con el mundo que nos rodea” (p.13)

Es el medio ambiente la fuente de  toda “la comida”, así de sencillo. Y esto es lo que el cerebro humano le exige al cuerpo, para esto lo controla y lo dirige, para relacionarse con el medio ambiente. Desde este punto de vista puede interpretarse toda la estructura y la actividad del cuerpo humano. ¿Qué son los sentidos? : son receptores de estímulos a través de los  cuales la persona, encerrado en su intimidad,  se relaciona con el medio ambiente, sin salir de sí. O tal vez, como lo señalaba el viejo espiritismo, el alma encerrada en el cuerpo veía las imágenes de la realidad en el cerebro, como lo afirma, Allan Kardec, en su obra "el libro de los Mediums”:
Llegadas las imágenes del cerebro por los ojos, dejan en él una impresión, que hace que se recuerde un cuadro como si se tuviese delante, pero esto sólo es cuestión de memoria, porque no se le ve; pues en cierto estado de emancipación, el alma ve en el cerebro y encuentra en él estas imágenes...” (p.45)

 De tal manera que no vemos con los ojos, ni oímos con los oídos, ni sentimos con el tacto, ni saboreamos con el gusto, ni olfateamos con la nariz; todas estas actividades las realiza el cerebro. En cierto sentido, es el cerebro quien ve, oye, siente, saborea y huele, todo esto a través de los sentidos. En su obra, “ La esencia de la naturaleza humana”, hablando del sentido de la vista,  Cosgrove Markp, afirma:

 Las células de alguna manera, combinan su información para proyectar imágenes en la corteza visual. De modo que el cerebro podría compararse con una pantalla de televisión en este caso, donde las últimas células de la corteza visual muestran lo que el ojo ha visto, con pequeños cambios producidos por la interferencia y ampliación procedentes de la memoria y de las zonas del cerebro que concentran la atención (p. 31)

  Una lesión en el sistema nervioso central hace inútil a cualquiera de los sentidos; es decir, el órgano de la vista puede estar en perfectas condiciones, pero una lesión cerebral nos puede dejar ciego. Se podría objetar, que de nada sirve un cerebro en perfectas condiciones si el pobre hombre perdió los ojos en un accidente, esto sólo significa que el cerebro no puede ver porque le dañaron el órgano que utilizaba. Es como decía un coronel a la tropa con motivo de un accidente en donde resultó un soldado muerto: ”No es el fusil el que mata, es el hombre”. El fusil sin el hombre, es sólo un pedazo de metal. El cerebro es el “dónde” se toma conciencia de la realidad. La toma de conciencia, que es el verdadero ver, es un proceso que se da en la intimidad de la persona, La profesora Papalia, en su libro, “Psicología”, recuerda el proceso de la percepción visual:


El maravilloso órgano conocido como ojo humano es una esfera que contiene diversas estructuras. Veámoslas repitiendo el camino que sigue la luz cuando entra en el ojo.
Primero, la luz pasa a través de la córnea, el tejido transparente que se encuentra  delante del ojo. La córnea está constituida por el mismo material que la esclerótica, la parte blanca exterior del globo ocular, pero es transparente debido a la forma en que están ordenadas las moléculas cornéales. La esclerótica, “la piel” del ojo, contiene receptores para presión, temperatura y dolor.
La luz entra después en la cámara anterior del ojo, situada inmediatamente detrás de la córnea y delante del cristalino. Esta cámara está llena de un fluido llamado humor acuoso; que ayuda a alimentar la córnea y que continuamente es secretado, liberado y repuesto.
Tras haber pasado por la cámara anterior, la luz entra en la cámara que hay justamente detrás de ésta a través de una pequeña oquedad llamada pupila, que parece un pequeño círculo negro. En condiciones de oscuridad la pupila se dilata, para que entre más luz y se contrae cuando la luz es intensa.
El tamaño de la pupila es controlado por el iris, la parte coloreada del ojo, un conjunto de músculos pigmentados que rodean la pupila. Una vez aquí, la luz atraviesa el cristalino, una estructura redonda y elástica, que enfoca la luz en una imagen proyectada a través del humor vítreo sobre la zona fotosensible del ojo, la retina. El humor vítreo es un fluido claro  que no se recicla como el humor acuoso, pero permanece en el ojo durante toda la vida. El cristalino enfoca sobre la retina de la misma forma las imágenes cercanas como las lejanas, proceso conocido como ‘acomodación’.
La parte más importante y compleja del ojo es la retina, formadas por neuronas, células gliales y fotorreceptores, llamados bastones y conos. Cada retina contiene aproximadamente 120 millones de bastones y 6 millones de conos. La luz pasa a través de todas las neuronas  antes de llegar a los fotorreceptores, donde se originan las respuestas visuales. Estas se transmiten luego a través de una complicada red de nervios a las células ganglionares. Cada ojo tiene aproximadamente un millón de células ganglionares que llevan toda nuestra información visual al cerebro. Los axones de estas células convergen en un punto de la retina, conocido como disco óptico, y mandan impulsos al cerebro, donde  los mensajes enviados a través de las células ganglionares son decodificados para saber qué es lo que vemos.  (p. 78)


Por otra parte, es la persona quien utiliza los pies para caminar, las manos para agarrar. No se ama, ni se odia con el corazón, sino con el cerebro. En fin, todas las actividades del ser humano son controladas por el Sistema Nervioso Central con el único fin de mantenerse vivo. Pero el cerebro no mantiene contacto directo con el medio ambiente, sino a través del cuerpo y de los sentidos, tiene que codificar e interpretar las sensaciones que recibe del medio ambiente. Se puede decir que el cerebro es un ciego y el cuerpo le hace de perro guía. Como lo da a entender las profesoras  Maritza Carpio y Nidia Isturiz en su obra, “¡Mira! ¡Escucha! Y Contáctate con la P.N.L “:

Cada uno de nosotros crea una representación, mapa o modelo, del mundo en que vivimos. Este modelo, mapa o representación nos sirve para generar conductas. No operamos directamente en el mundo en que vivimos sino que creamos modelos o mapas del mundo... (p.34)

En todo acto de conocimiento siempre están presentes, por lo menos, dos elementos: El Sujeto, quien realiza el acto de conocer. Y el Objeto, lo conocido. Hartmann, plantea la misma situación:

En todo conocimiento se halla frente a frente un cognoscente y un conocido, un sujeto y un objeto del conocimiento. La relación existente entre ambos miembros es insuprimible y ostenta el carácter de  mutua separación originaria, o trascendencia. (p. 34)

Hessen Juan, plantea la misma situación, como esencial al acto del conocimiento:


En el conocimiento se hallan frente a frente la conciencia y el objeto. El conocimiento se presenta como una relación entre estos dos miembros, que permanecen en ella eternamente separados el uno del otro. El dualismo del sujeto y objeto pertenece a la esencia del conocimiento. (p.11)


 Como resultado de esta relación de conocimiento, dentro del sujeto se forma una “imagen”, una reproducción mental del objeto. En definitiva, el cerebro humano recibe estímulos del mundo externo y elabora su propia imagen. Tal cual como lo afirma  Huber  Carlos, en su libro “Crítica del saber”:


Con frecuencia el conocimiento se explica en este modo: tenemos en nuestra mente una especie de imagen de las cosas. La cosa real está fuera de nuestra mente, pero en nuestra mente hay una imagen de ella que hace sus veces y es como su representación (p. 75)


 Y como no se puede meter los objetos dentro del cerebro, y quedar vivos para narrar la experiencia, resulta ser que la mente humana siempre ve la imagen que ha formado y no al objeto directamente, de tal manera que no podemos tocar lo que vemos, ya que siempre vemos solamente la imagen interna, mientras que el objeto permanece fuera de la mente. Se podrá, en tal caso, tocar al objeto del cual provienen los estímulos, eso nadie lo duda; lo que no podemos tocar es lo que vemos, la imagen interna. La profesora Maritza Carpio opina al respecto:

Los ojos son controlados de manera que cada uno envía información a ambos hemisferios. La mitad izquierda del espacio visual es contemplada por el hemisferio derecho y la mitad derecha es percibida por el hemisferio izquierdo (p.37)

Por cuestión de “hábito de vida”, o a fuerza de costumbre, siempre hemos identificado lo que vemos (la imagen), con el objeto, ya que no se “experimenta” separación alguna, por el contrario, se siente  que no hay separación, y que ambos son una misma cosa. Cuando veo una camisa, creo fielmente que estoy viendo al objeto camisa tal cual es y punto; es decir, que estoy viendo la camisa, y no una imagen de la camisa.  Si damos algunos pasos, y agarramos la camisa y se muestra a los demás, diciendo: “esta es una camisa”. Estaríamos agarrando a un objeto que produce estímulos con los cuales la mente elabora una representación o imagen, que es la que se ve, y más nada. 

¿Por qué siempre se ha pensado que vemos al objeto y no a una imagen del mismo? Simple: porque no experimentamos la elaboración de la imagen. Aunque en realidad no sea así, siempre la imagen aparece de forma automática con el objeto, no sentimos el proceso de formación de la imagen. Este hábito de identificar el objeto con la imagen es lo que se llamó, durante los primeros siglos de la filosofía griega, “Conocimiento Vulgar”, propio de la gente inculta, carente de sabiduría, que se conformaba con lo que aparece, con la apariencia, y nada más. ¡Un conocimiento útil para la supervivencia biológica. No será prudente  estar preguntándonos si la imagen de serpiente corresponde al objeto que se mueve hacia nosotros, o esperar a que nos muerda para comprobar la identidad!.

Ahora bien, en el proceso del conocimiento, la mente humana es como un hombre que está sentado  frente a un espejo y de espalda a una gran ventana. La mente está condenada a ver  lo que ocurre del otro lado de la ventana mirando la imagen en el espejo, no se puede hacer otra cosa. Si la imagen es igual al objeto, el conocimiento es verdadero. Si la imagen no es igual al objeto, el conocimiento no es verdadero. El profesor Teodoro Lascaris, plantea la situación de la siguiente manera: “La Teoría del Conocimiento o EPISTEMOLOGIA se pregunta sobre el conocimiento en general: ¿corresponde el pensamiento con la realidad o nos engaña en sus datos? ¿Será o no una creación de la mente? “(p.31)


 ¿Cómo puedo estar seguro de que la imagen es igual al objeto?, o si se quiere, ¿Cuál es el criterio para afirmar que un conocimiento es verdadero?, ¿Se puede establecer algún criterio para saber si un conocimiento es verdadero?, ¿Cómo encontrar un puente entre la imagen y el objeto?. Huber Carlos hace el mismo interrogante: “La Teoría del Conocimiento se ocupará de las relaciones entre los neomas y los objetos. Esta relación entre el neoma y los objetos reales será de correspondencia (verdad) o de discrepancia (falsedad)” (p.33) No es el momento de buscar respuestas a estos interrogantes, lo importante es captar con toda la energía posible la intensidad de las preguntas y de los interrogantes que nacen del hecho de  que “ES IMPOSIBLE TOCAR LO QUE VEMOS”. , problema que generalmente ha sido llamado “problema del puente”, como lo indica Verneaux, en su “Epistemología General”: “Pasar del pensamiento al ser, y especialmente demostrar la existencia del mundo material. Este problema se ha llamado “Problema del puente” (p.21)

A lo largo de la historia de la humanidad se ha tratado de construir tres grandes puentes entre el mundo y la conciencia:

1.                              La Fe: El Conocimiento Mítico.
2.                              La Razón Lógica: El Conocimiento Filosófico
3.                              El Método Experimental: El Conocimiento Científico  

miércoles, 16 de noviembre de 2016

EL PENSAMIENTO MÍTICO VENEZOLANO DESDE LA FILOSOFÍA INTERCULTURAL (MARÍA VEGA)







Autora: María Alejandra Vega Molina*


La cultura es como la raíz del árbol, si ésta no existe, el árbol se seca y sus frutos no florecen.

Daniel,
 Profesor Piaroa de la comunidad Paria Grande


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Hace algún tiempo un profesor piaroa me expresó con el pensamiento del epígrafe que la sabiduría de los pueblos está determinada por el conocimiento de sus raíces, de dónde venimos, quiénes somos, por nuestra conexión con el devenir histórico y social. Este profesor hizo énfasis en la importancia del estudio del pensamiento indígena, expresado en los relatos orales, en los que se mezclan una serie de divinidades relacionadas con la naturaleza que expresan las costumbres y tradiciones que definen a los pueblos originarios.
Este artículo propone repensar nuestra práctica pedagógica, si realmente está concebida desde la episteme de nuestros pueblos originarios, si nuestros contenidos educativos están contextualizados con los diversos relatos que nos muestra el acervo cultural de nuestros pueblos y enriquecen la construcción de nuestra identidad como latinoamericanos. el mito, reflejo del pensamiento filosófico indígena
El pensamiento mítico de nuestros pueblos indígenas constituye un conocimiento viviente, incluye una filosofía sobre la vida, centrada en el respeto y en la armonía con la naturaleza. Además, muestra un ideal comunitario, un manifiesto colectivo que está por encima de lo individual, que prevalece en las posturas de la ética occidental.
El discurso mítico expresa las reflexiones sociales de cada grupo, en la medida en que contribuye con el entendimiento colectivo de la sociedad, no sólo por las manifestaciones estéticas, sino porque ofrece datos fundamentales referidos a los principios y ordenamientos lógicos de las culturas. Al respecto, Mircea Eliade (1961, p.18) muestra que “el mito cuenta una historia sagrada, relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los comienzos. Dicho de otro modo, el mito cuenta cómo, gracias a las hazañas de los seres sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, es ésta la realidad total, el cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una intuición. Conocer los mitos es aprender el secreto del origen de las cosas. Se aprende no sólo cómo las cosas han llegado a la existencia sino también dónde encontrarlas y cómo hacerlas reaparecer cuando desaparecen.
Son los mitos los que configuran documentos que nombran el mundo con las palabras propias de cada cultura, relacionan los signos humanos con los de la ecología circundante, con los cerros, los ríos, la flora, la fauna. Al igual que las instituciones sociales, son utilizados por el discurso mítico como significante cuyo conjunto configura la organización lógica del universo. Todos estos relatos son para los indígenas la expresión de una realidad original mayor y más llena de sentido que la actual, y que determina la vida inmediata, las actividades y los destinos de la humanidad.
Ahora bien, la resistencia que los pueblos indígenas hicieron al proyecto del conquistador europeo les permitió sobrevivir al genocidio y al racismo que impregnó la historia de la cultura elaborada por la intelectualidad venezolana, consecuente con el ideario político de los poderosos. Son muchos los elementos de la cultura y de la organización social que han sobrevivido a la desaparición de idiomas indígenas. Son las nuevas generaciones, las que luchan por los relatos que nombran el mundo en su propio idioma.
Son más de 500 años de relaciones coloniales y neocoloniales las que han marcado, en definitiva, el mundo ideológico de las sociedades subordinadas. Al respeto, Luis Reyes (2008, p. 31) expresa que (…) [a] los raros estudios que ha merecido el pensamiento indígena se insiste en hallarle afinidades con el cristianismo, intenciones y categorías propias de otras culturas Tales miradas velaron su originalidad y ayudaron a hacerlo invisible para la filosofía y la historia de las culturas.
El entramado mítico que sostiene y ostenta el pensamiento indígena son las diosas, los dioses, los calendarios, las celebraciones, los lugares, el conocimiento, el sexo, el sufrimiento y la muerte. Por ello es necesario “purificar nuestros ojos para ver la expresión simbólica del pensamiento indígena y comprender-nos desde la otredad”, tal como lo expresa, Reyes (2008, p. 33). Como menciona dicho autor, nuestra visión tradicional en la educación no nos ha permitido ver el entramado mítico presente en el pensamiento indígena porque los libros de texto están concebidos de forma aislada y no están relacionados con las culturas originarias, con apreciaciones erradas o con ejemplos para dar explicación desde diversas ciencias que los reducen o esquematizan: todo esto nos lleva a reflexionar qué ha pasado con nuestra educación, cómo podemos acercar a las nuevas generaciones al pensamiento originario.
Por lo antes mencionado es necesaria una revisión, desde la interculturalidad del pensamiento de nuestros pueblos, para encontrarnos con lo que somos y, de esta forma, replantear una ética latinoamericana que parta desde el decir mítico simbólico, desde una concepción de la vida, el respeto y la armonía con la naturaleza. principios presentes en los relatos indígenas venezolanos Actualmente, en Venezuela, existen 34 grupos indígenas, distribuidos en los estados Zulia, Amazonas, Bolívar, Delta Amacuro, Anzoátegui, Sucre, Monagas y Apure. Cada pueblo conserva relatos orales en los que están presentes aspectos que los describen y los definen desde sus creencias y maneras de relacionarse con el cosmos.
Las historias de estos grupos originarios recogen la manifestación más genuina sobre su origen, sus antepasados, sus hazañas, el nacimiento de las cosas; son relatos míticos que muestran el pensamiento étnico descrito en un lenguaje simbólico. Este lenguaje muestra una perspectiva filosófica, porque trata una visión propia de un pueblo y su lenguaje, y la manera de concebir el mundo (Beatriz Sánchez, 2005).
En cuanto a los principios que podemos encontrar en estos relatos, se puede iniciar describiendo cómo nuestros pueblos originarios creen que todos siempre debemos retribuir, dar y devolver a la tierra, al cielo, a los animales, a las plantas, a las montañas, a los ríos, a los padres, a los dioses y a nosotros mismos. En esto consiste el principio de la reciprocidad; en el que a cada acto le corresponde una acción complementaria, otro acto recíproco. Su filosofía cosmogónica, parte de la humildad del hombre ante las fuerzas de la naturaleza, la cual se concibe como un ente en incesante transformación.
Por eso, cada vez que la intervención humana rompe el equilibrio natural debe haber compensación. En el caso de los warao, la clave del universo es el equilibrio, la estabilidad, la paz y la armonía. Todo trastorno en este equilibrio, sea cual fuere la causa aparente, es considerado obra de los jebu, presentes en todos los objetos y aspectos de la vida. Muchos controlan las parcelas del mundo material, de ahí la necesidad de vencerlos, calmarlos cuando se alteran o mantenerlos satisfechos mediante rituales donde se cuenta con la mediación de los shamanes (Santillana, 2009).
 Cada relato nos narra cómo seres espirituales ascienden o descienden de los mundos transformados en animales o con diversas formas. Para los warao, el principal espíritu es el jebu Kanobo (nuestro abuelo), que para pensar subjetividades, poder, multiculturalismo reside en la piedra sagrada que custodia los wisiratu o wisidatu, los shamanes más importantes. En cambio, para los piaroa, existen muchos seres espirituales que descienden al mundo terrenal. Kumeyei deambula como avispa, Räuda’a como culebra de agua, Tuwa’isa como puma y Muk’a como águila arpía. En el caso de la cosmogonía pemón habitan dos serpientes: Urepere, la serpiente colosal, y Aramary, amo y señor de las aguas. Ambas habitan los altos tepuyes (Santillana, 2009).
En la mayoría de los relatos cosmogónicos se relacionan los elementos naturales con el surgimiento del primer ser humano. Por ejemplo, en el pueblo barí, el ser humano surgió de la piña; para los eñepá los primeros seres fueron tallados del árbol de Capaíba; para los wótjüja los seres nacieron del árbol Kuawei, también llamado Autana; y en el caso de los makiritares, entre uno de sus mitos, relatan que los primeros hombres proceden de Huahanna, un gran huevo que fue escondido en la vagina de Frímene, hermana de Nuna, la luna, que en esta historia es un ente masculino.
 En cuanto al principio de la relacionalidad, se nos muestra cómo todo está vinculado con todo. Lo más importante no son los seres en sí mismos, sino las relaciones, los vínculos que se establecen entre ellos, por eso es que cada mito nos relata seres duales que representan el bien y el mal. En el caso de los wótjüja, Ojwoda’a es un ser superior que dio lugar a lo existente y de sus entrañas nació el bien y el mal. Kuemoi, la anaconda, el señor de la noche y de la sexualidad que creó las criaturas venenosas y peligrosas, y Wäjari, un ser benévolo, creador de los wótjuja.
También los barí atribuyen el origen del mundo a un ser especial conocido como Sabaseba y le temen a Didaddú, el espíritu del mal, al que se le atribuyen los males más temidos, tales como pandemias, muertes y catástrofes naturales (Santillana, 2009). Es amplia la riqueza en relatos míticos de nuestros pueblos originarios. Cada historia transmite conocimientos sobre la realidad que es común donde la experiencia de sus orígenes no ha sido censurada por la cultura hegemónica.
Por este motivo, es fundamental el encuentro con la sabiduría ancestral presente en las historias de nuestros pueblos indígenas, sobre todo en estos tiempos cuando la crisis nos da motivo para volver a las raíces espirituales, a otros modos en que los hombres han proyectado estar sobre la tierra. Ahora bien, si el estudio de los mitos indígenas constituye la base para la comprensión del mundo y resguarda principios éticos, estéticos, espirituales e incluso leyes que muchas veces no son reconocidas, y además, determina la existencia de la memoria colectiva, cabe preguntarnos ¿por qué el pensamiento filosófico indígena de nuestro país ha sido invisibilizado en el discurso de los contenidos educativos venezolanos?
Por ello es pertinente abordar los aportes de la narrativa mítica de nuestros pueblos desde la filosofía intercultural, con el fin de recuperar la discursividad latinoamericana, propiciando así el encuentro de saberes a través del compartir de experiencias y la promoción de alternativas necesarias para el cambio de actitudes y patrones en la población que favorezcan la opción de un mejor vivir. interculturalidad en Venezuela en la actualidad Podemos decir que, desde 1999, se ha logrado un avance significativo en materia legal presente desde la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que recorre la Ley Orgánica de Educación (1999), la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas (2005), el Plan de la Patria (2013-2019), y posteriormente, aplicados en el Currículo del Subsistema Bolivariano de Venezuela (2007), en los que se define a Venezuela como un país multiétnico y pluricultural, y que asume la interculturalidad como un principio rector y un eje integrador educativo, además de promover la educación intercultural bilingüe y el diálogo intercultural con los pueblos y culturas del mundo.
Desde este marco educativo, la interculturalidad es un proceso social interactivo de reconocimiento y respeto por las diferencias existentes en una o varias culturas, indispensable para construir una sociedad justa en el ámbito político, social, cultural, etario, lingüístico, de género y generacional. Va más allá del respeto por lo diferente, porque implica la autorecreación del “yo” a través de un juicio crítico de los valores del otro.
 Es una propuesta ético-política basada en un diálogo donde ambas partes son iguales y respetuosas de las creencias, saberes y prácticas del otro, y busca comprenderlo desde su propia visión del mundo y su jerarquía de valores. Por esta razón, la educación intercultural debe estar enfocada en la convivencia y en el diálogo intercultural, siendo así el eje central de los esfuerzos de socialización y de intercambio de saberes propios de los procesos educativos. Tal como lo plantea, Raúl Fornet-Betancourt (2004, p. 8): (…) Una pedagogía intercultural implica la construcción de sensibilidades y conocimientos que nos ayudan a trascender lo propio y a saborear lo diferente, a reconocer lo propio en lo ajeno y a ser críticos en lo que favorece la exaltación de la vida o que niega la dignidad humana.
 Desde la interculturalidad debe abrirse la posibilidad de un equilibrio epistemológico capaz de cambiar la deslegitimación de las memorias, costumbres y tradiciones que no concuerdan con la cultura dominante. Es necesario así una verdadera “transformación intercultural”, en la que se valore la diversidad de referencias culturales de los actores de los procesos educativos” (Melissa Méndez, 2009, p. 62). Este giro intercultural nos lleva a la revisión de cómo está presente en los contenidos de los subsistema educativos venezolanos el pensamiento de nuestros pueblos originarios. Se trata de preguntarnos de qué manera podemos acercar a las nuevas generaciones al contacto con la naturaleza y la sociedad, aproximar a los estudiantes al conocimiento que cada pueblo tiene de su cosmología, su propia tecnología, su tratamiento de las enfermedades, dándole así, desde la educación, una visión cultural amplia de su entorno.
Es fundamental, entonces, repensar la educación para así interrogar las filosofías que la sustentan y de esta forma hacer una revisión crítica de los contenidos de la educación intercultural venezolana. De este modo podremos preguntarnos si hasta ahora el proyecto educativo ha estado generando alternativas que den respuesta a la demanda de justicia cultural de los contextos latinoamericanos. Y, sobre todo, si estos contenidos realmente reconocen la visión de aquellos hombres y mujeres cuya palabra, tradiciones y formas de producción de saberes han sido históricamente negadas; atendiendo a la demanda de la legítima posibilidad de pronunciar el propio logos en igualdad de condiciones, demanda de ruptura de la asimetría que ha caracterizado la relación entre las culturas del saber (Méndez, 2009, p. 62).
Para la filosofía intercultural es necesario conocer la concepción del ser humano que se quiere promover con las orientaciones y las prácticas pedagógicas, plantea una pedagogía del discernimiento de las epistemologías que tenemos a disposición (Fornet-Betancourt, 207, pp. 37 y 38). Este marco permite abrir un horizonte para orientar nuestra práctica pedagógica a promover un ser humano dignificado. Fornet-Betancourt propone una pedagogía del “discernimiento continuo”, del “discernimiento emotivo”, que tenga como finalidad la revisión constante de lo que estamos conociendo y así determinar si lo que estamos dejando transmitir es lo que realmente debemos saber.
Ahora bien, la filosofía intercultural intenta, desde sus posturas, cambiar la conflictividad actual del mundo globalizado brindándole mayor capacidad discursiva a las culturas para integrarse en una diversidad histórica que afiance mejores relaciones para la convivencia, a través de una interpretación hermenéutica, epistemológica y antropológica de las realidades compartidas (Fornet-Betancourt, 2004). Desde este punto la interculturalidad sería como una cualidad en la que vamos dejando de ser analfabetos de nosotros mismos y analfabetos del contexto. (…) La educación que se transmite crea analfabetos contextuales, gente que sabrá mucho, que tendrá mucha información pero no sabe leer el mundo. No sabemos lo que somos si no sabemos tampoco dónde y cómo estamos en lo que somos. Es importante, entonces conectar la subjetividad para encontrar perspectivas pedagógicas que recuperen el proceso educacional, formativo como una forma de recuperar el mundo para biografías que comparten sus subjetividades (Fornet-Betancourt, 2009, p. 13).
Para lograr esta subjetivación que expresa el autor es necesario leer las biografías en claves interculturales y no en claves etnológicas. De ahí la importancia de las preguntas que plantea el autor: ¿Qué se ha hecho de nosotros? y ¿qué hacemos nosotros de lo que se ha hecho de nosotros? De esta manera, el sujeto cuestiona la subjetividad heredada e introduce un momento de ruptura en la subjetividad que lo sujeta, por el que puede llegar a ver su propia subjetividad.
Es por medio del diálogo intercultural que se busca articular una respuesta alternativa que se opone a la integración o asimilación de la alteridad en una supuesta “cultura mundial”, monoculturalmente predeterminada, para proponer la transformación y la reorganización de la universalidad del mundo con base en relaciones de cooperación y de comunicación solidarias entre los diferentes universos culturales de la humanidad. Ante esto es de vital importancia la revisión de los materiales pedagógicos y contextualizarlos a las costumbres, tradiciones, creencias, valores y cosmovisiones de las culturas, y así recuperar la historia de los hombres y mujeres que poblaron nuestras regiones. Sobre todo, conectarnos con la esencia de la familia aborigen, la visión de la infancia y el desarrollo de la misma. Encontrarnos con una historia cercana a nosotros, en la que niños y niñas compartían actividades lúdicas que giraban en torno al río, aprendían a través de la lectura de la naturaleza y de las enseñanzas de vida de la madre. En conclusión, el rescate del hilo discursivo histórico de nuestros pueblos originarios determina la consolidación de un referente vital para la memoria colectiva latinoamericana.
Es un imaginario que es más cercano a lo que somos, en contradicción al generado por el pensamiento occidental. Es un vernos desde adentro para comprender nuestras raíces.

Referencias bibliográficas
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Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 36.860. Caracas, 30 de diciembre de 1999.

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Consorcio intercultural. ____ (2009). Interculturalidad en procesos de subjetivización. Reflexiones de Raúl Fornet-Betancourt. México, D.F.:

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 Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 38.344. Caracas, 27 de diciembre del 2005.

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Revista de Educación. Diálogos. Instituto de Investigación y Formación Pedagógica. Universidad Don Bosco, San Salvador, año 3, (4), pp. 57-70.

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