jueves, 3 de noviembre de 2016

TOLERANCIA, FILOSOFÍA Y DERECHOS HUMANOS










Autor: Prof. Simón Alvarado


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RESUMEN
La investigación se propone abordar el tema de la tolerancia desde una perspectiva filosófica y desde el discurso de los derechos humanos. Desde una perspectiva filosófica la tolerancia se presenta no simplemente como un concepto abstracto sino más bien como una actitud existencial. El filósofo tolerante es aquel que hace de su reflexión filosófica un ejercicio de apertura, de encuentro y de comunión. Desde la perspectiva de los derechos humanos la tolerancia se fundamenta en el principio de la no discriminación y en la proclamación de la igualdad de todos los hombres ante la ley. Pero el fundamento último de esta igualdad es la intrínseca dignidad de la persona humana. Ubicados en un contexto histórico donde se presentan signos evidentes de intolerancia y de discriminación, tanto el filósofo como quien trabaja por los derechos humanos poseen en común una visión antropológica que coloca al hombre siempre como fin y nunca como medio. Una visión antropocéntrica que no se queda en la inmanencia sino que se abre a la trascendencia.


Palabras clave: Filosofía, derechos humanos, dignidad, persona, trascendencia, educación.




Tolerancia, Filosofía y Derechos Humanos


Introducción

El tema que estamos abordando en estas reflexiones filosóficas debe constituir para nosotros, profesores y estudiantes, no solamente un simple ejercicio intelectual de especulación filosófica sino que debe conectarnos con la realidad que vivimos. Realidad por cierto muy cambiante lo que nos exige una atención muy atenta. Nuestro diagnóstico debe ser lúcido y reflexivo, sin lugar para el prejuicio, el subjetivismo, las pasiones y el fanatismo.

En estos momentos se impone para el filósofo la virtud de la sensatez y del sentido común. Es indispensable colocar las cosas en el lugar que les corresponden. Saber diferenciar lo esencial de lo accidental; la forma y el fondo de las cosas; lo importante y prioritario de aquello que es trivial y pasajero.

El filósofo español Ignacio Ellacuría definió la realidad histórica como el objeto de la filosofía. Por eso nuestras reflexiones deben partir no del mundo de las ideas platónicas, sino de las necesidades reales y concretas que padecen los sujetos históricos para saberlas interpretar, analizar y comprender.
Hacer filosofía significa entonces, desde este aquí y ahora, abrir el pensamiento a la realidad histórica que vivimos para descubrir aquello que permanece oculto. Decía Antoine de Saint Exupery que lo esencial está oculto ante nuestros ojos. El concepto de verdad significa “quitar el velo” a aquello que permanece oculto. Aletheia, verdad en griego, significa precisamente “des-ocultamiento”. El concepto de verdad se considera como un quitar los velos que oscurecen el apreciar y conocer las cosas tal como son.
La filosofía, en cuanto interpretación de la realidad, tiene ante sí la tarea de conducir a la verdad de las cosas. Pero a diferencia de las ciencias fácticas y experimentales, el pensamiento filosófico analiza su objeto desde la totalidad para tratar encontrar el sentido último de las cosas y su significado. Esta actitud filosófica requiere una mayor amplitud en el análisis, una visión de conjunto que nos permita visualizar hacia dónde vamos y cuál es el sentido último de aquello que buscamos.

Situados en la perspectiva filosófica, en la reflexión totalizante, nos abocamos a analizar una acción humana como es la tolerancia, considerada por algunos como una virtud. Nos interesa una investigación filosófica que sitúe la tolerancia como una acción que el hombre realiza, una actitud, una manera de relacionarse con los demás, una forma de pensar y de actuar.

Desde la metodología del ver-juzgar-actuar, lo primero que se impone es el diagnóstico para determinar la distancia ente el ser y el deber ser. Este ver no es simplemente un análisis sociológico con elementos cuantitativos. Desde la filosofía el ver tiene un carácter más bien cualitativo que nos permite indagar más allá de lo que aparece a simple vista.

Partiendo de esa metodología echemos una breve mirada a la realidad que nos rodea buscando los elementos más resaltantes. Veamos donde está presente la antípoda de la tolerancia, su lado negativo, su reverso, como lo es la intolerancia. La carencia de una cultura de la tolerancia nos indica ya la necesidad de resaltar el valor y significado de la tolerancia como una acción humana encaminada hacia el bien.

Tanto en el plano político, como en el religioso, social, económico, cultural, social y hasta académico vivimos situaciones de intolerancia. La antípoda de la tolerancia, definida en sentido positivo, es la intolerancia que se presenta como su reverso negativo. El es y el deber ser se presentan ante nuestros ojos y exigen un juicio ético y moral. Las nociones de bien y mal aparecen nuevamente y merecen una justificación ética.

Desde la realidad política nacional es evidente que prevalece la intolerancia sobre la tolerancia. No hay nada más intolerante, por ejemplo, que la pretensión de imponer un pensamiento único que uniforma nuestra sociedad y la castra en su diversidad. El caudillismo, el culto a la personalidad, la no aceptación de las críticas, el tratar de acallar las voces disidentes, entre otros, son signos inequívocos de intolerancia política.
Las grandes religiones han tenido a lo largo de su historia muestras de intolerancia como por ejemplo considerar que ciertas personas pueden obtener la salvación y otras no en virtud de argumentos puramente humanos. En nuestros días la intolerancia religiosa está asociada al fundamentalismo y al fanatismo religioso. Paradójicamente, en nombre de la religión pueblos enteros se enfrentan en violentas guerras cuyos resultados son más división y más intolerancia.

En las relaciones sociales la intolerancia se presenta a menudo vestida de clase social, castas, poder económico y hasta grado académico. Desde esa perspectiva las personas valen por lo que tienen y no por lo que son. Se crean ciudadanos de primera y de segunda clase según sus conexiones, relaciones, parentesco y afinidad política. Esta situación de discriminación viola el principio de igualdad de todos los hombres ante la ley presente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La economía, ciencia al servicio del hombre, se puede convertir en un medio para justificar la intolerancia. En ese gran mercado de consumo y de producción, los pobres, los enfermos y los minusválidos quedan excluidos y marginados. “Consumo luego existo”, perece ser la nueva consigna cartesiana de la filosofía consumista. (Hay ciertas cosas que el dinero no puede comprar, para todo lo demás existe master card...). El mercado consumista es discriminatorio y a veces hasta intolerante porque cosifica al hombre, lo deshumaniza y lo convierte en objeto de consumo. Una economía social de mercado, al contrario, pone al ser humano como centro y fin y no como medio. Busca incluir y no excluir y considera que el capital humano es el principal recurso económico de una nación.

La academia, fundamentada en el saber y en la investigación rigurosa, ¿puede convertirse en lugar de intolerancia? Ciertamente que sí. Basta observar cómo funcionan nuestros centros de investigación y de enseñanza. Cada uno se cree dueño de la verdad y llega a pensar que la disciplina que domina es la más importante. Para ser tolerante hay que también ser humilde para reconocer que la verdad no es un patrimonio individual. Se impone entonces la necesidad de reconocer nuestros errores, corregirlos y seguir buscando de manera incesante y continua nuevas aproximaciones a la verdad que tanto anhelamos. El hombre mientras es más sabio es más humilde porque reconoce su ser insignificante, finito y limitado ante la grandeza del universo. Lo finito tiene como reverso lo infinito. Lo caduco y perecedero nos hace anhelar aquello que no tiene fin, el ser trascendente, eterno e imperecedero.


Filosofía de la Tolerancia.


Algunos autores han planteado una Filosofía de la Tolerancia, definida como una reflexión filosófica que busca crear condiciones para el entendimiento, el diálogo, el reconocimiento del otro, la diversidad, el respeto, la no discriminación y propiciar una convivencia pacífica y democrática basada en niveles mínimos de racionalidad y de justicia.

Si hacemos una breve investigación filosófica sobre la tolerancia encontraremos elementos interesantes para elaborar un verdadero corpus sobre el tema. El paso del “mitos” al “logos” no es otra cosa que entender la realidad en términos de tolerancia, es decir, de una racionalidad al alcance de todos y una comprensión del mundo que excluye el fanatismo y el fundamentalismo.

Partiendo de los griegos nos encontramos con el maestro Sócrates tratando de no imponer nada a la fuerza sino haciendo que su interlocutor aprenda por sí mismo. El método socrático es un método tolerante en cuanto parte del reconocimiento de su ignorancia para, a fuerza de argumentos, llegar a una verdad que satisfaga tanto al maestro como al discípulo. Es la fuerza de la razón la que se impone por su propio peso. Es el pensamiento libre y plural el que impone su señorío. No hay coacción sino persuasión. No hay imposición sino invitación a pensar. La mayéutica socrática sigue siendo un método vigente para la educación. Es el reconocimiento del valor que tiene el sujeto, de su protagonismo, del fomento de su criticidad y el carácter reflexivo de su existencia.

En su Tratado Sobre la Tolerancia, Voltaire se refiere a Sócrates en estos términos: “Sócrates, que el que más se acercó al conocimiento del Creador, sufrió castigo por ello, según dice, y murió mártir de la divinidad; es el único al que los griegos hicieron morir por sus opiniones. Si ésa fue en efecto la causa de su condena, no hace honor a la intolerancia, porque sólo se castigó al único que glorificó a Dios, y se honró a todos los que daban las nociones más indignas de la Divinidad. Los enemigos de la tolerancia no deben, en mi opinión, invocar el odioso ejemplo de los jueces de Sócrates”.1.

Platón en su República nos presenta su gran utopía: la del Estado gobernado por los sabios, es decir, los filósofos. Pero la República platónica es armónica, equilibrada. Cada segmento de la población juega el rol que le corresponde. Cada uno es tratado según sus méritos y virtudes. Unos nacen para gobernar y otros para ser gobernados.

Es tolerante la república de Platón? Lo es en la medida que exista la justicia. No existe el igualitarismo sino el reconocimiento y la aceptación de cada individuo según sus propios méritos y virtudes.

Es una República tolerante aquella donde los ciudadanos valen por sí mismos y son respetados y reconocidos por el valor intrínseco que cada uno posee en cuanto persona.

Por el contrario, es intolerante una República en la cual las personas no son tratadas como ciudadanos sino simplemente como unos súbditos. La ciudadanía, término tan en desuso, significa la reivindicación de la persona en la sociedad, su autonomía y su dignidad. Mientras que el término “republicano” nos refiere a aquel que depende del colectivo, que está referido al Estado o la república.

El cristianismo, con su mensaje de paz y de salvación para todos los hombres de buena voluntad, es una expresión histórica de tolerancia. “Las leyes están hechas para el hombre y no el hombre para las leyes”. “Nadie tiene un amor más grande que aquél que da la vida por sus amigos”. “Trata a los demás como quieres que los demás te traten a ti”. “No devuelvas mal por mal ni insulto por insulto”. “Ama al prójimo como a ti mismo”. “Perdona a tu hermano”. Estas son algunas de las más importantes enseñanzas de tolerancia que nos aporta el cristianismo. Esta doctrina cristiana se esconde hoy bajo varias formas. Una de ellas es el principio de reciprocidad: trata a los demás de la misma manera como quieres ser tratado tú.

En el Capítulo XIV del Tratado Sobre la Tolerancia, Voltaire se pregunta si la intolerancia ha sido enseñada por Jesucristo y al respecto responde: “Casi todo el resto de las parábolas y obras de Jesucristo predica la dulzura, la paciencia, la indulgencia. Es el padre de familia que recibe al hijo pródigo; es el obrero que llega a última hora, y que es pagado como los otros; es el samaritano caritativo; él mismo justifica a sus discípulos por no ayunar; perdona a la pecadora; se contenta con recomendar la fidelidad a la mujer adúltera; se digna incluso condescender con la inocente alegría de los invitados de Caná que, algo borrachos ya, siguen pidiendo vino; quiere hacer un milagro a su favor y cambia para ellos el agua en vino”.

Con la propagación del cristianismo como la religión imperante se plantea durante la edad media el problema de cómo conciliar la fe con la razón. La religión se convierte, en algunos casos, en un medio de intolerancia. Por una parte están los creyentes, que son los salvados y justificados por la fe, y por otra parte están los incrédulos que son los condenados y despreciados. La imposición de una creencia o de una religión a través de la fuerza y la persecución de aquellos pueblos e individuos que no aceptan la verdadera y única religión, constituye una clara demostración de intolerancia religiosa.

Es precisamente el tema de la intolerancia religiosa lo que lleva a Voltaire a escribir su famoso Tratado Sobre la Tolerancia con la intención de denunciar la infamia que constituye usar la religión como una excusa para cometer actos de barbarie. A partir de ese famoso texto se suceden una serie de acontecimientos históricos donde la luz de la razón se impone sobre las tinieblas de la ignorancia y del error. La fraternidad, la igualdad y la libertad, lemas de la Revolución Francesa, comienzan a ser proclamados como antídotos contra toda clase de intolerancia, especialmente la religiosa.

La modernidad, con sus luces y sombras, ha sido una época paradójica: los grandes avances del pensamiento humano han sido puestos al servicio de la infamia y de la barbarie. Recordemos el holocausto judío y los campos de concentración durante la segunda guerra mundial en los cuales murieron millones de seres humanos inocentes. Hombres y mujeres conducidos a las cámaras de gas, y luego a los hornos crematorios y bomba atómica con su poder de exterminio y de muerte que aniquiló a miles de seres humanos y cuyas secuelas todavía están presentes. ¿Puede la filosofía olvidarse de esos hechos y seguir filosofando como si nada hubiese sucedido? ¿Hemos aprendido esa lección tan dolorosa? En su Discurso sobre la Dignidad del Hombre, Giovanni Pico de la Mirandola ya lo había anunciado: Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que son divinas.

Actualmente asistimos a toda una serie de problemas relacionados con la intolerancia como el fundamentalismo religioso, las guerras étnicas, el terrorismo y la degradación ambiental. Estos signos negativos atentan contra la civilización humana y nos interpelan como hombres y mujeres dedicados al estudio, la docencia y la investigación.

Se impone una ética mínima basada en el diálogo, el respeto, el entendimiento y la reciprocidad en el reconocimiento de los derechos humanos para crear las condiciones que nos posibiliten una convivencia pacífica y equilibrada, en armonía con nuestro medio ambiente.

Una Filosofía de la Tolerancia significa, en este contexto, discutir de manera lúcida los grandes problemas que nos agobian desde una perspectiva filosófica, es decir, universal y totatizante. Supone una especulación sobre los fines últimos de la existencia humana para encontrar su sentido y su significado. Es una reflexión que busca tender puentes de entendimiento y de coincidencia entre actores y sectores que son incapaces de ver un poco más allá de su círculo cerrado y de sus propios intereses.

La Filosofía de la Tolerancia debe tener una función terapéutica, según las palabras de Wittgenstein, para en vez de crear más problemas, aligerarlos; en vez de posponer el debate, propiciarlo; en vez de esconder las dificultades, ponerlas en el ntapete la discusión. Una Filosofía que no se esconda en las academias y en los centros de investigación sino que salga a la calle para entrar en diálogo con todas las corrientes del pensamiento.

La Filosofía de la Tolerancia que estamos exponiendo se inscribe dentro de una Filosofía Política. La tolerancia debe ser una institución pública y una virtud privada. Como institución pública debe propiciar el entendimiento, el respeto a las personas y el diálogo. Como virtud privada de cada individuo se convierte en una postura ante la vida, una actitud existencial. El combate está en el plano de las ideas y no en el enfrentamiento personal. Se combate con argumentos el error, la ignorancia, el fanatismo, el fundamentalismo de cualquier orden, pero siempre respetando a las personas.

Tolerancia y Derechos Humanos

Desde la perspectiva de los Derechos Humanos la tolerancia se presenta como una condición sine qua non para su práctica y su ejercicio pleno. No puede haber Derechos Humanos sin tolerancia. La práctica y el ejercicio de los Derechos Humanos llevan implícito el concepto de tolerancia como condición irrenunciable de su teoría y de su praxis.

El nexo indisoluble entre el concepto de tolerancia y el discurso de los Derechos Humanos está en la intrínseca dignidad de la persona humana. El principio que proclama la igualdad de todos los hombres ante la ley se fundamenta precisamente en el reconocimiento de esa dignidad. De este principio se desprende la existencia de unos derechos que son innatos e inherentes, universales, inalienables e intransferibles, irreversibles, inviolables, indivisibles, interdependientes, complementarios y no jerarquizables.

Otro principio, el de la no discriminación, revela el valor que tiene la persona independientemente de su condición sexual, color de su piel, posición económica, religión que profesa, nacionalidad o tendencia política.

Desde esta perspectiva la tolerancia se fundamenta en la inviolable dignidad de la persona humana considerada siempre como fin y nunca como medio.
El artículo 21 de nuestra Constitución Nacional establece que todas las personas son iguales ante la ley, y en consecuencia:

No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona.

La ley garantizará las condiciones jurídicas y administrativas para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva; adoptará medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan ser discriminados, marginados o vulnerables; protegerá especialmente a aquellas personas que por alguna de las condiciones antes especificadas, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se cometan.

Sólo se dará el trato oficial de ciudadano o ciudadana; salvo las fórmulas diplomáticas.

No se reconocen títulos nobiliarios ni distinciones hereditarias.

La Tolerancia es entendida como virtud, la cual consiste esencialmente en el respeto de todas las diferencias formadas por las distintas identidades de las personas y grupos que componen una sociedad o una comunidad. Es la supremacía del valor de las personas, de su dignidad, sus características específicas, por lo tanto, implica consideración a sus opiniones, creencias o prácticas aunque no se compartan, en consideración que no debe suponer aceptar la violación de los derechos fundamentales de la persona. Se pueden distinguir dos clases de tolerancia, por una parte, la tolerancia hacia las creencias y opiniones diferentes, que implica una reflexión sobre la verdad, y por otra, la tolerancia asociada al respeto por las personas que son distintas por razones físicas, sociales o sexuales, que implica una reflexión sobre el tema de los prejuicios, y eventualmente, de la discriminación.
La Discriminación es entendida como toda forma de menosprecio, distinción o exclusión, restricción o preferencia hecha -con o sin distinción- por persona, grupo o institución, basada en la raza, color, sexo, religión, descendencia, origen étnico, edad, orientación sexual, o cualquier característica análoga que anule o menoscabe el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad de los derechos humanos y las libertades fundamentales tanto en las esferas políticas, sociales, económicas, culturales, como en cualquier otra.
Conclusión.
Los miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, congregados en París con motivo de la 28ª reunión de la Conferencia General, del 25 de octubre al 16 de noviembre de 1995, alarmados por la intensificación actual de los actos de intolerancia, violencia, terrorismo, xenofobia, nacionalismo agresivo, racismo, antisemitismo, exclusión, marginación y discriminación perpetrados contra minorías nacionales, étnicas, religiosas y lingüísticas, refugiados, trabajadores migrantes, inmigrantes y grupos vulnerables de la sociedad, así como por los actos de violencia e intimidación contra personas que ejercen su derecho de libre opinión y expresión - todos los cuales constituyen amenazas para la consolidación de la paz y de la democracia en el plano nacional e internacional y en obstáculo para el desarrollo, adoptaron y proclamaron solemnemente la



Declaración de Principios sobre la Tolerancia.

En su artículo 1 define la tolerancia de la siguiente manera:
1.1 La tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia. No sólo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz, contribuye a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz.
1.2 Tolerancia no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia. Ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás. En ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales. La tolerancia han de practicarla los individuos, los grupos y los Estados.
1.3 La tolerancia es la responsabilidad que sustenta los derechos humanos, el pluralismo (comprendido el pluralismo cultural), la democracia y el Estado de derecho. Supone el rechazo del dogmatismo y del absolutismo y afirma las normas establecidas por los instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos.
1.4 Conforme al respeto de los derechos humanos, practicar la tolerancia no significa tolerar la injusticia social ni renunciar a las convicciones personales o atemperarlas. Significa que toda persona es libre de adherirse a sus propias convicciones y acepta que los demás se adhieran a las suyas. Significa aceptar el hecho de que los seres humanos, naturalmente caracterizados por la diversidad de su aspecto, su situación, su forma de expresarse, su comportamiento y sus valores, tienen derecho a vivir en paz y a ser como son. También significa que uno no ha de imponer sus opiniones a los demás.


El Artículo 2 se refiere a la función del Estado:

2.1 En el ámbito estatal, la tolerancia exige justicia e imparcialidad en la legislación, en la aplicación de la ley y en el ejercicio de los poderes judicial y administrativo. Exige también que toda persona pueda disfrutar de oportunidades económicas y sociales sin ninguna discriminación. La exclusión y la marginación pueden conducir a la frustración, la hostilidad y el fanatismo.
En nuestro caso vemos con preocupación como en nuestro país se están utilizando las leyes para discriminar, criminalizar la disidencia y perseguir, acosar y amedrentar a quienes piensan distinto.
Artículo 3.2 La tolerancia es necesaria entre los individuos, así como dentro de la familia y de la comunidad. El fomento de la tolerancia y la inculcación de actitudes de apertura, escucha recíproca y solidaridad han de tener lugar en las escuelas y las universidades, mediante la educación extraescolar y en el hogar y en el lugar de trabajo. Los medios de comunicación pueden desempeñar una función constructiva, facilitando un diálogo y un debate libres y abiertos, difundiendo los valores de la tolerancia y poniendo de relieve el peligro que representa la indiferencia al ascenso de grupos e ideologías intolerantes.
En su Artículo 4 la Declaración de la UNESCO se refiere a la tolerancia y la Educación.
4.1 La educación es el medio más eficaz de prevenir la intolerancia. La primera etapa de la educación para la tolerancia consiste en enseñar a las personas los derechos y libertades que comparten, para que puedan ser respetados y en fomentar además la voluntad de proteger los de los demás.
4.2.  La educación para la tolerancia ha de considerarse un imperativo urgente; por eso es necesario fomentar métodos sistemáticos y racionales de enseñanza de la tolerancia que aborden los motivos culturales, sociales, económicos, políticos y religiosos de la intolerancia, es decir, las raíces principales de la violencia y la exclusión. Las políticas y los programas educativos deben contribuir al desarrollo del entendimiento, la solidaridad y la tolerancia entre los individuos, y entre los grupos étnicos, sociales, culturales, religiosos y lingüísticos, así como entre las naciones.
4.3 La educación para la tolerancia ha de tener por objetivo contrarrestar las influencias que conducen al temor y la exclusión de los demás, y ha de ayudar a los jóvenes a desarrollar sus capacidades de juicio independiente, pensamiento crítico y razonamiento ético.
4.4 Nos comprometemos a apoyar y ejecutar programas de investigación sobre ciencias sociales y de educación para la tolerancia, los derechos humanos y la no violencia. Para ello hará falta conceder una atención especial al mejoramiento de la formación del personal docente, los planes de estudio, el contenido de los manuales y de los cursos y de otros materiales pedagógicos, como las nuevas tecnologías de la educación, a fin de formar ciudadanos atentos a los demás y responsables, abiertos a otras culturas, capaces de apreciar el valor de la libertad, respetuosos de la dignidad y las diferencias de los seres humanos y capaces de evitar los conflictos o de resolverlos por medios no violentos.
Dios quiera que estos postulados se hagan realidad. Que desde nuestra Facultad de Ciencias de la Educación impulsemos una educación para la tolerancia que ayude a nuestros jóvenes a desarrollar sus capacidades de juicio con autonomía, fomente el pensamiento crítico y les permita el razonamiento ético necesario para actuar apegados a la verdad y al bien.









 Licenciado en Filosofía, Universidad Católica Santa Rosa. Laureado en Teología por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, Italia. Tesista de la Maestría en Filosofía, Universidad Simón Bolívar, Caracas. Profesor del Departamento de Filosofía de la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo. Activista de los Derechos Humanos en el área de educación y defensa.


1 comentario:

  1. MATERIAL DEL ENCUENTRO DE LA TOLERANCIA Y FILOSOFÍA "DÉCIMO OCTAVO ENCUENTRO DE FILOSOFÍA (2008)"

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