Dr.
Jairo Pérez
jrperez@uc.edu.ve
El
mundo está dando cambios constantes, vertiginosos, en algunos casos cambios
violentos. Dentro de este mundo encontramos dos formas de pensar, dos
cosmovisiones; una de ellas objetiva, donde la razón quiere dominar, también llamada positivista y que tiene su forma de
ver al otro, que tiene su verdad y le gusta imponerla, muchas veces puede
lograr reducir al sujeto (Hombre – Mujer) y al objeto (realidad natural) a sus
propios intereses y que lleva incluso a posiciones capitalistas o neoliberales,
en cuanto a lo económico se refiere. El mejor ejemplo de esta situación se da
en el campo de la planificación social, la cual se centra específicamente
en contenidos económicos y
presupuestarios induciendo los perfiles del recurso humano, en este contexto
queda afuera una visión humanista y antropocéntrica necesaria para la convivencia productiva
desde el conocimiento situado en las comunidades .
La
otra forma de ver el mundo es la subjetiva, donde el ser humano, el ciudadano
común, se vuelve potencia, donde lo social y comunitario es importante, donde
lo individual es reducido a su máxima expresión. En la subjetividad el sujeto
es un ser de necesidades, que solo se satisface socialmente en relaciones que
lo determinan. Lo subjetivo nos lleva a la conformación de grupos y lo grupal
puede establecer lugares donde los vínculos pueden fortalecerse y ofrezcan
herramientas para vivir en comunidad, tomando así las palabras de Freud que nos
decía “todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra
la guerra” (1).
En
esta búsqueda de fundamentación de la acción comunitaria es necesario
plantarnos ciertas preguntas que nos conduzcan a una reflexión sincera con
nosotros mismos al momento de tomar la decisión de salir a realizar un trabajo
comunitario, donde vamos a un “encuentro con”, una comunidad de variadas
personas, seres de diferentes sitios y con determinadas costumbres y estos
interrogantes son: ¿vamos nosotros a enseñar a los que no saben?, ¿vamos
estrictamente a cumplir un requisito universitario o empresario?, ¿Cuál es
realmente el propósito de realizar un trabajo comunitario?, ¿responde mi intención de hacer trabajo
comunitario a una necesidad ética de ayudar a los demás?, ¿la admiración y el
asombro formaron parte previa del diagnóstico?.
Es
entonces aquí, en esta discusión donde entra Enrique Dussel, filósofo
argentino, quien comienza a presentarnos una filosofía latinoamericana que bien
nos inducirá a la creación de una teoría previa a la acción comunitaria, no
podemos comenzar a realizar trabajos comunitarios desde instituciones, ya sean
públicas o privadas, si no está claro esa realidad y ese sujeto y sus
verdaderas necesidades, y estar claro que no son mis propuestas y soluciones
las que las van a salvar, no vamos a una conquista, no vamos a un
descubrimiento o encubrimiento como llamó Dussel a la invasión realizada por
los europeos en los tiempos de la conquista, y que podríamos seguir repitiendo
si nos consideramos dueños de la verdad, es el dialogo sincero, reciproco y sin
prejuicios lo que me aproxima a una verdad común y liberadora
Para
Dussel está claro desde donde se debe
hacer una filosofía latinoamericana o de la participación y su punto de partida
tiene un enfoque ético, reflejado en el libro Ética para la liberación en el
sexto capítulo del volumen II, “el rostro del pobre indio dominado, del mestizo
oprimido, del pueblo latinoamericano”.
Parte de la revelación del otro y piensa su palabra. Trasciende el
lenguaje ontológico y pasa a una metafísica de la alteridad, entendiendo la
alteridad como el descubrimiento que el “yo” hace del “otro”, lo que hace
surgir una amplia gama de imágenes del “otro”, del “nosotros”, así como
visiones del “yo”, tales imágenes, más allá de múltiples diferencias coinciden
todas en sus representaciones más o menos inventadas, de gentes antes insospechadas, radicalmente
diferentes que viven en mundos distintos, dentro del mismo planeta. La
alteridad (del latín alter: el “otro” de entre dos términos, considerado
desde la posición del uno, es decir del “yo”). Es el principio filosófico de
“alternar” o cambiar la propia perspectiva por la del “otro”, considerando y
teniendo en cuenta el punto de vista, la concepción del mundo, los intereses,
la ideología del otro; y no dando por supuesto que la “de uno” es la única
posible. La alteridad surge como la idea de ver al otro no desde una
perspectiva propia, sino teniendo en cuenta creencias y conocimientos propios
del otro. Para esto hay que tener un mayor acercamiento, diálogo y
entendimiento sobre el otro. Ya que esto permite conocer con mayor certeza a la
otra persona y en esta medida entenderla mejor
Los
cambios que se vienen dando en Venezuela y América Latina en relación a lo
social y político nos llevan a realizar una profunda reflexión en los claustros universitarios y en todos
los que hacemos vida en las universidades públicas. La realidad circundante
está exigiendo un mayor compromiso ético con el otro, ese otro que me
interpela, ese otro que es igual que yo pero que quisiéramos ocultar. Ese
entorno nos está exigiendo que participemos , que re-construyamos juntos la
sociedad, que definitivamente encontremos el sitio para el encuentro,, para el
trabajo vivo, para liberarnos juntos de lo que nos desune, de lo que nos
empobrece y nos domina.
El
trabajo comunitario es una acción reflexiva que no puede verse como solo
“praxis”, esta acción reflexiva se alimenta con el encuentro del otro y bajo el
contexto de alteridad que hemos definido en este trabajo, cuando compartimos
con sinceridad los conocimientos, los espacios, las propias necesidades, cuando
el otro siente que no es parte de un
populismo institucional y que realmente es re-conocido como persona, como ser
situado y que no tiene que agradecer nada porque la superación y la liberación
es mutua, del “yo” y del “otro”, que se convierte en “nosotros”. Un “nosotros”
que perdura en el tiempo, aun en la ausencia del “yo” inicial. Es un encuentro
pedagógico en cuanto involucra un compromiso ético pasional, apunta hacia la
humanidad, como valor a priori y hacia la humanización del hombre, es un
encuentro de aprendizaje dual y donde está implicada la alteridad, o el intento
de ponerse en el lugar del otro, en reconocerlo como semejante, en comprenderle
desde dentro. Al conversar con el otro en este encuentro pedagógico que se
propone, se establece un juego, en el cual el que ahora es yo sabe que se
convertirá en tú y a la inversa.
Para
comprender aún más el significado de este encuentro citaremos a Gregorio
Valera-Villegas (2002), en libro pedagogía de la alteridad:
El encuentro pedagógico y de relación
dialógica en el que predomina la participación y el compromiso con el proceso,
más que con unos productos; el otro es un límite, una resistencia ética, pero
que está al mismo tiempo al alcance de mi. La comprensión del otro, que se
despliega como una experiencia estética en el otro, es una creación artística.
Esta experiencia, siguiendo a Melich (1994), se explica en tanto evolución
dialéctica de la acción educativa, por medio de las siguientes categorías: poiesis,
aisthesis y catharsis. La poiesis es creación de la
alteridad, y esta creación repercute en la construcción del yo, del sí mismo.
La aiestesis es lo opuesto a la poiesis, por tanto es recepción,
es desvelamiento del otro, que se revela primero como extraño y luego como
cómplice, como pana. “En la poiesis
construyo al otro; en la aisthesis su rostro estalla, se resiste a mis
poderes y se me aparece con todo su fuerza y subjetividad”(Melich, 1994: 165. La
catharsis es la síntesis, es acción
comunicativa afectiva y empática, esto es, acción mediadora creativa y
receptiva que condensa la acción pedagógica. La cual es acción intersubjetiva,
en tanto construcción mutua, de carácter dual, porque involucra una
comunicación moral. (Cfr. Valera –Villegas, 2002: 142)
Hacer
del encuentro con los otros un espacio pedagógico articula definitivamente la
academia con el saber popular, un encuentro de saberes donde se respeta el ser
del otro y no importa que metodología se utilice.
Pueden existir variadas formas de realizar
trabajos comunitarios y se pueden ejecutar desde variados espacios,
institucionales, no institucionales, grupos voluntarios y obligaciones
empresariales con rango de ley. Los mismos líderes comunitarios podrían crear
sus propios programas sociales, surgidos de la misma relación de encuentro
entre los que van y los que están, sin olvidar que los que van construirán
desde lo que ya existe (tradiciones, costumbres, conocimientos propios, formas
de ser).
El
trabajo comunitario muchas veces se asocia con “compasión”, centro de atención
del sufrimiento ajeno y en algunos casos nos volvemos voluntarios, esta pasión
nos permite captar un valor, pero por si sola no enseña cómo responder a ello;
por compasión se puede obrar de modo irracional perjudicando al otro. Si lo
único que mueve en un trabajo comunitario es la compasión (individual), se
interrumpirá la ayuda ante cualquier obstáculo. La condolencia como pura
sensibilidad es inestable. No trasciende.
La
manera de ir más allá de esa pasión, de hacer algo por el otro, es enlazar en
el propio carácter, la compasión con la solidaridad mediante el compromiso.
Aristóteles nos muestra esta relación en su libro ética a Nicodemo (1139 a ): “ tres cosas son en
el alma las que rigen la acción y la verdad: la sensación, el entendimiento
y el deseo”. Esto está acompañado de
una verdadera reflexión – acción – participación.
La
acción de ayudar a otros debe considerar el alcance de logros, porque es desde
esos logros que la persona va a cambiar y aportará a la sociedad, de esta
manera se produce conocimiento y se crece como persona en mutua relación.
El
trabajo comunitario tiene un matiz de voluntariado y este hay que entenderlo
como “una actitud ante la vida y una forma de aprendizaje, una manera de
conocerse a uno mismo a través del conocimiento de los otros, es un camino de
apertura y búsqueda constante. El voluntariado aprende de las preguntas más que
de las respuestas, pero sobre todo es un compromiso social libre y conscientemente
asumido”. (2)
Todo
aquello que se vaya a realizar en una comunidad tiene que tener un sentido, un
fundamento, una razón coherente. Ese elemento de praxis reflexiva, previa al
trabajo comunitario es sin duda el fundamento” ético liberador”, las
comunidades no son conejillos de india donde ejecutamos trabajos para lograr
objetivos económicos o académicos, el otro no es instrumento de satisfacción
personal, es necesario entender que el otro me complementa y tener claro que
ese otro tiene una historia, la misma historia de muchos latinoamericanos que
han sufrido la dominación de aquellos que por poder político, económico o
militar han explotado y disminuido el “ser” del hombre latinoamericano. La
intencionalidad de las acciones ameritan por parte de los ejecutores una reflexión
antropológica previa en el marco de una
ética liberadora, entonces así, la alteridad tendría sentido de
cogestión sincera.
La
prioridad del trabajo comunitario es con los más necesitados, debe ser una
opción, una prioridad. Por lo tanto no podemos seguir “conquistando” ni
“encubriendo” la realidad de nuestras comunidades pobres. El trabajo
comunitario, si quiere ser efectivo no puede limitarse a una cantidad de horas
semanales o mensuales, es una concepción de proyecto humano, concepción que tienen
que tener las autoridades que tienen a su cargo responsabilidades de dirección
institucional hacia las actividades comunitarias, son los que tienen que tener
claro los conceptos, para que de esta manera sea un proyecto de liberación
humana coherente y continuo.
Es
emergente romper con el esquema individual al que nos han formado “ser para
tener” y “tener para ser”, explicando así ese pensamiento capitalista donde hay
muchos que tienen demasiado y demasiados que tienen poco, en algunos casos
nada, surgiendo así una terrible exclusión.
Para
trabajar en las comunidades existen muchas técnicas y estrategias, todas ellas
terminan dando productos y son instrumentos para llegar a cumplir objetivos
planteados, cuantificables y cualificables, que dan una satisfacción
momentánea. Pero la reflexión que hacemos hoy es que todas estas
estrategias se muevan y giren en un
fundamento que incluso supere la dialéctica. Para esto Dussel propone, desde su
filosofía de la liberación, el modelo
analéctico, que para el es “el hecho real humano por el que todo hombre,
todo grupo o pueblo se sitúa siempre más allá (ana), del horizonte de la
totalidad” y también dice: el momento analéctico, (que no es el óntico de las
ciencias fácticas ni el ontológico de la dialéctica) refiriéndose
semánticamente al “otro” en su exterioridad, esto es su separación y distinción
(Dussel 1977). Dussel supera esa ontología –“concepción del ser mundo”- como
dominación. América Latina, las naciones oprimidas y dependientes, las masas
marginales, “el pobre”, “la mujer”, “la juventud”, podrían ser pensados desde
una filosofía que supere el horizonte de la ontología unidimensional. Para
Dussel la analéctica es el punto de partida de la ética metafísica de la
alteridad que consiste en la aceptación del otro, ideas desarrolladas en el
marco de una filosofía de la liberación, que no es más que un movimiento
filosófico que se desarrolla en América latina durante los años 70, tiene su
punto de partida en la conciencia filosófica de la situación de dominio y
alineación que viven los países de la región latinoamericana y de otras
regiones del mundo.
La
filosofía de la liberación fue propuesta como una vía de afirmación en América
Latina en su diferencia y alteridad, que han sido negadas por el sistema de dominación
mundial, una reflexión autentica liberada del minetismo o de la alineación
cultural que han sido características del pensamiento inauténtico en América
Latina.
Existe
en Dussel un hacer filosofía desde la miseria del pueblo latinoamericano, pensar otro ausente como otro, lo cual
significa una opción, una elección, un compromiso moral para negarse como
totalidad, afirmarse como finito y ser ateo del fundamento como identidad: en
este sentido el momento analéctico es intrínsecamente ético y la ética –
metafísica de la liberaciones
originalmente analéctica.
Desde esta
perspectiva, el filósofo, el profesor, el estudiante son analécticos cuando
asumen una posición que le lleve a descender del elitismo académico para saber
oír la voz que viene de la exterioridad de la dominación. Para Dussel es el
inicio del filosofar autentico en América Latina, da paso a una filosofía de
los pueblos pobres, en una filosofía de la liberación humana
Los
que quieren asumir un compromiso con las comunidades desde ellas mismas,
produciendo conocimientos colectivos y liberándolos de teorías e ideologías
dominantes no pueden obviar este camino. No podemos ser postmodernos en medio
del hambre, la miseria y la necesidad de luchar por un pueblo oprimido
(fundamentación de la ética y la filosofía de la liberación). Eliminar de
nuestros conceptos el creer en la falacia desarrollista, imitando a Europa o a
los estados Unidos.
Por
otra parte, el encuentro con la comunidad debe ser sin complejos, sin autoridad
y sin imposiciones, tiene que ver con un dialogo sincero, humano, donde el
asombro es natural y mutuo, para abrir los espacios de construcción infinita,
porque, aunque tengamos que irnos físicamente ya habremos quedado en el otro
para siempre.
En esta reflexión se insiste en que
el encuentro comunitario no es un
descubrimiento, es un acercamiento mutuo con el otro, donde coincidimos como
fichas de un gran rompecabezas. Dussel, citando a Bartolomé de las Casas, en su
tratado “De único modo”(1538), plantea claramente que “la única manera de hacer
participar a la Europeidad
con los indios, no era por medio de la violencia de las armas sino por medio de
la argumentación racional”, sin dominación. Por esto la importancia de la
alteridad en el accionar con el otro.
Si
retomamos nuevamente el tema de la colonización observamos que es un ejemplo
claro de escasa alteridad, o de poco acercamiento y entendimiento hacia otras
personas o culturas fue todo el proceso de
colonización por parte de los europeos. En ese proceso en el que dos culturas
diferentes se encuentran, una se impone sobre la otra, sin tratar de entender
sus creencias o forma de vida. Solo por ser
la cultura indígena, por manejar creencias y comportamientos diferentes
a la europea, esta última ve la otra como algo bárbaro y que debe ser transformado.
Durante este
proceso de colonización donde la cultura europea invade otra región y otra
cultura, se crean algunas visiones por parte de los colonizadores sobre los
indígenas en las que sólo se tenían en cuenta ideales y preceptos propios de
Europa, a raíz de esto muchos europeos entraron en un proceso de conversión de
los indígenas en los que se impuso la cultura, el idioma y en donde fueron
discriminados. Sin duda que este estilo colonizador ha generado hasta nuestros
días, exclusión social hacia ellos y hacia todo aquel que sea diferente al
prototipo de europeidad. , por lo que el trabajo comunitario debe ser realmente
un encuentro para evitar ser un colonizador en nuestro propio territorio.
En tal sentido
encontramos que el pensamiento de Dussel asume algunos conceptos del marxismo,
no sin trascender sobre ellos, estudia a Marx y descubre el tema de la
exterioridad del otro, del pobre, “pauper”, el trabajo vivo como pobreza
absoluta, pobreza no como carencia sino como exclusión plena de la riqueza
exclusiva objetiva. El trabajo como fuente viva del valor y trabaja a Marx
desde una antropología transontológica , que defina al sujeto como fuente(no
como fundamento) creadora.
En las comunidades
existen muchas fuentes creadoras y no es mi fuente la que va a cambiar
situaciones o realidades problemáticas, no es solo buscar y conseguir ese ser
oprimido, es trascender desde una ética metafísica en la que se podrá dar
significado al trabajo comunitario y a la transformación del Estado, el mismo
que tiende a fraccionarse con facilidad desde el sistema político, que es a su
vez complejo y que la única forma que tiene de legitimarse es desde la
participación del ciudadano en todo lo concerniente a políticas de Estado.
El trabajo
comunitario desde lo institucional debe por esencia realizarse con una
concepción participativa, continua, ética y con visión de Estado. Aprovechando
las ya reconocidas formas de participación social plasmadas en los estamentos
legales, sin dejar de ser creativo y asumiendo la ciencia como etnográfica.
Para esto la metodología de Investigación Acción Participativa podría aportar
elementos significativos en la efectividad de la realización de proyectos
comunitarios
Todo el trabajo
desarrollado por la investigación llega al elemento fundamental, el
planteamiento de una filosofía de la participación, se trata de una filosofía
como manera de ver e interpretar el mundo o parte de él. Es importante destacar
que la participación es construcción y concreción de la praxis, es una manera
de manifestación de lo humano en su ser social, en su estar con el otro,
participar es un hacer juntos.
El
tema de la participación es un alerta interesante para responder al nihilismo
postmoderno, como lo refieren la autores en cuanto a la cultura de la piel y la
ausencia del compromiso postmoderno, la participación es un despertar del ser
humano que le permite encausarse en un proyecto de realización y le aleja del
nihilismo planteado por el ambiente postmoderno que lo ha arropado en la
últimas décadas donde el ser social es
establecido como reunión solo de celebración y no de construcción social.
Incluso
se ha planteado en muchos casos la democracia como delegación de participación,
la llamada democracia representativa donde los pueblos eligen sus gobiernos
pero luego viven ajenos a ellos, donde participar era elegir representantes y
luego fuesen buenos gobernantes o por el contrario, gente que o cumple con los
deseos de los electores al final la participación del pueblo era simplemente
designar a sus representantes.
La
participación necesita de un yo comprometido con y de un tu comprometido con.
Es interesante se aclare que en participación hay grados de compromisos, ello
no anula la participación, no se trata de generar un constructo ideológico
dogmático, porque al final la participación se convierte en imposición y de eso
no se trata.
La participación
como dimensión antropológica.
Desde
la participación como dimensión antropológica se abren un mundo de reflexiones
que nos permiten aproximarnos a los
siempre discordantes planteamientos sobre lo humano.
Hablar
sobre lo humano siempre genera simplemente conjeturas y son conjeturas por
cuanto esto siempre da referencias, no hay certezas y si las hay son muy pocas,
hablar sobre lo humano es conflictivo porque entran en juego dualidades,
compromisos, multiplicidades y hasta elementos antológico-metafísicos. Es más,
cuando se plantea el problema antropológico al final se termina muchas veces
donde se inició, no siempre se llega a feliz término cuando se hacen
comentarios sobre lo humano, la situación generalmente crea discordancias.
Un elemento
fundamental es la reconsideración de lo humano, al mismo tiempo que la
postmodernidad o posmodernidad en cierto modo y con sus racionalidades
particulares abolió o decretó la muerte del sujeto, del sujeto moderno y de las
dimensiones de la modernidad es fundamentalmente importante no mantener una
filosofía de objeto sujeto, racionalidad e irracionalidad, es cierto que en
desde el existencialismo nihilista de Sartre, Camus, Heidegger y si se quiere
anexar Nietzsche, la razón de la existencia fue la construcción de la
nada, desde la voluntad de poder, el ser
para la muerte, hasta el homo homine
lupus est sartreano, la visión del sueño de una razón como estructura
fundamental del ser humano para hacerse y ser ante los demás quedo como el más profundo de los fraudes, la
humanidad que se distinguía de los animales por su racionalidad bajó a lo más
profundo de si y solamente encontró la nada, un sujeto que se creyó
autoconsciente finalizo no creyendo en nada sino en sus más fervientes
pasiones, el dominio, el odio y la opresión. Regímenes que se creen
emancipadores terminaron siendo los más opresores y violadores de los derechos
humanos, pensaron que eliminando al sujeto, reduciéndolo a objeto surgiría la
tan anhelada igualdad. Ciertamente, la
insatisfacción permanente y la desesperanza causaron la mayor apatía, y por ello (ver Rigoberto Lanz), nadie se
siente representado por nadie. Para ser constructor y participe se requiere de
un fundamento primigenio, este el reconocer al otro, ver la alteridad, ello no
significa olvidarse de la ipseidad, del sí mismo.
Hay otro principio
fundamental para hablar de participación,
es que hay una lucha entre posturas economicistas y que se ha pensado
solamente desde ellas intentar resolver el problema, es la lucha perenne entre
capitalismo y socialismo. Son posturas que surgen desde un punto de vista
simplemente económico, hoy se desea
reivindicar alguna negando a la otra, el problema es que si la realidad es
dialéctica y una supera a la otra, al final ambas son parte de la realidad pero
no son la realidad absoluta, desde el punto de vista dialéctico, ambas deben ser superadas. La postmodernidad
también marca un fin de la historia, es bueno preguntarse de qué historia se
habla, de la historia de los modos de producción, de la historia en sentido
lineal, de la historia en sentido pendular o de la historia del sujeto. En fin
hay un punto y aparte, un pasar una página del mismo libro, que cierra un capítulo
pero que abre otro, tampoco en un final abrupto del libro, es posible que la
historia del humano sea más llena de caos que dé certidumbre y que cada
experiencia sea una experiencia.
Volviendo al punto
capitalismo-socialismo, el planteamiento es verlo desde los radicalismos
desaforados, si de desean generar planteamientos filosóficos estos son modos de
producción, plantearlos como modos de ver el mundo seria un radicalismo y eso
es lo que tanto daño hace a la sociedad, el capitalismo ha exacerbado la
dimensión individual del ser humano, el sujeto individual, autoconsciente,
perenne y absoluto que se ha encerrado
en su yo olvidándose y marginando al otro que finalmente se ha convertido en
ególatra y autarca, desde esta postura es posible que se cree que participa,
esto no es participación es egoísmo, no
hay un común sino un exclusivo y solitario yo, el otro es reducido simplemente
a objeto. Tu no cuentas cuento solamente yo que soy quien manda, el tu es
reducido a cosa, no participa y no dialoga, el simplemente obedece al
mandamiento del yo todopoderoso. Ciertamente esto se ha configurado como una
filosofía de dominación de unos por los otros, Nietzche lo advierte claramente
con la voluntad de poder, el más débil solamente le queda obedecer al fuerte,
desde este punto de vista no hay sentido de humanidad sino de dominación.
No obstante para
otros surgen los sueños de las posturas socialistas, a todo ello se le está dando un planteamiento
interesante en cuanto se ha deseado reivindicar el significado de socialismo, incluso colocando
valores importantes como el de solidaridad y fundamentalmente el de
participación.
Participar no es
estar allí, es ser allí…con los otros, sin imponer conocimientos, sino
construyendo el verdadero saber que de
inicio a una verdad válida para todos, aunque sea utópico, es urgente aprender
a trascender desde el encuentro con el otro y entonares los fundamentos
aparecerán y serán parte de nosotros mismos, ellos pueden ser ontológicos, epistemológicos
y antropológicos, metafísicos, teleológicos, axiológicos y su aplicación
dependerá de la capacidad de aprehensión de los ejecutores de la acción
comunitaria.
La Universidad de
Carabobo emprende el gran reto de ser eficiente en la relación; ley de trabajo comunitario,
docente y estudiante, afuera, comunidad, conocimiento popular y necesidad. Sin
la verdad que da la intersubjetividad entre docente y estudiante, inmersos en
objetivos claros de cambio social y de compromiso de Estado, la cuesta se hará
dura y la realidad nunca va a transformar. Comencemos a tejer la gran red de la
alteridad, el otro espera el encuentro.
- Sigmond Freud. Sicología de las masas y
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