jueves, 23 de marzo de 2017

EDUCANDO CONTRA LA MARGINALIDAD.









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Erick Páez

MANDARRIAZOS DE CONCIENCIA PARA DERRIBAR RANCHOS MENTALES.

            Debo comenzar diciendo que es, principalmente, a partir del trabajo del            Dr. Manuel Barroso, quien realizó estudios de filosofía en Burgos, España, una maestría en Educación y otra en Psicología Clínica en la Universidad de Loyola, que analizaremos algunos aspectos de carácter filosófico, sociológico y psicológico que tienen que ver con la interesante relación entre educación y marginalidad existente en nuestro país.
            Antes de elucidar la relación entre educación y marginalidad es pertinente volver sobre este primer concepto que tan cotidianamente “vivenciamos” los docentes en nuestro quehacer diario, para revisar si realmente somos cónsonos con su significado. La palabra “Educar” lleva la raíz latina “ducere” (educare- educere); esta, a su vez, viene de una raíz indoeuropea *deuk- que significa guiar, con lo que educar sería "guiar o conducir" en el conocimiento.   “Educación” se desprende de “educare” que quiere decir: desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc. Nótese la profundidad y al tiempo la grandeza que nos evoca el concepto sólo al contemplarlo desde su etimología.
Luego tenemos conceptos de educación que a lo largo de la historia han venido brindando algunos autores (mariasdlp.blogspot.com) como por ejemplo Piaget cuando dice que educar “es forjar individuos, capaces de una autonomía intelectual y moral  y que respeten esa autonomía del prójimo, en virtud precisamente de la regla de la reciprocidad”, o Willmann: “La educación es el influjo previsor, directriz y formativo de los hombres maduros sobre el desarrollo de la juventud, con miras a hacerla participar de los bienes que sirven de fundamento a la sociedad”; finalmente haré referencia a uno de los más profundos en su simplicidad y que más me gusta, el de Platón en La República: “La buena educación es la que da al cuerpo y al alma toda la belleza, toda la perfección de que son capaces”.
Como ya podemos inferir (y sin ánimos de sonar clasista o excluyente), esto de educar, de enseñar, no es cualquier cosa ni para cualquier persona pues constituye una gran responsabilidad con el presente y el futuro de los pueblos; la educación, según mi humilde opinión, es el cimiento de la civilización, es la base sobre la que el individuo irá construyendo paulatinamente el edificio de su propia plenitud y por consiguiente la posibilidad de habitar en sólidas urbes de felicidad compartida. Lamentablemente, muchos no hemos entendido esto o simplemente no lo compartimos y nos conformamos con brindar una educación improvisada, mal hecha, endeble y vulnerable a los avatares del tiempo, de los cambios y de las ideologías, nos conformamos con una educación sin columnas sólidas y metafóricamente construida de forma precaria sobre cuatro palos torcidos, y por eso terminamos con una sociedad llena de individuos “mal educados” y que lejos de poseer estables construcciones intelectuales, conceptuales y morales, terminamos con un país lleno de gente con “ranchos mentales”; terminamos, con un montón de venezolanos que lo que tienen, y me disculpan la expresión, es “un rancho en la cabeza”. Y ¿Cuál es la causa y al mismo tiempo el resultado más fehaciente de todo este proceso de mala educación, de construcción del “rancho mental” y de desidia educativa? Pues yo estoy convencido de que la respuesta no es otra que la marginalidad. Vivimos en una Venezuela en la que cada día nos acostumbramos más a la marginalidad, una sociedad que poco a poco se acomoda más a estándares marginales.
 Es aquí en donde entra a ser más que pertinente, necesario, ahondar en el concepto de “marginalidad”, pues a nadie le gusta que le llamen marginal y mucho menos sin haberle explicado la razón. La real academia de la lengua española define la palabra “Marginal” como lo que está al margen; cuando se trata de una persona o de un grupo, dice: Que vive o actúa, de modo voluntario o forzoso, fuera de las normas sociales comúnmente admitidas. En este contexto, tal vez muchos de nosotros nos sentimos muy lejanos de ese calificativo tan ofensivo pues nos consideramos fieles cumplidores de la ley y de los parámetros sociales establecidos; sin embargo, Manuel Barroso en su libro “Autoestima del venezolano” (2011) nos brinda un concepto de marginalidad bastante más profundo y que no se agota “necesariamente en lo socio-económico sino en la marginalidad más aberrante que es la de haber perdido la conciencia de sí, vivir en su no-experiencia, sin definición de sí mismo”. Podemos ver entonces, desde esta concepción, que no se es marginal sólo por no conducirse con propiedad en sociedad sino además cuando no nos conducimos con propiedad con nosotros mismos, cuando nuestra conducta se aleja de lo que verdaderamente somos y actuamos, no solo al margen, sino en contra de nuestros propios roles.
Sigue explicando Barroso (ibíd.”: “La marginalidad… es ese ubicarse con una filosofía de vida ajena a sí, distante del otro, encerrada, sin ventilación. Son los razonamientos, el modelo de análisis y de solución de problemas sin importar detalles, ni costos, improvisando soluciones, negociando y firmando lo que se sabe nadie va a poder cumplir, es el no valorar y no darle sentido a las personas. Con un venezolano ausente de sí –a todos los niveles sociales- , ajeno a su experiencia de vida, instalado en el poder, como forma de sentirse bien, difícilmente podemos pensar en otro país diferente al que hemos hecho”; tal como podemos ver entonces, la marginalidad no se refiere a una condición económica ( hay ricos marginales y pobres también), no se refiere a una clase social (pues hay obreros marginales y señoras de la alta sociedad también), ni tampoco se refiere al nivel intelectual (pues es cierto que hay gente ignorante que es marginal, pero profesores de filosofía también los hay). En fin, podemos asumir entonces, desde la explicación de Barroso que la marginalidad no es otra cosa que cuando dejamos de ser todo aquello que podemos y debemos ser y hacer, y empezamos por alejarnos de nosotros mismos y luego del otro. Un país corrupto es un país marginal, un país donde se mata por un par de zapatos es un país marginal, un país donde se enseña a los niños que ser honesto es ser “pendejo” es un país marginal, un país donde los docentes tienen que abandonar sus horas de clase para hacer colas por comida es un país marginal, un país donde se gasta más plata en ron que en libros es un país marginal. Señoras y señores, con todo el dolor del mundo y desde la perspectiva de barroso, les afirmo: vivimos en un país marginal.
Ahora bien, luego de abrir los ojos a esta dura realidad salta a nosotros la pregunta: ¿Y no hay nada que podamos hacer? ¿Estamos inexorablemente condenados a vivir en la marginalidad? Afortunadamente, no; hay todavía una luz al final de túnel, una tabla de salvación, una posibilidad real de vencer la marginalidad y no es otra que la educación, educar contra la marginalidad. Es por eso que me presento hoy ante uds, con el fin de compartir lo que yo considero tres pasos trascendentales que podríamos dar para empezar a transformar el sistema educativo actual en una verdadera educación “tumbarranchos”:

PASO 1: REEDUCAR A LOS EDUCADORES.
En esta parte quisiera de antemano disculparme con mis colegas aquí presentes si hiero algunas susceptibilidades, pero considero que una de las mejores formas de crecimiento personal es la autocrítica, siempre dentro del marco del respeto por uno mismo y por los otros; seamos justos ¿cómo podríamos hacer una reflexión objetiva acerca de los necesarios cambios de paradigma en la concepción educativa si no comenzamos por una sincera revisión de nuestro rol y nuestra praxis docente? ¿Cómo señalar la existencia de una educación marginal sin antes asumir la existencia de docentes marginales? Es duro, lo sé, pero es necesario.
Y entonces, ¿qué es un educador marginal? un educador marginal es un educador que educa para la marginalidad desde la marginalidad. Y ¿cuándo educamos para y desde la marginalidad? Barroso (ibíd.) nos responde que lo hacemos cuando: “educamos para satisfacer las necesidades de un profesor exigente, o para echárnosla de vivos con uno desmotivado. Al alumno se le imparten contenidos irrelevantes, y se le obliga a memorizarlos, castigándole por no responder exactamente como el otro quiere…La cotidianidad de nuestra educación se caracteriza por el descontacto, la ignorancia, la desmotivación y la prepotencia, quedando en todos un mal sabor de la experiencia educativa”. ¿Cuántos de nosotros no hemos tenido la experiencia amarga e inolvidable de un profesor o una maestra que lejos de ayudarnos en el proceso de enseñanza-aprendizaje se convirtieron en nuestra piedra de tranca para lograr nuestros objetivos o alcanzar nuestras competencias? Maestras que nos ponían tareas interminables que después no corregían, maestros que nos discriminaban por nuestra apariencia, nuestra voz y hasta nuestro olor; profesoras que nos desmotivaban con frases como: “Ud. Jamás será nadie en la vida”, profesores que nos prohibían expresamente acercarnos a ellos o que sin importar cuántas veces levantáramos desesperadamente las manos para participar, nos ignoraban; como ven, la lista de ejemplos podría ser muy larga.
Paulo Freire, un hombre grande en educación, en su famosa obra “Pedagogía del oprimido” (1988) describe algunas realidades propias de una concepción educativa completamente errada y que encajan perfectamente con lo que venimos describiendo, es decir, una educación para la marginalidad en la que:
“-   El educador es quien piensa, el sujeto del proceso, los educandos   
     son los objetos pensados.
-    El educador es quien habla, los educandos escuchan.
-       El educador es quien disciplina, los educandos los disciplinados.
-       El educador es quien escoge el contenido programático, los educandos a quienes jamás se escucha, se acomodan a él.”
¿Ahora ven por qué les hablo de “reeducar” a los educadores? Es imposible salir de la marginalidad desde la educación si no reinventamos la manera de educar, creo que el primer paso es “reeducarnos” y dejar a un lado en primer lugar nosotros nuestros niveles de marginalidad particular para empezar a fungir desde la grandeza de nuestra labor. Se trata de que le empecemos a enseñar al estudiante que tiene una dignidad inviolable, que tiene valor y potencialidad; es motivarlos, como dice Barroso (ibíd.), a “que cada venezolano diseñe su proyecto de vida como persona, sabiendo que su destino no es permanecer en la pobreza, en la ignorancia ni el hambre. Cada uno es responsable de salir de toda esa manera de pensar y de vivir… La pobreza es una actitud ante la vida, un comportamiento instalado en el marginal para justificar su propia desvalorización. Es la más cruel de las coartadas”.
Apreciados profes, colegas, es posible “desmarginalizar” a la gente, es posible “demoler el rancho” del estudiante marginal, pero el primer “rancho mental” que tenemos que destruir es el que desde hace años traemos en la cabeza cuando llegamos al aula y nos creemos superiores a nuestros alumnos, sólo porque somos profesores.

PASO 2: EDUCAR PARA EL FUTURO.

En julio del año pasado un reconocido diario lanzaba un titular que decía: “Educación venezolana afronta severa crisis” hablaba de la dotación de “canaimitas” baratas a las escuelas mientras el gobierno hacía grandes inversiones en armamento militar; yo me pregunto… ¿será que lo que realmente mantiene en crisis a la educación venezolana es la falta de tecnología de punta?. ¿Qué pasaría si a cada estudiante de primaria se le dotara de una Tablet Galaxy Tab S 10.5, 4G?, ¡solucionada la crisis de la educación venezolana! No lo creo. Yo también pienso que atravesamos una severa crisis a nivel educativo en nuestro país, pero que no la solucionaremos con tablets, con infraestructuras de primer mundo, con petróleo, con dólares, ni siquiera atiborrando de comida a las escuelas pues todas esas son soluciones a problemas de forma y no del problema de fondo: “el rancho”.
Educar para el futuro es brindarle al estudiante herramientas que le permitan en primer lugar reconocerse como una persona digna, merecedora de un futuro que le corresponde por justicia pero que debe granjearse por sí mismo a fuerza de trabajo duro y honesto, y en segundo lugar que existe una relación de co-responsabilidad entre él y la comunidad a la cual debe responder con sentido de agradecimiento y compromiso. Educar para el futuro, en palabras de Barroso (ibíd), “…es formar, crear una persona nueva, con una visión para la vida, para ser útil a la sociedad”; en una educación de cara al futuro, “se le crean al alumno modelos y se le proporciona una tutoría efectiva con las perspectivas de desarrollo que afectan, por igual, al educando, al educador, a la familia y a la comunidad. La educación es el único camino garantizado para el desarrollo”.
No podemos seguir enseñando para el presente, para salir del paso, materia vista-hora cobrada, clase a clase aleccionando estudiantes con contenidos vacíos e irrelevantes que no lo conectan con su realidad ni con sus necesidades, pero lo mantienen en el asiento para justificar nuestro salario del día. Nuestro rol como docentes es fundamental al momento de construir la educación del futuro; tenemos la responsabilidad y la oportunidad de brindarle herramientas a nuestros muchachos que les permitan la construcción de un mañana, sólido como un inmenso y hermoso castillo donde pueden ser felices o endeble como un espantoso rancho donde están destinados a la miseria y a la tristeza. Dice Barroso (ibíd): “El maestro es el instrumento, el representante, para despertar la curiosidad creativa, cultivar la autoestima y orientar al alumno hacia la sociedad” eso, estimados colegas, es educar para el futuro.

PASO 3: EDUCAR PARA LA TRANSFORMACIÓN.
Finalmente, llegamos al tercer paso para el logro de una educación que contribuya con la demolición de nuestros llamados “ranchos mentales”, y quisiera comenzar a exponerles esta tercera propuesta con una pequeña anécdota: Hace aproximadamente 30 años, yo era apenas un muchacho que estudiaba primer año en el liceo “Batalla de Carabobo” en tocuyito, actual municipio Libertador, era un niño como muchos otros de este país, lleno de miedos, de complejos y de inseguridad, ya había empezado sin saberlo (con la ayuda de algunos adultos) la construcción de mi propio “ranchito mental”; y tuve la dicha de conocer a un personaje que sin yo saberlo transformaría mi vida para siempre con su ejemplo, se trata de mi profesor de educación artística: Taol Bichachi.
 Taol era un tipo flaquito, blanco y con cabello crespo, unos grandes ojos verdes que siempre se la pasaba muy alegre y que fumaba más que un marihuanero con deudas, era un gran artista plástico y era común verlo llegar a la clase con la ropa toda manchada de pintura porque estaba haciendo un mural en los pasillos del liceo. Recuerdo que al entrar al aula nos pedía que nos quitáramos los zapatos para estar más cómodos y que nos despeináramos “para activar las ideas”, dictaba su clase con inmensa pasión y siempre estaba muy contento, nos enseñaba con paciencia y dedicación, nos decía que soñáramos qué queríamos ser cuando fuéramos grandes y nos aseguraba que si trabajábamos con amor y honestidad no habría nada que no pudiéramos hacer realidad; fue entonces, inspirado por la fuerza interior de aquel hombrecillo, que por primera vez pasó por mi cabeza la idea de ser docente y ocurrió el milagro, la transformación; de ser un niño perdido con medio rancho en mi cabeza yo pasé a ser un niño con los planos de un edificio en su mente, un niño con un sueño…
De nada sirve que comencemos este proceso de cambio de mentalidad, de modificación del paradigma educativo, si al final no logramos una transformación profunda en todos los actores del proceso enseñanza-aprendizaje, un cambio de fondo en los docentes, en los estudiantes, en la familia y en la sociedad. Lo sé, suena como una romántica utopía, pero ¿acaso no parecían utopías los más grandes logros de la humanidad? Yo vivo convencido de que no sólo es posible, sino que es necesario educar para la transformación cultural de este país. Y ¿en qué consiste la transformación cultural? Barroso (ibíd.) lo describe así:                                “La transformación cultural consiste en introducir una información más completa, con mapas de solidaridad más definidos y con una conciencia clara de quiénes somos y cuál ha de ser nuestra participación como miembros de una comunidad dinámica… nuevas interrelaciones entre recursos y alternativas, nueva información en los sistemas, nuevas creencias y valores, normas y actitudes que son las que hacen un paradigma distinto”.
Respetados colegas, estimadísimos estudiantes, asistentes en general aquí reunidos, su presencia aquí en este día no es otra cosa que el reflejo de su inconformidad con una sociedad sin sentido que ha perdido el rumbo hacia sí misma, están aquí buscando respuestas a sus más profundas e inquietantes incógnitas, están aquí porque se resisten a vivir con un rancho (obligado o autoimpuesto) que ya les pesa en sus cabezas porque simplemente no es propio de su dignidad de personas y de venezolanos; yo vengo a proponerles hoy una respuesta y esa respuesta es el cambio, la transformación de nuestra cultura, como lo diría Barroso (ibíd.) “si logramos esta transformación cultural a nivel de personas, de organizaciones y de comunidades, habremos cambiado el curso del país, habremos llevado a cabo la revolución más grande de todas las revoluciones: el desarrollo del hombre en la comunidad…
Antes de finalizar quisiera aclarar que, aunque hoy era necesario generalizar, estoy consciente de la ardua labor que muchos de uds. aquí presentes vienen desempeñando para alcanzar la “desmarginalización” de nuestra sociedad. Sigamos luchando! Sigamos trabajando! Que cada día en las aulas se convierta en un mandarriazo contra los propios ranchos mentales y luego ayudemos a nuestro prójimo a derrumbar los suyos; estoy seguro de que en algún tiempo estaremos viviendo en una Venezuela plena de urbes de felicidad personal y compartida, cimentada en las sólidas bases de la tolerancia, la comunión, la libertad, el amor y el progreso.











BIBLIOGRAFÍA
-       Barroso, M. “Autoestima del venezolano, Edit. Galac, S.A. Caracas, Venezuela, 2011.

-       Freire,P. “Pedagogía del oprimido”,Edit. Tierra Nueva, Montevideo,Uruguay, 1988.



-       http://mariasdlp.blogspot.com/2010/11/definicion-de-educacion-por-diferentes_24.html

1 comentario:

  1. Ponencia presentada en la IV Jornada de Filosofía. La filosofía y la Profesión Docente en FACE, UC

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