viernes, 4 de noviembre de 2016

MODERNIDAD, MODERNIZACIÓN Y MUNDOS DE VIDA EN NUESTRAMÉRICA (NANCY FARÍAS - FRANKLIN LEÓN)







                                   

UNIVERSIDAD DE CARABOBO
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
DIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN Y PRODUCCIÓN INTELECTUAL CAMPUS BÁRBULA Y LA MORITA
COMISIÓN DE ARBITRAJE

CONGRESO DE INVESTIGACIÓN E INNOVACIÓN DE LA FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES DELA UNIVERSIDAD DE CARABOBO
ENCUENTRO DE SABERES A TRAVÉS DEL DIÁLOGO

MODERNIDAD, MODERNIZACIÓN Y MUNDOS DE VIDA EN NUESTRAMÉRICA: DISTINTAS REALIDADES EN CO-EXISTENCIA Y RESISTENCIA


AUTORES: NANCY FARÍAS - FRANKLIN LEÓN






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Resumen:

Estas reflexiones inician presentando el pensamiento decolonial, que nos hace ver que la colonización continúa aún vigente en nuestros tiempos, en nuestras culturas, pues Occidente coloniza nuestro pensamiento, haciéndonos ver que su cultura es superior a las culturas existentes en todo el planeta. De allí la necesidad de decolonizar el pensamiento, conociendo quiénes somos y promoviendo nuestra identidad cultural como venezolanos y latinoamericanos que somos. Se diserta sobre las características de nuestro discurso salvaje venezolano, pensamiento y vivir propios de un pueblo que opone resistencia cultural a la modernización, coexistiendo con ella pero preservando los elementos de nuestra cultura que se exponen desde sus características predominantes en el desarrollo de estas reflexiones. Se expone, además, el recorrido histórico de las últimas décadas en América Latina para hacer ver su transformación social desde el éxodo del campo a la ciudad, en una modernización de estructuras físicas, más no de conciencias. De allí que el objetivo de este estudio sea develar cómo se asume la modernización desde la resistencia cultural a partir de las prácticas de vida de nuestros pueblos americanos. Para ello se asume la metodología documental, de modo que desde la reflexión bibliográfica se pueda exponer el proceso modernizador en Latinoamérica y su asunción crítica desde nuestras culturas latinoamericanas, entre ellas la venezolana. Se concluye con la concientización de nuestra otredad como pueblo, marcando la posibilidad de producir nuestro pensamiento desde la resistencia cultural que ofrecemos desde los sentidos de vida que se ejercitan en nuestro País, en nuestro continente.

Palabras Clave: Modernización, culturas, discurso salvaje, resistencia cultural.

PARA INICIAR: LA MODERNIDAD EN CRISIS

Hablar de la gestación de la modernidad es largo y muy ambicioso, tampoco es el objetivo de estas reflexiones. Baste con señalar que la modernidad pertenece a Occidente, que se gesta ya desde la edad media y que obtiene su triunfo con la implantación de la burguesía en Europa, quienes eran los comerciantes de la época en el “descubrimiento” para Europa de América. La modernidad ha ido expandiéndose como modo de vida, hasta llegar al mundo globalizado que tenemos hoy. Se nos ha presentado como único modo de vida posible o como el más conveniente, bajo la máscara de lo único objetivo y como destino del cual no podemos escapar.
Pero caen las máscaras, pues el pensamiento decolonial denuncia a una modernidad que aún sigue colonizando al mundo para su dominación y desnuda a una modernidad que ya estaba en crisis con la posmodernidad –aunque ésta última sea continuación de la anterior. La modernidad ha quedado atrapada en su propia trampa de la razón omniabarcadora, se ha cansado de sus propias bases, y ya debilitada, el pensamiento decolonial termina de desnudarla, para hacernos ver que otros mundos como el nuestro son posibles, y que el proyecto colonizador no acabó con la independencia de las naciones americanas y africanas. El sistema mundo ha entrado en crisis desde sus bases filosóficas, sociales, económicas, epistemológicas, por todo lo acontecido en el siglo pasado y el actual; pero aun cuando siempre vive sus crisis de forma cíclica y logra salir de ellas a lo largo de la historia, sin abandonar nunca sus pretensiones de dominación, ha quedado fuertemente cuestionada desde el pensamiento decolonial.
El Pensamiento decolonial quiere hacernos ver que la colonialidad no ha acabado, no se terminó con la liberación de las colonias y el surgimiento de las naciones -antes colonizadas- de manera independiente. Vivimos en un mundo donde una única cultura: la occidental, capitalista, neoliberal, patriarcal, quiere imponerse como única forma de ver y relacionarse con el mundo. Por eso apunta Castro Gómez (2007; 13) que “la división internacional del trabajo entre centros y periferias, así como la jerarquización étnico-racial de las poblaciones no se transformó con el fin del colonialismo y la formación de los Estados-nación”. Se trasformaron las formas de dominación de la modernidad, hemos pasado del colonialismo moderno a la colonialidad global, sostiene el autor. Son las nuevas instituciones (FMI, OTAN, BM), quienes mantienen a la periferia en una situación de subordinación.
De ahí que la decolonialidad cuestiona el mito de la descolonialización, ya que el capitalismo global contemporáneo renueva las exclusiones que provoca por las jerarquías epistémicas, espirituales, raciales, étnicas y de género que plantea desde el pensamiento moderno.
Los estudios culturales y el pensamiento postcolonial en la actualidad creen que el mundo moderno colonial es posible gracias a las significaciones culturales; las relaciones económicas y políticas del sistema capitalista son posibles gracias a los imaginarios y discursos producidos por la episteme moderna, por su semiótica y simbolismo. En oposición a este pensamiento, sostiene Castro Gómez (2007; 16), los pensadores del sistema mundo sostienen que las relaciones económicas son las que generan los imaginarios y los discursos actuales.
Desde la perspectiva decolonial, la cultura se entiende como entrelazada y no derivada de los procesos económicos. Hay una estrecha relación entre acumulación del capital y cultura. De allí que castro Gómez sostenga que los discursos raciales organicen a la población y a la división del trabajo, lo que tiene sus implicaciones económicas: las “razas superiores” son las mejores pagadas, mientras que las “inferiores” ocupan los trabajos no deseados y peores pagados. Para la decolonialidad, las epistemes tienen un estatuto epistemológico.
Entonces se afirma que la primera descolonización (siglo XIX en América, siglo XX en África) ha quedado incompleta, porque se trató de una independencia jurídica. La segunda descolonización ha de dirigirse a las relaciones raciales, étnicas, sexuales, epistémicas, económicas, de género, que la primera descolonización dejó intactas. De allí que se entienda la decolonialidad como “un proceso de resignificación a largo plazo” (Castro Gómez, 2007; 17).
Entonces el capitalismo no es sólo un sistema económico ni cultural por separado, es una red global de poder que integra muchos procesos (económicos, culturales, religiosos, educativos, políticos). De allí la necesidad de entrar en diálogo con formas no occidentales de comprender el mundo. Las estrategias culturales, ideológicas, epistémicas, no son adiciones sino elementos constitutivos de la economía capitalista. La acumulación del capital siempre ha estado acompañada con los discursos excluyentes de la modernidad. La división del trabajo jerarquiza el poder.
El eurocentrismo es una actitud colonial frente al conocimiento. Se le asigna una superioridad a la forma de conocer de Europa, excluyendo todo tipo de conocimiento diverso, y esto es una estrategia eficaz para hacer desaparecer las culturas. Toda estas acciones colonizadoras del saber fueron legitimadas bajo la idea que los conocimientos no europeos representaban una etapa mítica, inferior, pre científica del conocimiento humano.
No se trata de otra forma pura de saber, obviamente todas las culturas hoy en día tienen contacto. Castro Gómez (Op. Cit.; 20) habla de “formas de conocimiento intersticiales que representan una resistencia semiótica, espacios transmodernos que crean formas alternativas de racionalidad ética y nuevas formas de utopía, sin pretensión de universalidad y objetividad”. De allí que la idea eurocéntrica que el pensamiento abstracto se da en un punto cero de neutralidad representa una estrategia de dominio sobre el mundo. Habrá que generar espacios donde los no escuchados puedan ser escuchados y visibilizados.
Y es desde la concientización y promoción de nuestra otredad que podemos crear estos otros espacios de interculturalidad que sugiere y hace posible el pensamiento decolonial. De allí que pasemos ahora en estas reflexiones a la escucha de quiénes somos los latinoamericanos, contrastando nuestras cosmovisiones y mundos de vida con el mundo moderno occidental. El pensamiento decolonial ha hecho posible la ruptura del pensamiento hegemónico occidental, dando lugar al apalabramiento de lo nuestroamericano.

DISERTANDO LA VIDA DESDE ACÁ:

Muchos son los autores que le dan palabra a las otredades nuestroamericanas, que nos hacen ver cómo se vive la vida y se co-existe con la modernidad desde estos lugares americanos; somos un mosaico de muchas culturas; sin embargo, exponemos la visión de la modernidad desde acá, desde nuestro continente, a la vez que se contrasta nuestra visión latinoamericana con la visión de la modernidad desde allá, desde quienes la han producido, la viven y la hacen realidad cotidiana, desde quienes la exportan y la globalizan como único modo de vida.
Briceño Guerrero (2007) define nuestra americanidad como un mundo salvaje que tiene su propio discurso. Para el autor, América es producto de la expansión de Occidente y más propiamente de la Europa segunda, y por tanto somos herederos por importación de la razón segunda y todos sus productos científicos, filosóficos, culturales y artísticos. Desde allí se sirve Briceño para exponer los obstáculos que se encuentran en Latinoamérica para el desarrollo de la Europa segunda y su razón segunda: progreso, modernidad, conocimiento segundo, formas secularizadas de convivencia, etc.
Pero nosotros en Latinoamérica poseemos nuestra visión y significación del mundo que se expresa en el discurso salvaje, y desde él podemos ver cómo vivimos la modernización desde América Latina.
Nuestro discurso salvaje expresa los siguientes significados, refleja las siguientes verdades: somos occidentales, colonia europea, República europea, actualidad de filiación cultural europea: dependencia, pero con lamento: no terminamos de ser occidentales. De ahí el bochinche americano: porque tenemos poderes no occidentales. Aquí hay gente de otro linaje que vive su manera peculiar de ser occidentales, afirma el autor. Pero somos occidentales y no occidentales a la vez.
Hay en nuestro continente europeos americanos: encargados de mantener el orden público; encargados de las tareas: son los resistentes culturales, que están tratando de modernizarnos en nombre de los europeos. De allí la oposición al orden, la disciplina, el estudio, la responsabilidad, el trabajo, la verdad, la puntualidad, la moral. Los americanos se viven como oprimidos.
¿Qué será lo que quiere esta gente? ¿Modernidad al mínimo?, sabotean la modernidad, pero no la tumban, se pregunta el autor. Vivimos una subjetividad para la cual Occidente es objeto nuestro. Hay, pues, una resistencia no occidental en América.
Se vive con la culpa de tener ancestros derrotados: se reconoce la superioridad occidental. Estamos conformados en la actualidad aún por blancos, pardos, indios y negros. De ahí, dice, que existe en nuestra sociedad una pelea de señores, un ajuste de cuentas entre blancos y la búsqueda de ascensos de pardos. Los revolucionarios son blancos o pardos en busca de poder.
Ciencia, tecnología y filosofía han sido privilegio de los blancos. Se les odia porque son símbolo de opresión. Indios y negros están en mejor condición de cambiar el sistema porque éste no los seduce, no los adormece. Se trata de trabajar por un orden social participativo, sin dejarse dirigir por blancos y pardos.
Los blancos y pardos buscan: “dejar de ser quien soy para ser otro, a cambio de un puesto honorable en el mundo de los otros” (Op, Cit., p. 288). Vivimos pactando con el sistema para poder sobrevivir en un mundo moderno impuesto que no es mío: “métanme en sus empresas, yo vendiendo barato mi esfuerzo, pero dando poco, burlando la vigilancia. Yo: alguien” (Op, Cit., p. 290). Si me embarco en algo soy pardo  o un indio o negro queriendo blanquearse. Y mi meta ha de ser permanecer, seguir siendo quien soy, a pesar de lo aplastante del mundo moderno.
Las culturas precolombinas significan el equilibrio con la naturaleza, la no dominación. Representan los valores de la comunidad, la justa división del trabajo, la comunicación eficaz. Los americanos pertenecemos a esos ancestros, tenemos derecho a su herencia.
La vida y la historia prohíben el retorno a lo primitivo, somos quien somos, ya estamos occidentalizados. El aislamiento de una cultura es hoy imposible. Pero podemos buscar una incorporación menos traumática de las culturas indígenas a Occidente. Basta de lamentar lo pasado, lo nuevo tiene su encanto, sostiene Briceño. Existe lo no occidental de América que quiere vivir, y esto prevalece en número. Sí podemos formar a una nueva cultura mestiza, no podemos volver al pasado ni aislar a las comunidades indígenas. El mestizaje cultural es un hecho. “El destino cultural de América es el mestizaje, no hay otro camino” (Op, Cit., p. 309). En América no hay cultura separada, aislada, pura. En la unión de Europa y América llega a su plenitud el mestizaje. Tenemos todas las culturas por dentro. La interculturalidad es nuestra identidad. No pertenecemos a una sola cultura. Aceptar nuestra heterogeneidad, contradicciones y antagonismos. Occidente y las culturas no occidentales están vivos en nosotros.
Socialismo o tecnocracia capitalista nos siguen occidentalizando. Ninguna de las dos representa para el autor una opción plenamente americana. Tenemos un Occidente ampliado. Un mundo occidentalizado e identidades no occidentales emergiendo. Podemos promover la formación de una América con identidad.
Los planes para nuestra sociedad son de Occidente, y se extrañan que los saboteemos. Esta es nuestra resistencia cultural al mundo modernizante impuesto. Vivir de rodillas es vivir; de ahí venimos, de los que sobrevivieron por resignarse. Tenemos, como todos, cobardía ante la muerte, astucia, rebeldía disimulada. Somos dominados, pero existentes. Conservamos identidad, no nos han asimilado a su ser. Somos nosotros, otros distintos de ellos, los dominadores. “Nos oprimen, reprimen, comprimen, deprimen, exprimen; pero no logran ni imprimirse en nosotros ni suprimirnos” (Op, Cit., p. 332).
No se trata de una inversión de roles: los occidentales u occidentalizados tienen derecho a vivir. No se trata de imponernos y colonizar sus vidas como lo hicieron ellos. Se trata de apostar a la alteridad, a la comunidad, en búsqueda de una sociedad pluralista.
Pero Occidente no tolera la alteridad: “para ser respetado como no occidental vuélvase occidental” (Op, Cit., p. 339), es la condición a nuestro mundo Yo te ayudo si te asimilas a mí. Se nos propone una supervivencia física a cambio del suicidio cultural. No toleran que tenga identidad cultural. Si llegamos a su poder seríamos ellos, y habremos perdido ganando la lucha.
“Siempre hemos estado organizados, pero no a su manera. Dejamos que ellos nos organicen, pero vivimos a nuestra manera. Su mundo nos es ajeno. Estudiaremos en sus escuelas haciendo trampa, porque no respetamos su ciencia” (Op, Cit., p. 340). Colaboramos con el dominador porque nos es imposible vencerlo, de momento. Pero abolimos en secreto la enajenación. Vivimos en una diversidad precolombina multiplicada por el aporte europeo y africano. Somos la maravilla de Babel. Organizarse para combatir a Occidente es reproducirlo y combatirnos a nosotros mismos. En la unión está la fuerza de Occidente, unidos perderemos, no hay América paralela por construir. Hay muchas identidades, que cada una busque su camino.
La lucha es contra el acaparamiento de los bienes culturales de un dominador, pues toda cultura le pertenece al hombre, a la humanidad. “Cualquier grupo humano puede servirse de los bienes culturales de otro grupo humano cuando así resulte conveniente” (Op, Cit., p. 351). “Soy porque soy diferente. Soy diferente, luego existo” (Op, Cit., p.354).
Concluye el discurso salvaje de Briceño afirmando: “no tenemos patria, no hemos nacido todavía. El País natal es un proyecto, no un recuerdo. Extranjeros en todos los mundos” (p. 355). Es la invitación a construir nuestras identidades desde la alteridad, sin obviar la occidentalización y el mestizaje que ese proceso nos ha dejado. Y con esas palabras asumimos ese reto de convivir con la modernización pero de manera consciente, sin dejar de ser nosotros, manteniendo nuestra distinción, nuestras otredades.
América Latina, Nuestramérica, ha cambiado mucho con los desafíos de la tecnología y la posmodernidad en el transcurso del siglo XX. También conserva huellas de su pasado pre-colombino. Han surgido nuevas culturas urbanas, pero no han desaparecido los indios. En pleno siglo XXI el mestizaje sigue siendo el rasgo esencial para definir nuestro panorama étnico. Somos un verdadero museo del hombre. Hoy en día el pluralismo étnico es nuestra característica predominante, establecer estadísticamente la cantidad de indios y mestizos sería imposible. Mörner (1975), nos habla de tres Américas latinas:  la afro-latina, ubicada en el Caribe, con excepción de Puerto Rico; la euro-latina, conformada por Argentina, Uruguay, Costa Rica, el extremo sur de Chile y de Brasil; una mestiza-indígena, situada en México, Guatemala, los Andes y la cuenca amazónica.  Otros estudios hablan de una América Blanca (cono sur, Costa Rica), una América roja (Centroamérica, región andina, México, Paraguay) y una América negra (el Caribe).
            Esta última clasificación resulta difícil para países como Colombia o Venezuela, que formarían parte de los tres bloques. Los estudiosos del tema resaltan la complejidad del mestizaje. Todos estos aportes étnicos generaron una sociedad pluricultural en constante transformación, en la que los valores de los hijos de inmigrantes se han mezclado con los valores de los mestizos. La inmigración europea contemporánea también modificó el panorama cultural de Puerto Rico, Cuba y Venezuela.
            Durante las dos últimas décadas del siglo XIX, gracias al aporte de la tecnología en materia de transporte y telecomunicaciones, se dio la desaparición del relativo aislamiento en que se hallaban muchas comunidades indígenas o mestizas, acelerando el éxodo rural.
            Como se afirma en Encuentro y Convivencia (León, F., 2013), es cuestionable la existencia de un indio puro en las actuales circunstancias. Se vive en situación de conflicto y de ambigüedad al conjugar elementos culturales de la cultura dominante como de la propia cultura dominada. Quizás se haría más apropiado hablar de orígenes indios, orígenes europeos, raíces populares, y aceptar la hibridación cultural a la que estamos sometidos en tiempos de globalización. El problema está en qué es lo que predomina en esa co-habitación de mundos de vida. Según Moreno (2005), las raíces populares del venezolano permanecen, a pesar del deseo de aniquilamiento de la cultura moderna dominante.
            Hay que recordar que el indio es sometido al pensamiento del blanqueamiento racial, según el cual ser indio da menos prestigio social, el mestizaje es considerado mejor en función del posicionamiento en la sociedad. En la escala da más prestigio ser blanco, luego mestizo, por último, y como dato de inferioridad, ser negro o indio. Lamentablemente la herencia del pasado colonial aún permanece. Así lo muestran ciertas expresiones populares: “se le despertó el indio” (tiene un lapso de ignorancia), “estoy indio con este aparato” (sinónimo de atraso). El indio, además de ser el vencido, es el culpable del atraso de la sociedad. Doble castigo.
            Para Lemogodeuc (2002) en Nuestramérica las clases dominantes  han sido históricamente los encargados de gerenciar en materia económica, política, técnica e ideológica. La cultura de esas élites  impuso ciertas reglas (modos de vestirse, de vivir, de educarse, de alimentarse). Al principio esto no impidió la posibilidad de intercambio entre los distintos estratos sociales. La cultura dominante adoptó un sistema extranjero, primero europeo, luego norteamericano.  Proceso que empezó en la colonia, con la imposición de esquemas políticos, económicos, religiosos, culturales.
            Surge una sociedad de dos niveles: la sociedad dominante suministra a la sociedad dominada los recursos económicos necesarios para la subsistencia, ambas existían de manera independiente una de otra. Pero, ¿qué cultura puede desarrollarse en estas condiciones, cuando su fundamento económico proviene de un sistema de intercambios ajeno, técnicamente superior y que le incluye desde la exclusión? La cultura dominada siempre está al margen de la norma. Estas condiciones no han variado en nuestros días.
            Al adoptar el modelo extranjero y urbano, se deja de lado la propia cultura popular, que estaba formada por diferentes aportes de los sectores dominados y marginales: el folklore, el mestizaje, el sincretismo. La cultura popular vendría a ser la síntesis de tradiciones y nuevas formas  de creatividad cultural que intervienen  en la adopción de nuevas formas de supervivencia y de co-habitación, lo que genera necesidades espirituales e ideológicas.
            Pese a la discriminación, los pueblos marginados han sido capaces de producir fenómenos culturales colectivos que les son propios, en los que se nota los diferentes aportes sincréticos y la resistencia a la aculturación, la heterogeneidad social ha dado la materia prima para ello. Esta base popular ha servido de base a los intelectuales para expresar nuestra otredad, aprovechando las reglas y los mecanismos de la cultura dominante.
            Sostiene Lemogodeuc (2002) que a partir de los 60 del siglo XX, la ciudad se convirtió en realidad predominante, pues concentra, sintetiza y aumenta todas las tensiones que afecta a estos países, símbolo de sus fracasos, logros y tendencias. La atracción por la ciudad es más psicológica que económica. Los medios de comunicación contribuyen a la creación del mito del confort, la modernidad, el progreso urbano. En la ciudad co-habitan grupos sociales sin que se encuentren o se crucen. Hay ciudades donde los del norte no conocen el sur y viceversa, ejemplo de ello es Valencia, Venezuela.
            Las condiciones de vida en las ciudades procrean nuevas prácticas, las necesidades de la actividad económica y de transporte cambian la dinámica familiar. El debilitamiento de la función del padre, o de la madre, -en las sociedades matricentradas como la venezolana, según Moreno (2005),  inciden en la formación de los hijos. La solidaridad con quienes provienen del mismo pueblo se mantiene todavía. El compadrazgo no desaparece, se conserva como una alianza que mantiene el clientelismo en una red de caciques. Las iglesias pierden influencia en su papel de estabilización social. La vida urbana sigue siendo un excelente laboratorio para el cambio, allí se elaboran las nuevas estrategias sociales.
           
PARA CONCLUIR: LA RESISTENCIA CULTURAL DESDE NUESTROS CONTEXTOS LATINOAMERICANOS

            La ciudad se nos presenta como un centro de contradicciones, pero también como la sede de encuentros, convivencia y encrucijadas. Es el laboratorio de nuevas experiencias, dando origen a innovadoras visiones del mundo, lugar donde surgen a menudo sabidurías de vida (filosofías nuestramericanas). La gran ciudad ha generado una nueva cultura mixta, mestiza, híbrida, muchas veces filtrando los elementos de la cultura occidental para mantener ciertas cosmovisiones, prácticas, valoraciones, estilos de vida. Se van elaborando características sociales muy originales debido a la resistencia de los núcleos tradicionales.
            Todos estos datos nos llevan a hablar de una posible filosofía de la relación, del encuentro, siempre dinámica, humana; filosofía también de la dependencia económica, de la subsistencia de vida y de pensamiento, ante la pretensión hegemónica de cierto grupo sobre el resto.
            Es, pues, la ciudad un mosaico de lugares y de estilos de vida que se cruzan a veces sin mezclarse, ella sigue siendo un enigma, no puede encerrarse en una simple definición, el crecimiento de nuevas capas de población aumenta la incógnita. El fenómeno migratorio es el más crucial para el desarrollo urbano, esta expansión ha transformado la ciudad. Hoy en día se habla de la Gran Caracas, la Gran Valencia, muchas poblaciones de la periferia han sido incluidas dentro de la misma ciudad, pues hacen vida en ella. Así co-habitan diferentes sectores en distintas fases de desarrollo.
            Ciudad nuestramericana: mezcla de cemento, hormigón, piedra, vidrio, cartón, zinc y tierra. El espacio urbano se modifica, se remodela, al ritmo de los desplazamientos de las poblaciones. Un collage urbano define a la ciudad, aun cuando la atención de los estudios se concentre en los cinturones de miseria. La gente sobrevive porque les interesa el vivir como convivir, por eso no produce, porque su episteme es otra, sus necesidades vitales, su mundo, no es sólo el consumo. Se subsiste como se puede en un mundo de estructura moderna, se usa como instrumento la organización occidental de nuestras sociedades para lograr convivir afectivamente con aquellos seres cercanos y significativos en la relación concreta.
            Dos proyectos-País: uno centrado en el mercado, la economía y la producción (el de las élites dirigentes con mentalidad occidental); otro centrado en la humanidad, en el encuentro y la convivencia cotidiana (el común del pueblo con raíces tradicionales, populares).
            El problema está en que este mundo de sobrevivencia que es la ciudad, lugar extraño de lucha por los seres queridos, genera desde su estructura y conformación más desencuentro que encuentro, pues lejos de promover la convivencia armoniosa, incita a la sobrevivencia de los más aptos, de los más vivos, y no queda más que defenderse para asegurar la subsistencia de mi grupo humano del diario convivir. Aunque nuestra filosofía de vida americana nos lleve a valorar lo humano por encima del mercado y el consumo, mientras la estructura social no posibilite el acceso de todos a los bienes y servicios públicos, lo que se genera es la convivencia conflictiva.  Gran reto por resolver: pensar y aplicar una conformación social que apueste a la inclusión desde las propias prácticas de vida, y no desde la ideologización que busca la perpetuidad en el poder.
            La historia reciente de nuestro continente puede resumirse en la creciente intervención de los poderes del Estado en la vida personal, bajo el lema de la modernización. Sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, muchas comunidades mantienen sus valores, su idiosincrasia, sus prácticas de vida, sus cosmovisiones, su modo de pensar el mundo y de pensarse en él. Prácticas de vida que ejercidas por grupos humanos históricos a través del paso de los años o de los siglos, terminan por afianzarse y trasmitirse de generación en generación. Y este legado aún conservado es, pues, nuestro aporte original al resto del mundo.
            En la cohabitación de formas de vida, de estructuras de vida subyacentes: modernidad y pueblo, vale la pena reconocerse, optar por lo propio y promover las prácticas de vida del común del pueblo, vividas por el grupo social histórico al cual se pertenece desde el origen. Lo moderno puede usarse como instrumento de sobrevivencia, no ha de aniquilar nuestra episteme popular.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y ELECTRÓNICAS:

  • Briceño Guerrero, J. M. (2007). El Laberinto de los tres minotauros. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas.
  • Castro Gómez, S. – Grosfoguel, R. (2007). El Giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global (Prólogo de Castro Gómez). Siglo del hombre editores; Bogotá.
  • Lemogodeuc, J. M. (2002). América hispánica en el siglo XX. UCAB, Caracas.
  • León F. (2013). Encuentro y Convivencia: desde el acontecer nuestroamericano a la epifanía de nuestra otredad. Universidad de Carabobo, Venezuela.
  • Moreno A. (2005). El Aro y la Trama. Ed. CIP, Caracas.
  • Mörner, M. (1975) La mezcla de la raza en la historia de América Latina. Fayard, París.






 



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