UNIVERSIDAD
DE CARABOBO
FACULTAD
DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
DIRECCIÓN
DE INVESTIGACIÓN Y PRODUCCIÓN INTELECTUAL CAMPUS BÁRBULA Y LA MORITA
COMISIÓN
DE ARBITRAJE
CONGRESO
DE INVESTIGACIÓN E INNOVACIÓN DE LA FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
DELA UNIVERSIDAD DE CARABOBO
ENCUENTRO
DE SABERES A TRAVÉS DEL DIÁLOGO
MODERNIDAD, MODERNIZACIÓN Y MUNDOS
DE VIDA EN NUESTRAMÉRICA: DISTINTAS REALIDADES EN CO-EXISTENCIA Y RESISTENCIA
AUTORES: NANCY
FARÍAS - FRANKLIN LEÓN
Resumen:
Estas reflexiones inician presentando el
pensamiento decolonial, que nos hace ver que la colonización continúa aún
vigente en nuestros tiempos, en nuestras culturas, pues Occidente coloniza
nuestro pensamiento, haciéndonos ver que su cultura es superior a las culturas
existentes en todo el planeta. De allí la necesidad de decolonizar el
pensamiento, conociendo quiénes somos y promoviendo nuestra identidad cultural
como venezolanos y latinoamericanos que somos. Se diserta sobre las
características de nuestro discurso salvaje venezolano, pensamiento y vivir
propios de un pueblo que opone resistencia cultural a la modernización,
coexistiendo con ella pero preservando los elementos de nuestra cultura que se
exponen desde sus características predominantes en el desarrollo de estas
reflexiones. Se expone, además, el recorrido histórico de las últimas décadas
en América Latina para hacer ver su transformación social desde el éxodo del
campo a la ciudad, en una modernización de estructuras físicas, más no de
conciencias. De allí que el objetivo de este estudio sea develar cómo se asume
la modernización desde la resistencia cultural a partir de las prácticas de
vida de nuestros pueblos americanos. Para ello se asume la metodología
documental, de modo que desde la reflexión bibliográfica se pueda exponer el proceso
modernizador en Latinoamérica y su asunción crítica desde nuestras culturas
latinoamericanas, entre ellas la venezolana. Se concluye con la concientización
de nuestra otredad como pueblo, marcando la posibilidad de producir nuestro
pensamiento desde la resistencia cultural que ofrecemos desde los sentidos de
vida que se ejercitan en nuestro País, en nuestro continente.
Palabras
Clave: Modernización,
culturas, discurso salvaje, resistencia cultural.
PARA
INICIAR: LA MODERNIDAD EN CRISIS
Hablar
de la gestación de la modernidad es largo y muy ambicioso, tampoco es el
objetivo de estas reflexiones. Baste con señalar que la modernidad pertenece a
Occidente, que se gesta ya desde la edad media y que obtiene su triunfo con la
implantación de la burguesía en Europa, quienes eran los comerciantes de la
época en el “descubrimiento” para Europa de América. La modernidad ha ido
expandiéndose como modo de vida, hasta llegar al mundo globalizado que tenemos
hoy. Se nos ha presentado como único modo de vida posible o como el más
conveniente, bajo la máscara de lo único objetivo y como destino del cual no
podemos escapar.
Pero
caen las máscaras, pues el pensamiento decolonial denuncia a una modernidad que
aún sigue colonizando al mundo para su dominación y desnuda a una modernidad
que ya estaba en crisis con la posmodernidad –aunque ésta última sea
continuación de la anterior. La modernidad ha quedado atrapada en su propia
trampa de la razón omniabarcadora, se ha cansado de sus propias bases, y ya
debilitada, el pensamiento decolonial termina de desnudarla, para hacernos ver
que otros mundos como el nuestro son posibles, y que el proyecto colonizador no
acabó con la independencia de las naciones americanas y africanas. El sistema
mundo ha entrado en crisis desde sus bases filosóficas, sociales, económicas,
epistemológicas, por todo lo acontecido en el siglo pasado y el actual; pero
aun cuando siempre vive sus crisis de forma cíclica y logra salir de ellas a lo
largo de la historia, sin abandonar nunca sus pretensiones de dominación, ha
quedado fuertemente cuestionada desde el pensamiento decolonial.
El
Pensamiento decolonial quiere hacernos ver que la colonialidad no ha acabado,
no se terminó con la liberación de las colonias y el surgimiento de las naciones
-antes colonizadas- de manera independiente. Vivimos en un mundo donde una
única cultura: la occidental, capitalista, neoliberal, patriarcal, quiere
imponerse como única forma de ver y relacionarse con el mundo. Por eso apunta
Castro Gómez (2007; 13) que “la división internacional del trabajo entre
centros y periferias, así como la jerarquización étnico-racial de las
poblaciones no se transformó con el fin del colonialismo y la formación de los
Estados-nación”. Se trasformaron las formas de dominación de la modernidad,
hemos pasado del colonialismo moderno a la colonialidad global, sostiene el
autor. Son las nuevas instituciones (FMI, OTAN, BM), quienes mantienen a la
periferia en una situación de subordinación.
De
ahí que la decolonialidad cuestiona el mito de la descolonialización, ya que el
capitalismo global contemporáneo renueva las exclusiones que provoca por las
jerarquías epistémicas, espirituales, raciales, étnicas y de género que plantea
desde el pensamiento moderno.
Los
estudios culturales y el pensamiento postcolonial en la actualidad creen que el
mundo moderno colonial es posible gracias a las significaciones culturales; las
relaciones económicas y políticas del sistema capitalista son posibles gracias
a los imaginarios y discursos producidos por la episteme moderna, por su
semiótica y simbolismo. En oposición a este pensamiento, sostiene Castro Gómez
(2007; 16), los pensadores del sistema mundo sostienen que las relaciones
económicas son las que generan los imaginarios y los discursos actuales.
Desde
la perspectiva decolonial, la cultura se entiende como entrelazada y no
derivada de los procesos económicos. Hay una estrecha relación entre
acumulación del capital y cultura. De allí que castro Gómez sostenga que los
discursos raciales organicen a la población y a la división del trabajo, lo que
tiene sus implicaciones económicas: las “razas superiores” son las mejores
pagadas, mientras que las “inferiores” ocupan los trabajos no deseados y peores
pagados. Para la decolonialidad, las epistemes tienen un estatuto
epistemológico.
Entonces
se afirma que la primera descolonización (siglo XIX en América, siglo XX en
África) ha quedado incompleta, porque se trató de una independencia jurídica.
La segunda descolonización ha de dirigirse a las relaciones raciales, étnicas,
sexuales, epistémicas, económicas, de género, que la primera descolonización
dejó intactas. De allí que se entienda la decolonialidad como “un proceso de
resignificación a largo plazo” (Castro Gómez, 2007; 17).
Entonces
el capitalismo no es sólo un sistema económico ni cultural por separado, es una
red global de poder que integra muchos procesos (económicos, culturales,
religiosos, educativos, políticos). De allí la necesidad de entrar en diálogo
con formas no occidentales de comprender el mundo. Las estrategias culturales,
ideológicas, epistémicas, no son adiciones sino elementos constitutivos de la
economía capitalista. La acumulación del capital siempre ha estado acompañada
con los discursos excluyentes de la modernidad. La división del trabajo
jerarquiza el poder.
El
eurocentrismo es una actitud colonial frente al conocimiento. Se le asigna una
superioridad a la forma de conocer de Europa, excluyendo todo tipo de
conocimiento diverso, y esto es una estrategia eficaz para hacer desaparecer
las culturas. Toda estas acciones colonizadoras del saber fueron legitimadas
bajo la idea que los conocimientos no europeos representaban una etapa mítica,
inferior, pre científica del conocimiento humano.
No
se trata de otra forma pura de saber, obviamente todas las culturas hoy en día
tienen contacto. Castro Gómez (Op. Cit.; 20) habla de “formas de conocimiento
intersticiales que representan una resistencia semiótica, espacios
transmodernos que crean formas alternativas de racionalidad ética y nuevas formas
de utopía, sin pretensión de universalidad y objetividad”. De allí que la idea
eurocéntrica que el pensamiento abstracto se da en un punto cero de neutralidad
representa una estrategia de dominio sobre el mundo. Habrá que generar espacios
donde los no escuchados puedan ser escuchados y visibilizados.
Y
es desde la concientización y promoción de nuestra otredad que podemos crear
estos otros espacios de interculturalidad que sugiere y hace posible el
pensamiento decolonial. De allí que pasemos ahora en estas reflexiones a la
escucha de quiénes somos los latinoamericanos, contrastando nuestras
cosmovisiones y mundos de vida con el mundo moderno occidental. El pensamiento
decolonial ha hecho posible la ruptura del pensamiento hegemónico occidental,
dando lugar al apalabramiento de lo nuestroamericano.
DISERTANDO
LA VIDA DESDE ACÁ:
Muchos
son los autores que le dan palabra a las otredades nuestroamericanas, que nos
hacen ver cómo se vive la vida y se co-existe con la modernidad desde estos
lugares americanos; somos un mosaico de muchas culturas; sin embargo, exponemos
la visión de la modernidad desde acá, desde nuestro continente, a la vez que se
contrasta nuestra visión latinoamericana con la visión de la modernidad desde
allá, desde quienes la han producido, la viven y la hacen realidad cotidiana, desde
quienes la exportan y la globalizan como único modo de vida.
Briceño
Guerrero (2007) define nuestra americanidad como un mundo salvaje que tiene su
propio discurso. Para el autor, América es producto de la expansión de Occidente y
más propiamente de la Europa segunda, y por tanto somos herederos
por importación de la razón segunda y todos sus productos científicos,
filosóficos, culturales y artísticos. Desde allí se sirve Briceño para
exponer los obstáculos que se encuentran en Latinoamérica para el desarrollo de la Europa segunda y su razón segunda: progreso,
modernidad, conocimiento segundo, formas secularizadas de convivencia, etc.
Pero
nosotros en Latinoamérica poseemos nuestra visión y significación del mundo que
se expresa en el discurso salvaje, y desde él podemos ver cómo vivimos la
modernización desde América Latina.
Nuestro
discurso salvaje expresa los siguientes significados, refleja las siguientes
verdades: somos occidentales, colonia europea, República europea, actualidad de
filiación cultural europea: dependencia, pero con lamento: no terminamos de ser
occidentales. De ahí el bochinche americano: porque tenemos poderes no
occidentales. Aquí hay gente de otro linaje que vive su manera peculiar de ser
occidentales, afirma el autor. Pero somos occidentales y no occidentales a la
vez.
Hay
en nuestro continente europeos americanos: encargados de mantener el orden
público; encargados de las tareas: son los resistentes culturales, que están
tratando de modernizarnos en nombre de los europeos. De allí la oposición al
orden, la disciplina, el estudio, la responsabilidad, el trabajo, la verdad, la
puntualidad, la moral. Los americanos se viven como oprimidos.
¿Qué
será lo que quiere esta gente? ¿Modernidad al mínimo?, sabotean la modernidad,
pero no la tumban, se pregunta el autor. Vivimos una subjetividad para la cual
Occidente es objeto nuestro. Hay, pues, una resistencia no occidental en
América.
Se
vive con la culpa de tener ancestros derrotados: se reconoce la superioridad
occidental. Estamos conformados en la actualidad aún por blancos, pardos,
indios y negros. De ahí, dice, que existe en nuestra sociedad una pelea de
señores, un ajuste de cuentas entre blancos y la búsqueda de ascensos de
pardos. Los revolucionarios son blancos o pardos en busca de poder.
Ciencia,
tecnología y filosofía han sido privilegio de los blancos. Se les odia porque
son símbolo de opresión. Indios y negros están en mejor condición de cambiar el
sistema porque éste no los seduce, no los adormece. Se trata de trabajar por un
orden social participativo, sin dejarse dirigir por blancos y pardos.
Los
blancos y pardos buscan: “dejar de ser quien soy para ser otro, a cambio de un
puesto honorable en el mundo de los otros” (Op, Cit., p. 288). Vivimos pactando
con el sistema para poder sobrevivir en un mundo moderno impuesto que no es
mío: “métanme en sus empresas, yo vendiendo barato mi esfuerzo, pero dando
poco, burlando la vigilancia. Yo: alguien” (Op, Cit., p. 290). Si me embarco en
algo soy pardo o un indio o negro
queriendo blanquearse. Y mi meta ha de ser permanecer, seguir siendo quien soy,
a pesar de lo aplastante del mundo moderno.
Las
culturas precolombinas significan el equilibrio con la naturaleza, la no
dominación. Representan los valores de la comunidad, la justa división del trabajo,
la comunicación eficaz. Los americanos pertenecemos a esos ancestros, tenemos
derecho a su herencia.
La
vida y la historia prohíben el retorno a lo primitivo, somos quien somos, ya
estamos occidentalizados. El aislamiento de una cultura es hoy imposible. Pero
podemos buscar una incorporación menos traumática de las culturas indígenas a
Occidente. Basta de lamentar lo pasado, lo nuevo tiene su encanto, sostiene
Briceño. Existe lo no occidental de América que quiere vivir, y esto prevalece
en número. Sí podemos formar a una nueva cultura mestiza, no podemos volver al
pasado ni aislar a las comunidades indígenas. El mestizaje cultural es un
hecho. “El destino cultural de América es el mestizaje, no hay otro camino” (Op,
Cit., p. 309). En América no hay cultura separada, aislada, pura. En la unión
de Europa y América llega a su plenitud el mestizaje. Tenemos todas las
culturas por dentro. La interculturalidad es nuestra identidad. No pertenecemos
a una sola cultura. Aceptar nuestra heterogeneidad, contradicciones y
antagonismos. Occidente y las culturas no occidentales están vivos en nosotros.
Socialismo
o tecnocracia capitalista nos siguen occidentalizando. Ninguna de las dos
representa para el autor una opción plenamente americana. Tenemos un Occidente
ampliado. Un mundo occidentalizado e identidades no occidentales emergiendo.
Podemos promover la formación de una América con identidad.
Los
planes para nuestra sociedad son de Occidente, y se extrañan que los
saboteemos. Esta es nuestra resistencia cultural al mundo modernizante
impuesto. Vivir de rodillas es vivir; de ahí venimos, de los que sobrevivieron
por resignarse. Tenemos, como todos, cobardía ante la muerte, astucia, rebeldía
disimulada. Somos dominados, pero existentes. Conservamos identidad, no nos han
asimilado a su ser. Somos nosotros, otros distintos de ellos, los dominadores.
“Nos oprimen, reprimen, comprimen, deprimen, exprimen; pero no logran ni
imprimirse en nosotros ni suprimirnos” (Op, Cit., p. 332).
No
se trata de una inversión de roles: los occidentales u occidentalizados tienen
derecho a vivir. No se trata de imponernos y colonizar sus vidas como lo
hicieron ellos. Se trata de apostar a la alteridad, a la comunidad, en búsqueda
de una sociedad pluralista.
Pero
Occidente no tolera la alteridad: “para ser respetado como no occidental
vuélvase occidental” (Op, Cit., p. 339), es la condición a nuestro mundo Yo te
ayudo si te asimilas a mí. Se nos propone una supervivencia física a cambio del
suicidio cultural. No toleran que tenga identidad cultural. Si llegamos a su
poder seríamos ellos, y habremos perdido ganando la lucha.
“Siempre
hemos estado organizados, pero no a su manera. Dejamos que ellos nos organicen,
pero vivimos a nuestra manera. Su mundo nos es ajeno. Estudiaremos en sus escuelas
haciendo trampa, porque no respetamos su ciencia” (Op, Cit., p. 340).
Colaboramos con el dominador porque nos es imposible vencerlo, de momento. Pero
abolimos en secreto la enajenación. Vivimos en una diversidad precolombina
multiplicada por el aporte europeo y africano. Somos la maravilla de Babel. Organizarse
para combatir a Occidente es reproducirlo y combatirnos a nosotros mismos. En
la unión está la fuerza de Occidente, unidos perderemos, no hay América
paralela por construir. Hay muchas identidades, que cada una busque su camino.
La
lucha es contra el acaparamiento de los bienes culturales de un dominador, pues
toda cultura le pertenece al hombre, a la humanidad. “Cualquier grupo humano
puede servirse de los bienes culturales de otro grupo humano cuando así resulte
conveniente” (Op, Cit., p. 351). “Soy porque soy diferente. Soy diferente,
luego existo” (Op, Cit., p.354).
Concluye
el discurso salvaje de Briceño afirmando: “no tenemos patria, no hemos nacido
todavía. El País natal es un proyecto, no un recuerdo. Extranjeros en todos los
mundos” (p. 355). Es la invitación a construir nuestras identidades desde la
alteridad, sin obviar la occidentalización y el mestizaje que ese proceso nos
ha dejado. Y con esas palabras asumimos ese reto de convivir con la
modernización pero de manera consciente, sin dejar de ser nosotros, manteniendo
nuestra distinción, nuestras otredades.
América
Latina, Nuestramérica, ha cambiado mucho con los desafíos de la tecnología y la
posmodernidad en el transcurso del siglo XX. También conserva huellas de su
pasado pre-colombino. Han surgido nuevas culturas urbanas, pero no han
desaparecido los indios. En pleno siglo XXI el mestizaje sigue siendo el rasgo
esencial para definir nuestro panorama étnico. Somos un verdadero museo del
hombre. Hoy en día el pluralismo étnico es nuestra característica predominante,
establecer estadísticamente la cantidad de indios y mestizos sería imposible.
Mörner (1975), nos habla de tres Américas latinas: la afro-latina, ubicada en el Caribe, con excepción
de Puerto Rico; la euro-latina, conformada por Argentina, Uruguay, Costa Rica,
el extremo sur de Chile y de Brasil; una mestiza-indígena, situada en México,
Guatemala, los Andes y la cuenca amazónica.
Otros estudios hablan de una América Blanca (cono sur, Costa Rica), una
América roja (Centroamérica, región andina, México, Paraguay) y una América
negra (el Caribe).
Esta última clasificación resulta difícil para países
como Colombia o Venezuela, que formarían parte de los tres bloques. Los estudiosos
del tema resaltan la complejidad del mestizaje. Todos estos aportes étnicos
generaron una sociedad pluricultural en constante transformación, en la que los
valores de los hijos de inmigrantes se han mezclado con los valores de los
mestizos. La inmigración europea contemporánea también modificó el panorama
cultural de Puerto Rico, Cuba y Venezuela.
Durante las dos últimas décadas del siglo XIX, gracias al
aporte de la tecnología en materia de transporte y telecomunicaciones, se dio
la desaparición del relativo aislamiento en que se hallaban muchas comunidades
indígenas o mestizas, acelerando el éxodo rural.
Como se afirma en Encuentro
y Convivencia (León, F., 2013), es cuestionable la existencia de un indio
puro en las actuales circunstancias. Se vive en situación de conflicto y de
ambigüedad al conjugar elementos culturales de la cultura dominante como de la
propia cultura dominada. Quizás se haría más apropiado hablar de orígenes
indios, orígenes europeos, raíces populares, y aceptar la hibridación cultural
a la que estamos sometidos en tiempos de globalización. El problema está en qué
es lo que predomina en esa co-habitación de mundos de vida. Según Moreno
(2005), las raíces populares del venezolano permanecen, a pesar del deseo de
aniquilamiento de la cultura moderna dominante.
Hay que recordar que el indio es sometido al pensamiento
del blanqueamiento racial, según el cual ser indio da menos prestigio social,
el mestizaje es considerado mejor en función del posicionamiento en la
sociedad. En la escala da más prestigio ser blanco, luego mestizo, por último,
y como dato de inferioridad, ser negro o indio. Lamentablemente la herencia del
pasado colonial aún permanece. Así lo muestran ciertas expresiones populares:
“se le despertó el indio” (tiene un lapso de ignorancia), “estoy indio con este
aparato” (sinónimo de atraso). El indio, además de ser el vencido, es el
culpable del atraso de la sociedad. Doble castigo.
Para Lemogodeuc (2002) en Nuestramérica las clases
dominantes han sido históricamente los
encargados de gerenciar en materia económica, política, técnica e ideológica.
La cultura de esas élites impuso ciertas
reglas (modos de vestirse, de vivir, de educarse, de alimentarse). Al principio
esto no impidió la posibilidad de intercambio entre los distintos estratos
sociales. La cultura dominante adoptó un sistema extranjero, primero europeo,
luego norteamericano. Proceso que empezó
en la colonia, con la imposición de esquemas políticos, económicos, religiosos,
culturales.
Surge una sociedad de dos niveles: la sociedad dominante
suministra a la sociedad dominada los recursos económicos necesarios para la
subsistencia, ambas existían de manera independiente una de otra. Pero, ¿qué
cultura puede desarrollarse en estas condiciones, cuando su fundamento
económico proviene de un sistema de intercambios ajeno, técnicamente superior y
que le incluye desde la exclusión? La cultura dominada siempre está al margen
de la norma. Estas condiciones no han variado en nuestros días.
Al adoptar el modelo extranjero y urbano, se deja de lado
la propia cultura popular, que estaba formada por diferentes aportes de los
sectores dominados y marginales: el folklore, el mestizaje, el sincretismo. La
cultura popular vendría a ser la síntesis de tradiciones y nuevas formas de creatividad cultural que intervienen en la adopción de nuevas formas de
supervivencia y de co-habitación, lo que genera necesidades espirituales e
ideológicas.
Pese a la discriminación, los pueblos marginados han sido
capaces de producir fenómenos culturales colectivos que les son propios, en los
que se nota los diferentes aportes sincréticos y la resistencia a la
aculturación, la heterogeneidad social ha dado la materia prima para ello. Esta
base popular ha servido de base a los intelectuales para expresar nuestra
otredad, aprovechando las reglas y los mecanismos de la cultura dominante.
Sostiene Lemogodeuc (2002) que a partir de los 60 del
siglo XX, la ciudad se convirtió en realidad predominante, pues concentra,
sintetiza y aumenta todas las tensiones que afecta a estos países, símbolo de
sus fracasos, logros y tendencias. La atracción por la ciudad es más
psicológica que económica. Los medios de comunicación contribuyen a la creación
del mito del confort, la modernidad, el progreso urbano. En la ciudad co-habitan
grupos sociales sin que se encuentren o se crucen. Hay ciudades donde los del
norte no conocen el sur y viceversa, ejemplo de ello es Valencia, Venezuela.
Las condiciones de vida en las ciudades procrean nuevas
prácticas, las necesidades de la actividad económica y de transporte cambian la
dinámica familiar. El debilitamiento de la función del padre, o de la madre,
-en las sociedades matricentradas como la venezolana, según Moreno (2005), inciden en la formación de los hijos. La
solidaridad con quienes provienen del mismo pueblo se mantiene todavía. El
compadrazgo no desaparece, se conserva como una alianza que mantiene el
clientelismo en una red de caciques. Las iglesias pierden influencia en su
papel de estabilización social. La vida urbana sigue siendo un excelente
laboratorio para el cambio, allí se elaboran las nuevas estrategias sociales.
PARA
CONCLUIR: LA RESISTENCIA CULTURAL DESDE NUESTROS CONTEXTOS LATINOAMERICANOS
La ciudad se nos presenta como un centro de contradicciones,
pero también como la sede de encuentros, convivencia y encrucijadas. Es el
laboratorio de nuevas experiencias, dando origen a innovadoras visiones del
mundo, lugar donde surgen a menudo sabidurías de vida (filosofías
nuestramericanas). La gran ciudad ha generado una nueva cultura mixta, mestiza,
híbrida, muchas veces filtrando los elementos de la cultura occidental para
mantener ciertas cosmovisiones, prácticas, valoraciones, estilos de vida. Se
van elaborando características sociales muy originales debido a la resistencia
de los núcleos tradicionales.
Todos estos datos nos llevan a hablar de una posible
filosofía de la relación, del encuentro, siempre dinámica, humana; filosofía
también de la dependencia económica, de la subsistencia de vida y de
pensamiento, ante la pretensión hegemónica de cierto grupo sobre el resto.
Es, pues, la ciudad un mosaico de lugares y de estilos de
vida que se cruzan a veces sin mezclarse, ella sigue siendo un enigma, no puede
encerrarse en una simple definición, el crecimiento de nuevas capas de
población aumenta la incógnita. El fenómeno migratorio es el más crucial para
el desarrollo urbano, esta expansión ha transformado la ciudad. Hoy en día se
habla de la Gran Caracas, la Gran Valencia, muchas poblaciones de la periferia
han sido incluidas dentro de la misma ciudad, pues hacen vida en ella. Así co-habitan
diferentes sectores en distintas fases de desarrollo.
Ciudad nuestramericana: mezcla de cemento, hormigón,
piedra, vidrio, cartón, zinc y tierra. El espacio urbano se modifica, se
remodela, al ritmo de los desplazamientos de las poblaciones. Un collage urbano
define a la ciudad, aun cuando la atención de los estudios se concentre en los
cinturones de miseria. La gente sobrevive porque les interesa el vivir como
convivir, por eso no produce, porque su episteme es otra, sus necesidades
vitales, su mundo, no es sólo el consumo. Se subsiste como se puede en un mundo
de estructura moderna, se usa como instrumento la organización occidental de
nuestras sociedades para lograr convivir afectivamente con aquellos seres
cercanos y significativos en la relación concreta.
Dos proyectos-País: uno centrado en el mercado, la
economía y la producción (el de las élites dirigentes con mentalidad
occidental); otro centrado en la humanidad, en el encuentro y la convivencia
cotidiana (el común del pueblo con raíces tradicionales, populares).
El problema está en que este mundo de sobrevivencia que
es la ciudad, lugar extraño de lucha por los seres queridos, genera desde su
estructura y conformación más desencuentro que encuentro, pues lejos de
promover la convivencia armoniosa, incita a la sobrevivencia de los más aptos,
de los más vivos, y no queda más que defenderse para asegurar la subsistencia
de mi grupo humano del diario convivir. Aunque nuestra filosofía de vida
americana nos lleve a valorar lo humano por encima del mercado y el consumo,
mientras la estructura social no posibilite el acceso de todos a los bienes y
servicios públicos, lo que se genera es la convivencia conflictiva. Gran reto por resolver: pensar y aplicar una
conformación social que apueste a la inclusión desde las propias prácticas de
vida, y no desde la ideologización que busca la perpetuidad en el poder.
La historia reciente de nuestro continente puede
resumirse en la creciente intervención de los poderes del Estado en la vida
personal, bajo el lema de la modernización. Sobre todo desde la segunda mitad
del siglo XX. Sin embargo, muchas comunidades mantienen sus valores, su
idiosincrasia, sus prácticas de vida, sus cosmovisiones, su modo de pensar el
mundo y de pensarse en él. Prácticas de vida que ejercidas por grupos humanos
históricos a través del paso de los años o de los siglos, terminan por
afianzarse y trasmitirse de generación en generación. Y este legado aún
conservado es, pues, nuestro aporte original al resto del mundo.
En la cohabitación de formas de vida, de estructuras de
vida subyacentes: modernidad y pueblo, vale la pena reconocerse, optar por lo
propio y promover las prácticas de vida del común del pueblo, vividas por el
grupo social histórico al cual se pertenece desde el origen. Lo moderno puede
usarse como instrumento de sobrevivencia, no ha de aniquilar nuestra episteme
popular.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y
ELECTRÓNICAS:
- Briceño
Guerrero, J. M. (2007). El Laberinto
de los tres minotauros. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas.
- Castro
Gómez, S. – Grosfoguel, R. (2007). El
Giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del
capitalismo global (Prólogo de Castro Gómez). Siglo del hombre
editores; Bogotá.
- Lemogodeuc,
J. M. (2002). América hispánica en
el siglo XX. UCAB, Caracas.
- León F.
(2013). Encuentro y Convivencia:
desde el acontecer nuestroamericano a la epifanía de nuestra otredad.
Universidad de Carabobo, Venezuela.
- Moreno
A. (2005). El Aro y la Trama.
Ed. CIP, Caracas.
- Mörner,
M. (1975) La mezcla de la raza en la
historia de América Latina. Fayard, París.
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