Autor: Prof. Simón Alvarado∗
RESUMEN
La
investigación se propone abordar el tema de la tolerancia desde una perspectiva
filosófica y desde el discurso de los derechos humanos. Desde una perspectiva
filosófica la tolerancia se presenta no simplemente como un concepto abstracto
sino más bien como una actitud existencial. El filósofo tolerante es aquel que
hace de su reflexión filosófica un ejercicio de apertura, de encuentro y de
comunión. Desde la perspectiva de los derechos humanos la tolerancia se
fundamenta en el principio de la no discriminación y en la proclamación de la
igualdad de todos los hombres ante la ley. Pero el fundamento último de esta
igualdad es la intrínseca dignidad de la persona humana. Ubicados en un
contexto histórico donde se presentan signos evidentes de intolerancia y de
discriminación, tanto el filósofo como quien trabaja por los derechos humanos
poseen en común una visión antropológica que coloca al hombre siempre como fin
y nunca como medio. Una visión antropocéntrica que no se queda en la inmanencia
sino que se abre a la trascendencia.
Palabras clave: Filosofía, derechos humanos, dignidad, persona, trascendencia,
educación.
Tolerancia, Filosofía y Derechos Humanos
Introducción
El
tema que estamos abordando en estas reflexiones filosóficas debe constituir
para nosotros, profesores y estudiantes, no solamente un simple ejercicio
intelectual de especulación filosófica sino que debe conectarnos con la
realidad que vivimos. Realidad por cierto muy cambiante lo que nos exige una
atención muy atenta. Nuestro diagnóstico debe ser lúcido y reflexivo, sin lugar
para el prejuicio, el subjetivismo, las pasiones y el fanatismo.
En estos momentos se impone para el filósofo la virtud
de la sensatez y del sentido común. Es indispensable colocar las cosas en el
lugar que les corresponden. Saber diferenciar lo esencial de lo accidental; la
forma y el fondo de las cosas; lo importante y prioritario de aquello que es
trivial y pasajero.
El filósofo español Ignacio Ellacuría definió la
realidad histórica como el objeto de la filosofía. Por eso nuestras reflexiones
deben partir no del mundo de las ideas platónicas, sino de las necesidades
reales y concretas que padecen los sujetos históricos para saberlas
interpretar, analizar y comprender.
Hacer filosofía significa entonces, desde este aquí y
ahora, abrir el pensamiento a la realidad histórica que vivimos para descubrir
aquello que permanece oculto. Decía Antoine de Saint Exupery que lo esencial
está oculto ante nuestros ojos. El concepto de verdad significa “quitar el
velo” a aquello que permanece oculto. Aletheia, verdad en griego,
significa precisamente “des-ocultamiento”. El concepto de verdad se considera
como un quitar los velos que oscurecen el apreciar y conocer las cosas tal como
son.
La
filosofía, en cuanto interpretación de la realidad, tiene ante sí la tarea de
conducir a la verdad de las cosas. Pero a diferencia de las ciencias fácticas y
experimentales, el pensamiento filosófico analiza su objeto desde la totalidad
para tratar encontrar el
sentido último de las cosas y su significado. Esta actitud filosófica requiere
una mayor amplitud en el análisis, una visión de conjunto que nos permita
visualizar hacia dónde vamos y cuál es el sentido último de aquello que
buscamos.
Situados en la perspectiva filosófica, en la reflexión
totalizante, nos abocamos a analizar una acción humana como es la tolerancia,
considerada por algunos como una virtud. Nos interesa una investigación
filosófica que sitúe la tolerancia como una acción que el hombre realiza, una
actitud, una manera de relacionarse con los demás, una forma de pensar y de
actuar.
Desde la metodología del
ver-juzgar-actuar, lo primero que se impone es el diagnóstico para determinar
la distancia ente el ser y el deber ser. Este ver no es simplemente un análisis
sociológico con elementos cuantitativos. Desde la filosofía el ver tiene un
carácter más bien cualitativo que nos permite indagar más allá de lo que
aparece a simple vista.
Partiendo de esa metodología echemos
una breve mirada a la realidad que nos rodea buscando los elementos más
resaltantes. Veamos donde está presente la antípoda de la tolerancia, su lado
negativo, su reverso, como lo es la intolerancia. La carencia de una cultura de
la tolerancia nos indica ya la necesidad de resaltar el valor y significado de
la tolerancia como una acción humana encaminada hacia el bien.
Tanto en el plano político, como en
el religioso, social, económico, cultural, social y hasta académico vivimos
situaciones de intolerancia. La antípoda de la tolerancia, definida en sentido
positivo, es la intolerancia que se presenta como su reverso negativo. El es y
el deber ser se presentan ante nuestros ojos y exigen un juicio ético y moral.
Las nociones de bien y mal aparecen nuevamente y merecen una justificación
ética.
Desde la realidad política nacional
es evidente que prevalece la intolerancia sobre la tolerancia. No hay nada más
intolerante, por ejemplo, que la pretensión de imponer un pensamiento único que
uniforma nuestra sociedad y la castra en su diversidad. El caudillismo, el
culto a la personalidad, la no aceptación de las críticas, el tratar de acallar
las voces disidentes, entre otros, son signos inequívocos de intolerancia
política.
Las grandes religiones han tenido a lo largo de su historia
muestras de intolerancia como por ejemplo considerar que ciertas personas
pueden obtener la salvación y otras no en virtud de argumentos puramente
humanos. En nuestros días la intolerancia religiosa está asociada al
fundamentalismo y al fanatismo religioso. Paradójicamente, en nombre de la
religión pueblos enteros se enfrentan en violentas guerras cuyos resultados son
más división y más intolerancia.
En las relaciones sociales la intolerancia se presenta a
menudo vestida de clase social, castas, poder económico y hasta grado
académico. Desde esa perspectiva las personas valen por lo que tienen y no por
lo que son. Se crean ciudadanos de primera y de segunda clase según sus
conexiones, relaciones, parentesco y afinidad política. Esta situación de discriminación
viola el principio de igualdad de todos los hombres ante la ley presente en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La economía, ciencia al servicio del hombre, se puede
convertir en un medio para justificar la intolerancia. En ese gran mercado de
consumo y de producción, los pobres, los enfermos y los minusválidos quedan
excluidos y marginados. “Consumo luego existo”, perece ser la nueva consigna
cartesiana de la filosofía consumista. (Hay ciertas cosas que el dinero no
puede comprar, para todo lo demás existe master card...). El mercado consumista
es discriminatorio y a veces hasta intolerante porque cosifica al hombre, lo
deshumaniza y lo convierte en objeto de consumo. Una economía social de mercado,
al contrario, pone al ser humano como centro y fin y no como medio. Busca
incluir y no excluir y considera que el capital humano es el principal recurso
económico de una nación.
La academia, fundamentada en el saber y en la investigación
rigurosa, ¿puede convertirse en lugar de intolerancia? Ciertamente que sí.
Basta observar cómo funcionan nuestros centros de investigación y de enseñanza.
Cada uno se cree dueño de la verdad y llega a pensar que la disciplina que
domina es la más importante. Para ser tolerante hay que también ser humilde
para reconocer que la verdad no es un patrimonio individual. Se impone entonces
la necesidad de reconocer nuestros errores, corregirlos y seguir buscando de
manera incesante y continua nuevas aproximaciones a la verdad que tanto
anhelamos. El hombre mientras es más sabio es más humilde porque reconoce su
ser insignificante, finito y limitado ante la grandeza del universo. Lo finito
tiene como reverso lo infinito. Lo caduco y perecedero nos hace anhelar aquello
que no tiene fin, el ser trascendente, eterno e imperecedero.
Filosofía de la Tolerancia.
Algunos autores han planteado una
Filosofía de la Tolerancia, definida como una reflexión filosófica que busca
crear condiciones para el entendimiento, el diálogo, el reconocimiento del
otro, la diversidad, el respeto, la no discriminación y propiciar una
convivencia pacífica y democrática basada en niveles mínimos de racionalidad y
de justicia.
Si hacemos una breve investigación
filosófica sobre la tolerancia encontraremos elementos interesantes para
elaborar un verdadero corpus sobre el tema. El paso del “mitos” al “logos” no
es otra cosa que entender la realidad en términos de tolerancia, es decir, de
una racionalidad al alcance de todos y una comprensión del mundo que excluye el
fanatismo y el fundamentalismo.
Partiendo de los griegos nos
encontramos con el maestro Sócrates tratando de no imponer nada a la fuerza
sino haciendo que su interlocutor aprenda por sí mismo. El método socrático es
un método tolerante en cuanto parte del reconocimiento de su ignorancia para, a
fuerza de argumentos, llegar a una verdad que satisfaga tanto al maestro como
al discípulo. Es la fuerza de la razón la que se impone por su propio peso. Es
el pensamiento libre y plural el que impone su señorío. No hay coacción sino
persuasión. No hay imposición sino invitación a pensar. La mayéutica socrática
sigue siendo un método vigente para la educación. Es el reconocimiento del
valor que tiene el sujeto, de su protagonismo, del fomento de su criticidad y
el carácter reflexivo de su existencia.
En su Tratado Sobre la Tolerancia,
Voltaire se refiere a Sócrates en estos términos: “Sócrates, que el que más se
acercó al conocimiento del Creador, sufrió castigo por ello, según dice, y
murió mártir de la divinidad; es el único al que los griegos hicieron morir por
sus opiniones. Si ésa fue en efecto la causa de su condena, no hace honor a la
intolerancia, porque sólo se castigó al único que glorificó a Dios, y se honró
a todos los que daban las nociones más indignas de la Divinidad. Los enemigos
de la tolerancia no deben, en mi opinión, invocar el odioso ejemplo de los
jueces de Sócrates”.1.
Platón en su República nos presenta
su gran utopía: la del Estado gobernado por los sabios, es decir, los
filósofos. Pero la República platónica es armónica, equilibrada. Cada segmento
de la población juega el rol que le corresponde. Cada uno es tratado según sus
méritos y virtudes. Unos nacen para gobernar y otros para ser gobernados.
Es tolerante la república de Platón?
Lo es en la medida que exista la justicia. No existe el igualitarismo sino el
reconocimiento y la aceptación de cada individuo según sus propios méritos y
virtudes.
Es una República tolerante aquella
donde los ciudadanos valen por sí mismos y son respetados y reconocidos por el
valor intrínseco que cada uno posee en cuanto persona.
Por el contrario, es intolerante una
República en la cual las personas no son tratadas como ciudadanos sino
simplemente como unos súbditos. La ciudadanía, término tan en desuso, significa
la reivindicación de la persona en la sociedad, su autonomía y su dignidad.
Mientras que el término “republicano” nos refiere a aquel que depende del
colectivo, que está referido al Estado o la república.
El cristianismo, con su mensaje de
paz y de salvación para todos los hombres de buena voluntad, es una expresión
histórica de tolerancia. “Las leyes están hechas para el hombre y no el hombre
para las leyes”. “Nadie tiene un amor más grande que aquél que da la vida por
sus amigos”. “Trata a los demás como quieres que los demás te traten a ti”. “No
devuelvas mal por mal ni insulto por insulto”. “Ama al prójimo como a ti
mismo”. “Perdona a tu hermano”. Estas son algunas de las más importantes
enseñanzas de tolerancia que nos aporta el cristianismo. Esta doctrina
cristiana se esconde hoy bajo varias formas. Una de ellas es el principio de
reciprocidad: trata a los demás de la misma manera como quieres ser tratado tú.
En el Capítulo XIV del Tratado Sobre
la Tolerancia, Voltaire se pregunta si la intolerancia ha sido enseñada por
Jesucristo y al respecto responde: “Casi todo el resto de las parábolas y
obras de Jesucristo predica la dulzura, la paciencia, la indulgencia. Es el
padre de familia que recibe al hijo pródigo; es el obrero que llega a última
hora, y que es pagado como los otros; es el samaritano caritativo; él mismo
justifica a sus discípulos por no ayunar; perdona a la pecadora; se contenta
con recomendar la fidelidad a la mujer adúltera; se digna incluso condescender
con la inocente alegría de los invitados de Caná que, algo borrachos ya, siguen
pidiendo vino; quiere hacer un milagro a su favor y cambia para ellos el agua
en vino”.
Con la propagación del cristianismo
como la religión imperante se plantea durante la edad media el problema de cómo
conciliar la fe con la razón. La religión se convierte, en algunos casos, en un
medio de intolerancia. Por una parte están los creyentes, que son los salvados
y justificados por la fe, y por otra parte están los incrédulos que son los
condenados y despreciados. La imposición de una creencia o de una religión a
través de la fuerza y la persecución de aquellos pueblos e individuos que no
aceptan la verdadera y única religión, constituye una clara demostración de
intolerancia religiosa.
Es precisamente el tema de la
intolerancia religiosa lo que lleva a Voltaire a escribir su famoso Tratado
Sobre la Tolerancia con la intención de denunciar la infamia que constituye
usar la religión como una excusa para cometer actos de barbarie. A partir de
ese famoso texto se suceden una serie de acontecimientos históricos donde la
luz de la razón se impone sobre las tinieblas de la ignorancia y del error. La
fraternidad, la igualdad y la libertad, lemas de la Revolución Francesa,
comienzan a ser proclamados como antídotos contra toda clase de intolerancia,
especialmente la religiosa.
La modernidad, con sus luces y
sombras, ha sido una época paradójica: los grandes avances del pensamiento
humano han sido puestos al servicio de la infamia y de la barbarie. Recordemos
el holocausto judío y los campos de concentración durante la segunda guerra mundial
en los cuales murieron millones de seres humanos inocentes. Hombres y mujeres
conducidos a las cámaras de gas, y luego a los hornos crematorios y bomba
atómica con su poder de exterminio y de muerte que aniquiló a miles de seres
humanos y cuyas secuelas todavía están presentes. ¿Puede la filosofía olvidarse
de esos hechos y seguir filosofando como si nada hubiese sucedido? ¿Hemos
aprendido esa lección tan dolorosa? En su Discurso sobre la Dignidad del
Hombre, Giovanni Pico de la Mirandola ya lo había anunciado: Podrás degenerar
en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu
ánimo, en las realidades superiores que son divinas.
Actualmente asistimos a toda una
serie de problemas relacionados con la intolerancia como el fundamentalismo
religioso, las guerras étnicas, el terrorismo y la degradación ambiental. Estos
signos negativos atentan contra la civilización humana y nos interpelan como
hombres y mujeres dedicados al estudio, la docencia y la investigación.
Se impone una ética mínima basada en
el diálogo, el respeto, el entendimiento y la reciprocidad en el reconocimiento
de los derechos humanos para crear las condiciones que nos posibiliten una
convivencia pacífica y equilibrada, en armonía con nuestro medio ambiente.
Una Filosofía de la Tolerancia
significa, en este contexto, discutir de manera lúcida los grandes problemas
que nos agobian desde una perspectiva filosófica, es decir, universal y
totatizante. Supone una especulación sobre los fines últimos de la existencia humana
para encontrar su sentido y su significado. Es una reflexión que busca tender
puentes de entendimiento y de coincidencia entre actores y sectores que son
incapaces de ver un poco más allá de su círculo cerrado y de sus propios
intereses.
La Filosofía de la Tolerancia debe
tener una función terapéutica, según las palabras de Wittgenstein, para en vez
de crear más problemas, aligerarlos; en vez de posponer el debate, propiciarlo;
en vez de esconder las dificultades, ponerlas en el ntapete la discusión. Una
Filosofía que no se esconda en las academias y en los centros de investigación
sino que salga a la calle para entrar en diálogo con todas las corrientes del
pensamiento.
La Filosofía de la Tolerancia que
estamos exponiendo se inscribe dentro de una Filosofía Política. La tolerancia
debe ser una institución pública y una virtud privada. Como institución pública
debe propiciar el entendimiento, el respeto a las personas y el diálogo. Como
virtud privada de cada individuo se convierte en una postura ante la vida, una
actitud existencial. El combate está en el plano de las ideas y no en el
enfrentamiento personal. Se combate con argumentos el error, la ignorancia, el
fanatismo, el fundamentalismo de cualquier orden, pero siempre respetando a las
personas.
Tolerancia y Derechos Humanos
Desde la perspectiva de los Derechos
Humanos la tolerancia se presenta como una condición sine qua non para
su práctica y su ejercicio pleno. No puede haber Derechos Humanos sin
tolerancia. La práctica y el ejercicio de los Derechos Humanos llevan implícito
el concepto de tolerancia como condición irrenunciable de su teoría y de su
praxis.
El nexo indisoluble entre el concepto
de tolerancia y el discurso de los Derechos Humanos está en la intrínseca
dignidad de la persona humana. El principio que proclama la igualdad de todos
los hombres ante la ley se fundamenta precisamente en el reconocimiento de esa
dignidad. De este principio se desprende la existencia de unos derechos que son
innatos e inherentes, universales, inalienables e intransferibles,
irreversibles, inviolables, indivisibles, interdependientes, complementarios y
no jerarquizables.
Otro principio, el de la no
discriminación, revela el valor que tiene la persona independientemente de su
condición sexual, color de su piel, posición económica, religión que profesa,
nacionalidad o tendencia política.
Desde esta perspectiva la tolerancia
se fundamenta en la inviolable dignidad de la persona humana considerada
siempre como fin y nunca como medio.
El artículo 21 de nuestra
Constitución Nacional establece que todas las personas son iguales ante la ley,
y en consecuencia:
No se permitirán discriminaciones
fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en
general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el
reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y
libertades de toda persona.
La ley garantizará las condiciones
jurídicas y administrativas para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva;
adoptará medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan ser
discriminados, marginados o vulnerables; protegerá especialmente a aquellas
personas que por alguna de las condiciones antes especificadas, se encuentren
en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos
que contra ellas se cometan.
Sólo se dará el trato oficial de
ciudadano o ciudadana; salvo las fórmulas diplomáticas.
No se reconocen títulos nobiliarios
ni distinciones hereditarias.
La Tolerancia es entendida como
virtud, la cual consiste esencialmente en el respeto de todas las diferencias
formadas por las distintas identidades de las personas y grupos que componen
una sociedad o una comunidad. Es la supremacía del valor de las personas, de su
dignidad, sus características específicas, por lo tanto, implica consideración
a sus opiniones, creencias o prácticas aunque no se compartan, en consideración
que no debe suponer aceptar la violación de los derechos fundamentales de la
persona. Se pueden distinguir dos clases de tolerancia, por una parte, la
tolerancia hacia las creencias y opiniones diferentes, que implica una
reflexión sobre la verdad, y por otra, la tolerancia asociada al respeto por
las personas que son distintas por razones físicas, sociales o sexuales, que
implica una reflexión sobre el tema de los prejuicios, y eventualmente, de la
discriminación.
La Discriminación es entendida como
toda forma de menosprecio, distinción o exclusión, restricción o preferencia
hecha -con o sin distinción- por persona, grupo o institución, basada en la
raza, color, sexo, religión, descendencia, origen étnico, edad, orientación
sexual, o cualquier característica análoga que anule o menoscabe el
reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad de los derechos
humanos y las libertades fundamentales tanto en las esferas políticas,
sociales, económicas, culturales, como en cualquier otra.
Conclusión.
Los miembros de la Organización de
las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO,
congregados en París con motivo de la 28ª reunión de la Conferencia General,
del 25 de octubre al 16 de noviembre de 1995, alarmados por la intensificación
actual de los actos de intolerancia, violencia, terrorismo, xenofobia,
nacionalismo agresivo, racismo, antisemitismo, exclusión, marginación y
discriminación perpetrados contra minorías nacionales, étnicas, religiosas y
lingüísticas, refugiados, trabajadores migrantes, inmigrantes y grupos
vulnerables de la sociedad, así como por los actos de violencia e intimidación
contra personas que ejercen su derecho de libre opinión y expresión - todos los
cuales constituyen amenazas para la consolidación de la paz y de la democracia
en el plano nacional e internacional y en obstáculo para el desarrollo, adoptaron
y proclamaron solemnemente la
Declaración de Principios sobre la
Tolerancia.
En su artículo 1 define la tolerancia
de la siguiente manera:
1.1 La tolerancia consiste en el
respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de
nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La
fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad
de pensamiento, de conciencia y de religión. La tolerancia consiste en la
armonía en la diferencia. No sólo es un deber moral, sino además una exigencia
política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz,
contribuye a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz.
1.2 Tolerancia no es lo mismo que
concesión, condescendencia o indulgencia. Ante todo, la tolerancia es una
actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las
libertades fundamentales de los demás. En ningún caso puede utilizarse para
justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales. La tolerancia han
de practicarla los individuos, los grupos y los Estados.
1.3 La tolerancia es la
responsabilidad que sustenta los derechos humanos, el pluralismo (comprendido
el pluralismo cultural), la democracia y el Estado de derecho. Supone el
rechazo del dogmatismo y del absolutismo y afirma las normas establecidas por
los instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos.
1.4 Conforme al respeto de los
derechos humanos, practicar la tolerancia no significa tolerar la injusticia
social ni renunciar a las convicciones personales o atemperarlas. Significa que
toda persona es libre de adherirse a sus propias convicciones y acepta que los
demás se adhieran a las suyas. Significa aceptar el hecho de que los seres humanos,
naturalmente caracterizados por la diversidad de su aspecto, su situación, su
forma de expresarse, su comportamiento y sus valores, tienen derecho a vivir en
paz y a ser como son. También significa que uno no ha de imponer sus opiniones
a los demás.
El Artículo 2 se refiere a la función
del Estado:
2.1 En el ámbito estatal, la
tolerancia exige justicia e imparcialidad en la legislación, en la aplicación
de la ley y en el ejercicio de los poderes judicial y administrativo. Exige
también que toda persona pueda disfrutar de oportunidades económicas y sociales
sin ninguna discriminación. La exclusión y la marginación pueden conducir a la
frustración, la hostilidad y el fanatismo.
En nuestro caso vemos con
preocupación como en nuestro país se están utilizando las leyes para
discriminar, criminalizar la disidencia y perseguir, acosar y amedrentar a
quienes piensan distinto.
Artículo 3.2 La tolerancia es
necesaria entre los individuos, así como dentro de la familia y de la
comunidad. El fomento de la tolerancia y la inculcación de actitudes de
apertura, escucha recíproca y solidaridad han de tener lugar en las escuelas y
las universidades, mediante la educación extraescolar y en el hogar y en el
lugar de trabajo. Los medios de comunicación pueden desempeñar una función
constructiva, facilitando un diálogo y un debate libres y abiertos, difundiendo
los valores de la tolerancia y poniendo de relieve el peligro que representa la
indiferencia al ascenso de grupos e ideologías intolerantes.
En su Artículo 4 la Declaración de la
UNESCO se refiere a la tolerancia y la Educación.
4.1 La educación es el medio más
eficaz de prevenir la intolerancia. La primera etapa de la educación para la
tolerancia consiste en enseñar a las personas los derechos y libertades que comparten,
para que puedan ser respetados y en fomentar además la voluntad de proteger los
de los demás.
4.2. La educación para la tolerancia ha de
considerarse un imperativo urgente; por eso es necesario fomentar métodos
sistemáticos y racionales de enseñanza de la tolerancia que aborden los motivos
culturales, sociales, económicos, políticos y religiosos de la intolerancia, es
decir, las raíces principales de la violencia y la exclusión. Las políticas y
los programas educativos deben contribuir al desarrollo del entendimiento, la
solidaridad y la tolerancia entre los individuos, y entre los grupos étnicos,
sociales, culturales, religiosos y lingüísticos, así como entre las naciones.
4.3 La educación para la tolerancia
ha de tener por objetivo contrarrestar las influencias que conducen al temor y
la exclusión de los demás, y ha de ayudar a los jóvenes a desarrollar sus
capacidades de juicio independiente, pensamiento crítico y razonamiento ético.
4.4 Nos comprometemos a apoyar y
ejecutar programas de investigación sobre ciencias sociales y de educación para
la tolerancia, los derechos humanos y la no violencia. Para ello hará falta
conceder una atención especial al mejoramiento de la formación del personal
docente, los planes de estudio, el contenido de los manuales y de los cursos y
de otros materiales pedagógicos, como las nuevas tecnologías de la educación, a
fin de formar ciudadanos atentos a los demás y responsables, abiertos a otras
culturas, capaces de apreciar el valor de la libertad, respetuosos de la
dignidad y las diferencias de los seres humanos y capaces de evitar los
conflictos o de resolverlos por medios no violentos.
Dios quiera que estos postulados se
hagan realidad. Que desde nuestra Facultad de Ciencias de la Educación
impulsemos una educación para la tolerancia que ayude a nuestros jóvenes a
desarrollar sus capacidades de juicio con autonomía, fomente el pensamiento
crítico y les permita el razonamiento ético necesario para actuar apegados a la
verdad y al bien.
∗ Licenciado
en Filosofía, Universidad Católica Santa Rosa. Laureado en Teología por la
Pontificia Universidad Lateranense de Roma, Italia. Tesista de la Maestría en
Filosofía, Universidad Simón Bolívar, Caracas. Profesor del Departamento de
Filosofía de la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo. Activista
de los Derechos Humanos en el área de educación y defensa.
MATERIAL DEL ENCUENTRO DE LA TOLERANCIA Y FILOSOFÍA "DÉCIMO OCTAVO ENCUENTRO DE FILOSOFÍA (2008)"
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