martes, 14 de marzo de 2017

CONOCIMIENTO Y COMUNIDAD DESDE EL PENSAMIENTO DE ENRIQUE DUSSEL




Dr.  Jairo Pérez

jrperez@uc.edu.ve

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      El mundo está dando cambios constantes, vertiginosos, en algunos casos cambios violentos. Dentro de este mundo encontramos dos formas de pensar, dos cosmovisiones; una de ellas objetiva, donde la razón quiere dominar, también  llamada positivista y que tiene su forma de ver al otro, que tiene su verdad y le gusta imponerla, muchas veces puede lograr reducir al sujeto (Hombre – Mujer) y al objeto (realidad natural) a sus propios intereses y que lleva incluso a posiciones capitalistas o neoliberales, en cuanto a lo económico se refiere. El mejor ejemplo de esta situación se da en el campo de la planificación social, la cual se centra específicamente en  contenidos económicos y presupuestarios induciendo los perfiles del recurso humano, en este contexto queda afuera una visión humanista y antropocéntrica  necesaria para la convivencia productiva desde el conocimiento situado en las comunidades .

      La otra forma de ver el mundo es la subjetiva, donde el ser humano, el ciudadano común, se vuelve potencia, donde lo social y comunitario es importante, donde lo individual es reducido a su máxima expresión. En la subjetividad el sujeto es un ser de necesidades, que solo se satisface socialmente en relaciones que lo determinan. Lo subjetivo nos lleva a la conformación de grupos y lo grupal puede establecer lugares donde los vínculos pueden fortalecerse y ofrezcan herramientas para vivir en comunidad, tomando así las palabras de Freud que nos decía “todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra” (1).

       En esta búsqueda de fundamentación de la acción comunitaria es necesario plantarnos ciertas preguntas que nos conduzcan a una reflexión sincera con nosotros mismos al momento de tomar la decisión de salir a realizar un trabajo comunitario, donde vamos a un “encuentro con”, una comunidad de variadas personas, seres de diferentes sitios y con determinadas costumbres y estos interrogantes son: ¿vamos nosotros a enseñar a los que no saben?, ¿vamos estrictamente a cumplir un requisito universitario o empresario?, ¿Cuál es realmente el propósito de realizar un trabajo comunitario?,  ¿responde mi intención de hacer trabajo comunitario a una necesidad ética de ayudar a los demás?, ¿la admiración y el asombro formaron parte previa del diagnóstico?.

      Es entonces aquí, en esta discusión donde entra Enrique Dussel, filósofo argentino, quien comienza a presentarnos una filosofía latinoamericana que bien nos inducirá a la creación de una teoría previa a la acción comunitaria, no podemos comenzar a realizar trabajos comunitarios desde instituciones, ya sean públicas o privadas, si no está claro esa realidad y ese sujeto y sus verdaderas necesidades, y estar claro que no son mis propuestas y soluciones las que las van a salvar, no vamos a una conquista, no vamos a un descubrimiento o encubrimiento como llamó Dussel a la invasión realizada por los europeos en los tiempos de la conquista, y que podríamos seguir repitiendo si nos consideramos dueños de la verdad, es el dialogo sincero, reciproco y sin prejuicios lo que me aproxima a una verdad común y  liberadora

         Para Dussel está claro  desde donde se debe hacer una filosofía latinoamericana o de la participación y su punto de partida tiene un enfoque ético, reflejado en el libro Ética para la liberación en el sexto capítulo del volumen II, “el rostro del pobre indio dominado, del mestizo oprimido, del pueblo latinoamericano”.  Parte de la revelación del otro y piensa su palabra. Trasciende el lenguaje ontológico y pasa a una metafísica de la alteridad, entendiendo la alteridad como el descubrimiento que el “yo” hace del “otro”, lo que hace surgir una amplia gama de imágenes del “otro”, del “nosotros”, así como visiones del “yo”, tales imágenes, más allá de múltiples diferencias coinciden todas en sus representaciones más o menos inventadas,  de gentes antes insospechadas, radicalmente diferentes que viven en mundos distintos, dentro del mismo planeta. La alteridad (del latín alter: el “otro” de entre dos términos, considerado desde la posición del uno, es decir del “yo”). Es el principio filosófico de “alternar” o cambiar la propia perspectiva por la del “otro”, considerando y teniendo en cuenta el punto de vista, la concepción del mundo, los intereses, la ideología del otro; y no dando por supuesto que la “de uno” es la única posible. La alteridad surge como la idea de ver al otro no desde una perspectiva propia, sino teniendo en cuenta creencias y conocimientos propios del otro. Para esto hay que tener un mayor acercamiento, diálogo y entendimiento sobre el otro. Ya que esto permite conocer con mayor certeza a la otra persona y en esta medida entenderla mejor

       Los cambios que se vienen dando en Venezuela y América Latina en relación a lo social y político nos llevan a realizar una profunda reflexión  en los claustros universitarios y en todos los que hacemos vida en las universidades públicas. La realidad circundante está exigiendo un mayor compromiso ético con el otro, ese otro que me interpela, ese otro que es igual que yo pero que quisiéramos ocultar. Ese entorno nos está exigiendo que participemos , que re-construyamos juntos la sociedad, que definitivamente encontremos el sitio para el encuentro,, para el trabajo vivo, para liberarnos juntos de lo que nos desune, de lo que nos empobrece y nos domina.

       El trabajo comunitario es una acción reflexiva que no puede verse como solo “praxis”, esta acción reflexiva se alimenta con el encuentro del otro y bajo el contexto de alteridad que hemos definido en este trabajo, cuando compartimos con sinceridad los conocimientos, los espacios, las propias necesidades, cuando el otro siente que no es parte de  un populismo institucional y que realmente es re-conocido como persona, como ser situado y que no tiene que agradecer nada porque la superación y la liberación es mutua, del “yo” y del “otro”, que se convierte en “nosotros”. Un “nosotros” que perdura en el tiempo, aun en la ausencia del “yo” inicial. Es un encuentro pedagógico en cuanto involucra un compromiso ético pasional, apunta hacia la humanidad, como valor a priori y hacia la humanización del hombre, es un encuentro de aprendizaje dual y donde está implicada la alteridad, o el intento de ponerse en el lugar del otro, en reconocerlo como semejante, en comprenderle desde dentro. Al conversar con el otro en este encuentro pedagógico que se propone, se establece un juego, en el cual el que ahora es yo sabe que se convertirá en tú y a la inversa.

      Para comprender aún más el significado de este encuentro citaremos a Gregorio Valera-Villegas (2002), en libro pedagogía de la alteridad:

 El encuentro pedagógico y de relación dialógica en el que predomina la participación y el compromiso con el proceso, más que con unos productos; el otro es un límite, una resistencia ética, pero que está al mismo tiempo al alcance de mi. La comprensión del otro, que se despliega como una experiencia estética en el otro, es una creación artística. Esta experiencia, siguiendo a Melich (1994), se explica en tanto evolución dialéctica de la acción educativa, por medio de las siguientes categorías: poiesis, aisthesis y catharsis. La poiesis es creación de la alteridad, y esta creación repercute en la construcción del yo, del sí mismo. La aiestesis es lo opuesto a la poiesis, por tanto es recepción, es desvelamiento del otro, que se revela primero como extraño y luego como cómplice,  como pana. “En la poiesis construyo al otro; en la aisthesis su rostro estalla, se resiste a mis poderes y se me aparece con todo su fuerza y subjetividad”(Melich, 1994: 165. La catharsis es  la síntesis, es acción comunicativa afectiva y empática, esto es, acción mediadora creativa y receptiva que condensa la acción pedagógica. La cual es acción intersubjetiva, en tanto construcción mutua, de carácter dual, porque involucra una comunicación moral. (Cfr. Valera –Villegas, 2002: 142)

       Hacer del encuentro con los otros un espacio pedagógico articula definitivamente la academia con el saber popular, un encuentro de saberes donde se respeta el ser del otro y no importa que metodología se utilice.

       Pueden existir variadas formas de realizar trabajos comunitarios y se pueden ejecutar desde variados espacios, institucionales, no institucionales, grupos voluntarios y obligaciones empresariales con rango de ley. Los mismos líderes comunitarios podrían crear sus propios programas sociales, surgidos de la misma relación de encuentro entre los que van y los que están, sin olvidar que los que van construirán desde lo que ya existe (tradiciones, costumbres, conocimientos propios, formas de ser).

       El trabajo comunitario muchas veces se asocia con “compasión”, centro de atención del sufrimiento ajeno y en algunos casos nos volvemos voluntarios, esta pasión nos permite captar un valor, pero por si sola no enseña cómo responder a ello; por compasión se puede obrar de modo irracional perjudicando al otro. Si lo único que mueve en un trabajo comunitario es la compasión (individual), se interrumpirá la ayuda ante cualquier obstáculo. La condolencia como pura sensibilidad es inestable. No trasciende.

       La manera de ir más allá de esa pasión, de hacer algo por el otro, es enlazar en el propio carácter, la compasión con la solidaridad mediante el compromiso. Aristóteles nos muestra esta relación en su libro ética a Nicodemo (1139 a): “ tres cosas son en el alma las que rigen la acción y la verdad: la sensación, el entendimiento y el deseo”.  Esto está acompañado de una verdadera reflexión – acción – participación.

       La acción de ayudar a otros debe considerar el alcance de logros, porque es desde esos logros que la persona va a cambiar y aportará a la sociedad, de esta manera se produce conocimiento y se crece como persona en mutua relación.

       El trabajo comunitario tiene un matiz de voluntariado y este hay que entenderlo como “una actitud ante la vida y una forma de aprendizaje, una manera de conocerse a uno mismo a través del conocimiento de los otros, es un camino de apertura y búsqueda constante. El voluntariado aprende de las preguntas más que de las respuestas, pero sobre todo es un compromiso social libre y conscientemente asumido”. (2)

        Todo aquello que se vaya a realizar en una comunidad tiene que tener un sentido, un fundamento, una razón coherente. Ese elemento de praxis reflexiva, previa al trabajo comunitario es sin duda el fundamento” ético liberador”, las comunidades no son conejillos de india donde ejecutamos trabajos para lograr objetivos económicos o académicos, el otro no es instrumento de satisfacción personal, es necesario entender que el otro me complementa y tener claro que ese otro tiene una historia, la misma historia de muchos latinoamericanos que han sufrido la dominación de aquellos que por poder político, económico o militar han explotado y disminuido el “ser” del hombre latinoamericano. La intencionalidad de las acciones ameritan por parte de los ejecutores una reflexión antropológica previa en el marco de una  ética liberadora, entonces así, la alteridad tendría sentido de cogestión sincera.

       La prioridad del trabajo comunitario es con los más necesitados, debe ser una opción, una prioridad. Por lo tanto no podemos seguir “conquistando” ni “encubriendo” la realidad de nuestras comunidades pobres. El trabajo comunitario, si quiere ser efectivo no puede limitarse a una cantidad de horas semanales o mensuales, es una concepción de proyecto humano, concepción que tienen que tener las autoridades que tienen a su cargo responsabilidades de dirección institucional hacia las actividades comunitarias, son los que tienen que tener claro los conceptos, para que de esta manera sea un proyecto de liberación humana coherente y continuo.

       Es emergente romper con el esquema individual al que nos han formado “ser para tener” y “tener para ser”, explicando así ese pensamiento capitalista donde hay muchos que tienen demasiado y demasiados que tienen poco, en algunos casos nada, surgiendo así una terrible exclusión.

        Para trabajar en las comunidades existen muchas técnicas y estrategias, todas ellas terminan dando productos y son instrumentos para llegar a cumplir objetivos planteados, cuantificables y cualificables, que dan una satisfacción momentánea. Pero la reflexión que hacemos hoy es que todas estas estrategias  se muevan y giren en un fundamento que incluso supere la dialéctica. Para esto Dussel propone, desde su filosofía de la liberación, el modelo  analéctico, que para el es “el hecho real humano por el que todo hombre, todo grupo o pueblo se sitúa siempre más allá (ana), del horizonte de la totalidad” y también dice: el momento analéctico, (que no es el óntico de las ciencias fácticas ni el ontológico de la dialéctica) refiriéndose semánticamente al “otro” en su exterioridad, esto es su separación y distinción (Dussel 1977). Dussel supera esa ontología –“concepción del ser mundo”- como dominación. América Latina, las naciones oprimidas y dependientes, las masas marginales, “el pobre”, “la mujer”, “la juventud”, podrían ser pensados desde una filosofía que supere el horizonte de la ontología unidimensional. Para Dussel la analéctica es el punto de partida de la ética metafísica de la alteridad que consiste en la aceptación del otro, ideas desarrolladas en el marco de una filosofía de la liberación, que no es más que un movimiento filosófico que se desarrolla en América latina durante los años 70, tiene su punto de partida en la conciencia filosófica de la situación de dominio y alineación que viven los países de la región latinoamericana y de otras regiones del mundo.

      La filosofía de la liberación fue propuesta como una vía de afirmación en América Latina en su diferencia y alteridad, que han sido negadas por el sistema de dominación mundial, una reflexión autentica liberada del minetismo o de la alineación cultural que han sido características del pensamiento inauténtico en América Latina.

      Existe en Dussel un hacer filosofía desde la miseria del pueblo latinoamericano,  pensar otro ausente como otro, lo cual significa una opción, una elección, un compromiso moral para negarse como totalidad, afirmarse como finito y ser ateo del fundamento como identidad: en este sentido el momento analéctico es intrínsecamente ético y la ética – metafísica  de la liberaciones originalmente analéctica.

Desde esta perspectiva, el filósofo, el profesor, el estudiante son analécticos cuando asumen una posición que le lleve a descender del elitismo académico para saber oír la voz que viene de la exterioridad de la dominación. Para Dussel es el inicio del filosofar autentico en América Latina, da paso a una filosofía de los pueblos pobres, en una filosofía de la liberación humana

        Los que quieren asumir un compromiso con las comunidades desde ellas mismas, produciendo conocimientos colectivos y liberándolos de teorías e ideologías dominantes no pueden obviar este camino. No podemos ser postmodernos en medio del hambre, la miseria y la necesidad de luchar por un pueblo oprimido (fundamentación de la ética y la filosofía de la liberación). Eliminar de nuestros conceptos el creer en la falacia desarrollista, imitando a Europa o a los estados Unidos.

       Por otra parte, el encuentro con la comunidad debe ser sin complejos, sin autoridad y sin imposiciones, tiene que ver con un dialogo sincero, humano, donde el asombro es natural y mutuo, para abrir los espacios de construcción infinita, porque, aunque tengamos que irnos físicamente ya habremos quedado en el otro para siempre.

        En esta reflexión se insiste en que el encuentro  comunitario no es un descubrimiento, es un acercamiento mutuo con el otro, donde coincidimos como fichas de un gran rompecabezas. Dussel, citando a Bartolomé de las Casas, en su tratado “De único modo”(1538), plantea claramente que “la única manera de hacer participar a la Europeidad con los indios, no era por medio de la violencia de las armas sino por medio de la argumentación racional”, sin dominación. Por esto la importancia de la alteridad en el accionar con el otro.

      Si retomamos nuevamente el tema de la colonización observamos que es un ejemplo claro de escasa alteridad, o de poco acercamiento y entendimiento hacia otras personas o culturas fue todo el proceso         de colonización por parte de los europeos. En ese proceso en el que dos culturas diferentes se encuentran, una se impone sobre la otra, sin tratar de entender sus creencias o forma de vida. Solo por ser  la cultura indígena, por manejar creencias y comportamientos diferentes a la europea, esta última ve la otra como algo bárbaro  y que debe ser transformado.

Durante este proceso de colonización donde la cultura europea invade otra región y otra cultura, se crean algunas visiones por parte de los colonizadores sobre los indígenas en las que sólo se tenían en cuenta ideales y preceptos propios de Europa, a raíz de esto muchos europeos entraron en un proceso de conversión de los indígenas en los que se impuso la cultura, el idioma y en donde fueron discriminados. Sin duda que este estilo colonizador ha generado hasta nuestros días, exclusión social hacia ellos y hacia todo aquel que sea diferente al prototipo de europeidad. , por lo que el trabajo comunitario debe ser realmente un encuentro para evitar ser un colonizador en nuestro propio territorio.

En tal sentido encontramos que el pensamiento de Dussel asume algunos conceptos del marxismo, no sin trascender sobre ellos, estudia a Marx y descubre el tema de la exterioridad del otro, del pobre, “pauper”, el trabajo vivo como pobreza absoluta, pobreza no como carencia sino como exclusión plena de la riqueza exclusiva objetiva. El trabajo como fuente viva del valor y trabaja a Marx desde una antropología transontológica , que defina al sujeto como fuente(no como fundamento) creadora.

En las comunidades existen muchas fuentes creadoras y no es mi fuente la que va a cambiar situaciones o realidades problemáticas, no es solo buscar y conseguir ese ser oprimido, es trascender desde una ética metafísica en la que se podrá dar significado al trabajo comunitario y a la transformación del Estado, el mismo que tiende a fraccionarse con facilidad desde el sistema político, que es a su vez complejo y que la única forma que tiene de legitimarse es desde la participación del ciudadano en todo lo concerniente a políticas de Estado.

El trabajo comunitario desde lo institucional debe por esencia realizarse con una concepción participativa, continua, ética y con visión de Estado. Aprovechando las ya reconocidas formas de participación social plasmadas en los estamentos legales, sin dejar de ser creativo y asumiendo la ciencia como etnográfica. Para esto la metodología de Investigación Acción Participativa podría aportar elementos significativos en la efectividad de la realización de proyectos comunitarios

Todo el trabajo desarrollado por la investigación llega al elemento fundamental, el planteamiento de una filosofía de la participación, se trata de una filosofía como manera de ver e interpretar el mundo o parte de él. Es importante destacar que la participación es construcción y concreción de la praxis, es una manera de manifestación de lo humano en su ser social, en su estar con el otro, participar es un hacer juntos.

   El tema de la participación es un alerta interesante para responder al nihilismo postmoderno, como lo refieren la autores en cuanto a la cultura de la piel y la ausencia del compromiso postmoderno, la participación es un despertar del ser humano que le permite encausarse en un proyecto de realización y le aleja del nihilismo planteado por el ambiente postmoderno que lo ha arropado en la últimas  décadas donde el ser social es establecido como reunión solo de celebración y no de construcción social.

   Incluso se ha planteado en muchos casos la democracia como delegación de participación, la llamada democracia representativa donde los pueblos eligen sus gobiernos pero luego viven ajenos a ellos, donde participar era elegir representantes y luego fuesen buenos gobernantes o por el contrario, gente que o cumple con los deseos de los electores al final la participación del pueblo era simplemente designar a sus representantes.

        La participación necesita de un yo comprometido con y de un tu comprometido con. Es interesante se aclare que en participación hay grados de compromisos, ello no anula la participación, no se trata de generar un constructo ideológico dogmático, porque al final la participación se convierte en imposición y de eso no se trata.



La participación como dimensión antropológica.

      Desde la participación como dimensión antropológica se abren un mundo de reflexiones que nos permiten aproximarnos  a los siempre discordantes planteamientos sobre lo humano.

      Hablar sobre lo humano siempre genera simplemente conjeturas y son conjeturas por cuanto esto siempre da referencias, no hay certezas y si las hay son muy pocas, hablar sobre lo humano es conflictivo porque entran en juego dualidades, compromisos, multiplicidades y hasta elementos antológico-metafísicos. Es más, cuando se plantea el problema antropológico al final se termina muchas veces donde se inició, no siempre se llega a feliz término cuando se hacen comentarios sobre lo humano, la situación generalmente crea discordancias.

Un elemento fundamental es la reconsideración de lo humano, al mismo tiempo que la postmodernidad o posmodernidad en cierto modo y con sus racionalidades particulares abolió o decretó la muerte del sujeto, del sujeto moderno y de las dimensiones de la modernidad es fundamentalmente importante no mantener una filosofía de objeto sujeto, racionalidad e irracionalidad, es cierto que en desde el existencialismo nihilista de Sartre, Camus, Heidegger y si se quiere anexar Nietzsche, la razón de la existencia fue la construcción de la nada,  desde la voluntad de poder, el ser para la muerte, hasta el homo homine lupus est sartreano, la visión del sueño de una razón como estructura fundamental del ser humano para hacerse y ser ante los demás quedo  como el más profundo de los fraudes, la humanidad que se distinguía de los animales por su racionalidad bajó a lo más profundo de si y solamente encontró la nada, un sujeto que se creyó autoconsciente finalizo no creyendo en nada sino en sus más fervientes pasiones, el dominio, el odio y la opresión. Regímenes que se creen emancipadores terminaron siendo los más opresores y violadores de los derechos humanos, pensaron que eliminando al sujeto, reduciéndolo a objeto surgiría la tan anhelada igualdad.  Ciertamente, la insatisfacción permanente y la desesperanza causaron la mayor apatía,  y por ello (ver Rigoberto Lanz), nadie se siente representado por nadie. Para ser constructor y participe se requiere de un fundamento primigenio, este el reconocer al otro, ver la alteridad, ello no significa olvidarse de la ipseidad, del sí mismo.

Hay otro principio fundamental para hablar de participación,  es que hay una lucha entre posturas economicistas y que se ha pensado solamente desde ellas intentar resolver el problema, es la lucha perenne entre capitalismo y socialismo. Son posturas que surgen desde un punto de vista simplemente económico,  hoy se desea reivindicar alguna negando a la otra, el problema es que si la realidad es dialéctica y una supera a la otra, al final ambas son parte de la realidad pero no son la realidad absoluta, desde el punto de vista dialéctico,  ambas deben ser superadas. La postmodernidad también marca un fin de la historia, es bueno preguntarse de qué historia se habla, de la historia de los modos de producción, de la historia en sentido lineal, de la historia en sentido pendular o de la historia del sujeto. En fin hay un punto y aparte, un pasar una página del mismo libro, que cierra un capítulo pero que abre otro, tampoco en un final abrupto del libro, es posible que la historia del humano sea más llena de caos que dé certidumbre y que cada experiencia sea una experiencia.

Volviendo al punto capitalismo-socialismo, el planteamiento es verlo desde los radicalismos desaforados, si de desean generar planteamientos filosóficos estos son modos de producción, plantearlos como modos de ver el mundo seria un radicalismo y eso es lo que tanto daño hace a la sociedad, el capitalismo ha exacerbado la dimensión individual del ser humano, el sujeto individual, autoconsciente, perenne  y absoluto que se ha encerrado en su yo olvidándose y marginando al otro que finalmente se ha convertido en ególatra y autarca, desde esta postura es posible que se cree que participa, esto no es participación es egoísmo,  no hay un común sino un exclusivo y solitario yo, el otro es reducido simplemente a objeto. Tu no cuentas cuento solamente yo que soy quien manda, el tu es reducido a cosa, no participa y no dialoga, el simplemente obedece al mandamiento del yo todopoderoso. Ciertamente esto se ha configurado como una filosofía de dominación de unos por los otros, Nietzche lo advierte claramente con la voluntad de poder, el más débil solamente le queda obedecer al fuerte, desde este punto de vista no hay sentido de humanidad sino de dominación.

No obstante para otros surgen los sueños de las posturas socialistas,  a todo ello se le está dando un planteamiento interesante en cuanto se ha deseado reivindicar el  significado de socialismo, incluso colocando valores importantes como el de solidaridad y fundamentalmente el de participación.
    
      Participar no es estar allí, es ser allí…con los otros, sin imponer conocimientos, sino construyendo el verdadero saber  que de inicio a una verdad válida para todos, aunque sea utópico, es urgente aprender a trascender desde el encuentro con el otro y entonares los fundamentos aparecerán y serán parte de nosotros mismos, ellos pueden ser ontológicos, epistemológicos y antropológicos, metafísicos, teleológicos, axiológicos y su aplicación dependerá de la capacidad de aprehensión de los ejecutores de la acción comunitaria.
       
       La Universidad de Carabobo emprende el gran reto de ser eficiente en  la relación; ley de trabajo comunitario, docente y estudiante, afuera, comunidad, conocimiento popular y necesidad. Sin la verdad que da la intersubjetividad entre docente y estudiante, inmersos en objetivos claros de cambio social y de compromiso de Estado, la cuesta se hará dura y la realidad nunca va a transformar. Comencemos a tejer la gran red de la alteridad, el otro espera el encuentro. 




  1. Sigmond Freud. Sicología de las masas y análisis del yo. Tomo XV.III. Amorror
  2. García fajardo, S. C. (2001) Manual del voluntariado. Madrid. Solidarios para el desarrollo: 72



BIBLIOGRAFÍA

Bautista S, J. (2005) ¿Qué significa pensar desde América latina?. Texto publicado en la revista Comunicología: Indicios y conjeturas. Publicación electrónica del departamento de comunicación de la Universidad Iberoamericana. Ciudad de México. Primera época, Mamero 4, otoño. 2005. http.// revista comunicología.org.


Dussel, E. (2006) 20 tesis de política. Crefal. Siglo XXI. México

Dussel, E. (1973) Para una ética de la liberación latinoamericana. Editorial siglo XXI. Buenos Aires. Argentina.

Dussel, E. (1998) Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión. Trota. Madrid

Dussel, E.  (2004) Dialogo con John Halloway: Sobre la interpretación Ética, el poder, las instituciones y la estrategia política. Revista herramienta. Núm. 26. Julio. Buenos Aires

Ruano M, E. (1995) La filosofía de la liberación de Enrique Dussel: ¿Alternativa al Marxismo en América Latina ?.Universidad de los Andes. Consejo de publicaciones. Mérida. Venezuela

Scannone, J.C. (1990) Nuevo punto de partida en la filosofía latinoamericana. Editorial Guadalupe. Buenos Aires. Argentina

Valera-Villegas, G. (2002), Pedagogía de la alteridad. CEP. FHE. UCV. Caracas. Venezuela

Silva, C. (2002) Todos somos otros. Cuaderno de postgrado Nro.1 facultad de humanidades y educación. UCV. Caracas. Venezuela


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