Pedro Rafael Rueda Torres
Correo: prueda@uc.edu.ve
1.
¿Qué significa para usted la Educación Humanizadora?
Ha surgido, surge y surgirá
centrada en la persona, es decir, ella es quien humanizando se humaniza y en
ese proceso de hominización logra entender la trascendencia, el valor, sentido
y grandeza del hecho educativo. Sin educación sustentada en la persona misma
sería imposible humanizarse ni humanizar; tanto es así que los grandes teóricos
de la educación, plantean que solamente en la educación y a través de su praxis
es como la persona logra humanizarse, en consecuencia logra “salir de su estado
salvaje” a un estado realmente pleno de humanidad, en un permanente hacerse
para luego poder trascender en libertad y en la verdad.
La educación no es solamente
la que va a complementar nuestro ser y nuestro hacer, sino que es el punto de apoyo para fundamentar
nuestra interioridad, razón y sentido, no de forma aislada sino persona con el
otro, virtud socializadora de encuentro dialógico propio de la humanización del
“yo” →“Tú”, del “Tú” →“yo” generando un nosotros de
reconocimiento teleológico, sagrado de nuestra dignidad. “Homo imago Dei”. ¿De
qué le sirve al ser humano aprender mucho, saber mucho… y no ser capaz de
comunicarlo y de ponerlo al servicio del bien común? Cualquier descubrimiento
en la historia de la cultura universal que observemos siempre ha estado representada
la humanidad en pleno, en virtud de sentido, valor y estética de significado
que puede afirmarse, que el hombre en general está educando para educar,
servir y amar con capacidad de asombro y vocación de trascendencia.
Hay que asumir la propia vocación
como Don, gratuidad para colocarla a disposición de los demás en la verdad; ya
que es a través de ella (la verdad), como no solamente avanza la persona
individualmente, sino también como colectividad. En consecuencia, lo que
invierte una familia (papá, mamá, hijos…) en cada uno de sus miembros en
educación, camino de perfección, es la mejor opción que ésta puede realizar,
eligiendo de manera libre, consciente y responsable. El proceso de humanización
no es nada reciente, es tan antiguo como el hombre, desde que él mismo tiene
conciencia de su ser, en el devenir histórico más específicamente en el momento
clave que interroga y se pregunta, gracias a unos deseos insaciables de conocer
más allá del misterio antropológico y teleológico.
¿De qué están hechas las
cosas…? mirada racional y espiritual (desde la fe) ¿Qué es el universo, el
cosmos, el hombre, Dios…? Sentido de la vida, la muerte, la libertad, el
lenguaje, la cultura, la ciencia, el mito. ¿Qué es la verdad?, ¿Quién soy?,
¿Dónde estoy? ¿Hacia dónde voy? ¿El valor del sufrimiento? ¿El tiempo físico y
el tiempo metafísico? ¿Qué es la razón, su sentido de mirar más allá de donde
el común de los mortales no es capaz de ver?
En virtud de ese proceso
dialéctico, introspectivo, proceso compartido de hominización es
donde cada persona se asume desde lo más adentro para darle fundamento a la
racionalidad como uno de los “cristales” micro cósmico de observar la propia
subjetividad y a través de ella la realidad toda que interpela, desde la
ética del compromiso de ocuparme, preocuparme y construir en armonía con la madre naturaleza, adecuándome a sus
leyes y mandatos.
El universo no tiene límites
para las dos alas de la verdad: la fe y la razón, en él todo es armonía, todo
se complementa. “Dios siempre nos perdona, el hombre a veces nos perdona, pero
la madre naturaleza, al no observarla y respetarla tal cual es, jamás nos
perdona”.
Cada individuo lo que es y
posee lo exterioriza. Cuando nos asumimos desde adentro, desde “la casa del alma”, donde no hay límites
nos conduce a mirar con sentido de grandeza y a trascender en humanidad, todo,
gracias a la educación en valores, a la religión, a la cultura como propuesta
permanente y humanizadora, entrelazada con la filosofía, con el primer lenguaje
humano: el mito; la ciencia, la tecnología y la cibernética, con todo aquello
que ha podido el hombre construir en sueños y realidades embelleciendo el
personal y colectivo universo, hasta lograr edificar un hábitat tanto mejor
donde quepamos todos con respeto y
dignidad, pilares éstos de la educación humanista y deontológica.
Este mundo de experiencias,
pensamientos, sueños e ideas…, nos conduce no sólo a interrogar y evaluar, el
comportamiento humano, sino también la necesidad de plantearnos nuevos desafíos
en el aquí y en el ahora, desde la educación y para la educación; sin separar
la razón, y el corazón de la vida desde un país y una sociedad bien específica.
Sólo una propuesta educativa, centrada en nuestra verdad, realidad y misterio
será capaz de liberar y liberarnos, hasta humanizar aquello que aún HOY el
hombre ha sido incapaz de hacer: educarse y educar desde la pedagogía de la paz
(Paz – Ciencia), la libertad, la gratitud y el amor como elementos antropológicos de la educación.
2.
¿Qué elemento cree usted que interrumpe o hace que esa
educación humanizadora no se dé realmente como debería?
El caso “educar en
Venezuela”, ¿Cómo formar para Venezuela?, ¿Cómo formar en Venezuela a sus
ciudadanos?; ¿Cómo invertir en ese recurso más preciado, único e insustituible
que tiene todo país como lo es el recurso humano? Indudablemente aquí
intervienen muchas interrogantes que son propias de la filosofía de la educación, porque no
basta solamente con tener escuelas, instituciones educativas, personal que
administre a medias el quehacer educativo con toda una infraestructura y super
estructura, también hay que preguntarse acerca del valor de la educación, la
praxis educativa, ¿qué tipo de ciudadanos queremos formar para el país; desde
una “racionalidad dialógica”?; ¿cuáles son los postulados ontológicos y
gnoseológicos…? ¿Qué filosofía humanista, antropológica debe crearse y cómo
administrarse? ¿El valor de educar, el valor de quién educa y a quién se
educa? Así sucesivamente podríamos hacer un sinfín de interrogantes y quedarnos
sin respuestas que guíen e iluminen la razón y el alma de la educación como
acto sagrado, para la construcción del nuevo hombre, la nueva patria, la nueva
sociedad, la familia que tanto necesitamos. Hay que contemplar con preguntas y
sin ellas desde el silencio de asombro, la grandeza de la vida, el milagro de
la vida desde el momento de su concepción y durante todo su desarrollo y
crecimiento desde la educación de los
afectos.
No olvidemos que el concepto
de educación en nuestro contexto, se halla enjaulado, ideologizado con las
cadenas de la ignorancia, del conformismo y del miedo a la libertad. Aún hoy
Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Andrés Bello, Francisco de Miranda, Luis Beltrán
Prieto Figueroa, Arturo Uslar Pietri, Mario Briceño Iragorry, Rómulo Gallegos,
Juan Bosco, Paulo Freire, Gabriela Mistral, entre muchísimos otros pensadores
de la educación; paradigmas de libertad en dignidad, se hallan incomprendidos.
Es público y notorio que los que administran y
han administrado la educación, los funcionarios que han intentado pensarla y
comunicarle vida, se han comportado como tecnócratas, sobrevivientes de
ideologías extrasnochadas, desnaturalizadas y desactualizadas, hambriadores y hambrientos de poder para castigar y
esclavizar en la miseria humana de la ignorancia. Todo esto, obstaculiza la
educación para la vida buena, para la verdad y la responsabilidad, para el
servicio y la solidaridad; educación para el desarrollo integral y la paz,
educación para lo bello, noble, justo, loable y trascendental del alma humana
en libertad. Educación auténtica es aquella que une, se comunica, invita a
pensar; es decir, se reflexiona, acompaña, respeta y edifica, en el bien común,
perfeccionando lo imperfectible sin dejar de MIRAR EL CIELO con los afectos del corazón.
La experiencia educativa
comienza desde el momento que se percibe la vida como un Don, desde el primer
instante que se concibe con todo respeto y asombro en el vientre de la madre.
¡Sí! Es la madre con vocación extraordinaria e insustituible en la pedagogía del amor, para nutrir con su
propia sangre, su carga genética, histórica y emocional; con su exclusivo
sentir, ese gran milagro de la persona, razón y fuente de la fe, la esperanza y
la felicidad. Esa misma persona va luego a comunicar vida en abundancia,
independiente y agradecida de la madre que le parió, sutil y frágil que jamás
se desprenderá de toda la familia, de su acompañamiento y el de la sociedad;
porque educar es ante todo socializar para la paz, para el autoreconocimiento y
permanente autoconocimiento, como proyecto existencial que se va haciendo desde
la pedagogía de la gratitud, del trabajo personal a la apertura de todo aquello
que es virtud.
Hoy en Venezuela no hay mucha
claridad, por lo menos yo no la percibo en lo personal, en cuanto al desempeño
de las distintas instancias por parte del Estado y de la sociedad en general.
Hay una gran crisis deontológica, ética y axiológica acerca de nuestra identidad.
La vida parece ser que ya no es nuestro valor absoluto y el bien común ya no
representa imperativo de deber, obligación y fuente de enriquecimiento donde se
sustente nuestra venezolanidad, memoria de un pasado reciente aún conservado
por nuestros adultos mayores, maestros de la vida buena, camino de identidad.
La gran fuente de esperanza para todas las crisis en las distintas
generaciones; además de orden psicológico, afectivo, emocional, de fe y de
nuestras convicciones espirituales y religiosas, es la educación. Ella jamás se halla sola, es el brazo derecho de
la mamá de todas las demás ciencias, saberes y disciplinas: La filosofía, ella
es quien nos invita amablemente a reconocer y a darle nombre y apellido a la
crisis… Metamorfosis del mal para el bien. Crisis es siempre oportunidad,
camino, cambio, futuro, es rectificar (…) volver al BIEN perdido.
¿Qué tipo de educación
debemos asumir, planificar y orientar para las presentes y futuras
generaciones? En este país, nuestro país, el país de la vida, las necesidades
van en aumento y se multiplican. Es real la desilusión colectiva, la
sobrevivencia no puede ni debe ser el pilar de la educación ni la razón de
nuestros sueños. Las respuestas se hallan dentro de nosotros mismos y su
aplicabilidad, están contenidas en nuestra Carta Magna o pacto social.
La educación como estilo de
vida para humanizarnos y humanizar, desde la verdad de la persona y con la
verdad que tenemos de ella es un compromiso de todos ya que su bondad como sumo
bien, le pertenece a toda la especie humana y al cosmos. “Somos ciudadanos del
infinito” (Víctor Hugo). La educación hay que entenderla y asumirla como
imperativo de generación tras generación que se hace de manera permanente con
el fin de perfeccionar la naturaleza humana. No sólo es un bien compartido sino
también es un vivir multidisciplinario. En la medida que la persona se educa,
se desarrollan sus capacidades y sus aptitudes se construyen en la armonía de
los afectos, haciendo posible la edificación de un mundo personal compartido
permanentemente dinámico, dialógico y holístico.
El gran objetivo general de
la educación que se halla presente en las metas, objetivos
específicos, desarrollo y logros: es
la felicidad. Educar es formar integralmente a cada ciudadano para
que sea feliz, para que sea virtuoso. Lamentablemente esto ya no lo observamos,
sólo con muy pocas excepciones, nuestro país implora al cielo con verdad y
justicia la pedagogía del respeto, de la aceptación, del reconocimiento, de la
tolerancia, de los afectos a la vida como fuente inagotable de construcción
desde y para la paz, con armonía de alma y con un solo corazón.
No hay saberes, aunque sí lo
han intentado las ciencias fácticas, experimentales y algunas ideologías seudo
humanistas de pretender meter al ser humano en un tubo de ensayo para descubrir
cuáles son sus necesidades y dar una definición de LA PERSONA. Este intento históricamente y sociológicamente ha
quedado muy corto y fracasado. Es impensable considerar al ser humano de esa
manera. ¡Es imposible! Jamás podremos imaginarlo como un reducto (una fórmula),
como un mero instrumento u objeto, porque si lo hacemos le negamos la verdad y
su teleología: Lo irrespetamos. El ser humano no podrá jamás ser pensado y
considerado como un mero producto social, porque lo desligamos de su dignidad,
su verdad y misterio, tal como lo han hecho regímenes y gobiernos nazi,
oligárquicos, socialistas y seudo marxistas, comunistas, militaristas,
dictatoriales y capitalistas, entre otros.
La persona humana es
demasiado sagrada, demasiado grande y demasiado misterio para convertirla en
una mera cosa, en un artículo o pieza o como un mero problema u objeto de
consumo del cual podemos deshacernos. ¡Pues no! Considero que una de las
situaciones y dificultades más graves de los venezolanos, sin desligarnos de la
problemática del ámbito mundial; donde no se perciben valores permanentes ni
una jerarquía de los mismos; observamos, sentimos, padecemos y vivimos todos,
pero todos, un proceso de deshumanización, de cosificación, relativización y de
una ética y moral circunstancial y a conveniencia de parte “in fraganti” en
aumento.
Indiscutiblemente se ha
convertido en lo que en el siglo XVI, en el nacimiento de la modernidad, Thomas
Hobbes, ha llamado al hombre “Lobo del mismo hombre”, a eso hemos llegado, ser
enemigos de nosotros mismos, en nombre de la ciencia, del progreso, de las
ideologías, de las religiones, irrespetando lo transcendental y lo sagrado de
la vida humana que hay en cada uno de nosotros.
3.
¿De qué manera cree usted que podría el docente en su
hacer diario comunicar una educación más humana?
Antes de llegar al acto
pedagógico propiamente dicho, hay que reeducar al docente para los nuevos
tiempos y nuevos desafíos. Nuestro tiempo es exigente y también lo son las
generaciones emergentes, la vocación del educador es muy especial por venir de
lo Alto, del Cielo; tan importante como cualquier otra vocación, la de éste es
comparable con la vocación de Dios, es sublime y elevada, inmanente y
transcendente, a semejanza de ser mamá o ser papá, donde el corazón guía a la
razón y ésta (la razón) sin dejar de ser ella misma, obedece al amor hermoso
que habita en el corazón de la vida.
Si un educador no siente ese privilegiado
llamado de servir y acompañar, de entusiasmarse con gozo para motivar con
alegría, de formarse permanentemente para educar desde cada corazón como
dijeran los grandes pedagogos San Juan Bosco y el mismo Paulo Freire, entre
otros: Si la educación no es un acto del corazón, si no es un acto de
amor hermoso, no es auténtica educación; entonces resulta y acontece que
si el que educa no vibra con la música y la energía del cosmos como auténtico
ser humano, más que con la palabra con el buen ejemplo, no es auténtico docente
y por ende distorsiona su vocación… lástima porque da lástima y se convierte en
un asalariado dador de clase.
En la crisis de patria, de
venezolanidad e identidad, crisis de humanidad, nos negamos a asumirnos; no
queremos esforzarnos por ser paradigmas ni de nuestra propia sombra, ni
siquiera de nosotros mismos, es decir, no queremos ser plenamente humanos para
humanizar. Hay un divorcio con el país de la vida (sueños, anhelos, esperanzas,
con el estudio y el trabajo creador); se sobrevive en las nuevas ideologías,
decadentes y distorsionadas de nuestro pasado y de nuestro presente. Un vulgar
reduccionismo de la persona a lo material, económico, al relativismo ético,
moral sin alma y dignidad. Asistimos a una cultura de la muerte, del descarte y
de la descalificación.
En nuestro entorno
geohistórico de país Suramericano, y del tercer mundo, el buen docente siempre
ha sido visto con recelo y mal pagado, subversivo del orden dominante y
esclavizador. Recordemos al Maestro de Maestros: Jesús de Nazaret, Sócrates,
Thomas Moro, Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Mahatma Gandhi, Martin Luther
King, Paulo Freire, entre otros. Una de las más gratas compensaciones es cuando
se ejercita la docencia con convicción y trascendencia al acompañar a parir en
estado natural las más nobles convicciones por una vida virtuosa camino de
felicidad. La existencia humana unida a la educación, es generadora de vida
buena, es un acto sagrado, sublime, hermoso, el más bello que un ser humano
pueda asumir como razón y fuente de libertad para transformar transformándose,
humanizar humanizándose, hacer haciéndose. ¿De qué sirve tener “Patria” y no
tener Moral y Luces; es decir cultura ciudadana? Razón y fuente de construir
aquello desde una postura interior de nuestro ser persona, soñando y MIRANDO AL CIELO.
¿Y por qué mirando al cielo?
Toda persona es digna por ser
sagrada, imagen de Dios, somos instrumentos de Él. Las grandes religiones desde
la antropología cultural y filosófica, coinciden en que el ser humano es “Homo
imago Dei”; es decir somos imagen de Dios. Esta gran verdad hay que rescatarla
y ponerla al servicio de toda la humanidad; ontológicamente somos cuerpo, pero
también somos alma, si yo me veo como imagen de Dios, es decir que mi humanidad
y en ella mi vocación de ser docente es algo único, elevado y extraordinario,
llamado a contribuir con la sabiduría de los afectos del cielo en mi corazón,
indudablemente que nuestra visión y misión, en el aquí y en el ahora cambia y lo
hace para BIEN.
Mi prójimo, el otro que es
parte de mí, mis hermanos que circunstancialmente son hasta mis hijos o mis
hijas, es decir, son parte de mi humanidad, son necesarios para humanizarme y
humanizarles. Es con el otro que descubro al Dios trinidad: familia,
comprometidos a caminar juntos por el país de la vida. Desde esta perspectiva,
no solamente hacen falta buenos educadores de valores elevados, capaces de
razonar, oír, hablar, cultivadores de silencio, sino también docentes decentes
con vocación de trascendencia, dispuestos a dejar huellas de eternidad
decididos a sembrar y cultivar miradas de afecto, de fe y esperanza, palabras
sabias y orientadoras desde el conocimiento organizado, dado como herencia
humana fruto de las experiencias virtuosas de nuestros antepasados, pilares de eternidad.
Cada reflexión pedagógica
debe generar un compromiso compartido y multidisciplinario donde la ética,
puerta de toda virtud, aprecie en su justo equilibrio la vida y el tiempo,
tesoros éstos que se prolongan de generación tras generación en el perfeccionamiento
de nuestra personal y compartida humanidad como misterio y como palabra.
Hoy asistimos al dilema que
es propio de la mayoría de los docentes en no querer involucrarse ni
comprometerse, como líderes, en el darse así mismo, además de dar clases. Hay
que cambiar la condición de asalariado y de sobreviviente por la del respeto y
la dignidad; sabiéndose que es el único ser maravilloso que merece toda nuestra
consideración por ser capaz de aportar semillas de luz a ejemplo de la
luciérnaga, quien comunica verdad, sabiduría, recogimiento interior, misterio
sublime y luminoso de Dios. La vocación no solo es llamada sino también es
servicio.
Reinventarse una nueva
plataforma humanista, ética, moral, espiritual y afectiva que rescate y
actualice lo maravilloso de la vida humana, que se piensa en grande en medio de
tantas dificultades, ha de ser uno de los muchos retos y desafíos del ser docente hoy. Un educador jamás
puede “arrugar” como se dice en términos criollos, no debe acobardarse ante las
dificultades del día a día, no
trabajamos solos, se trabaja con Dios Trino: Modelo de Comunidad. La
naturaleza del docente le viene de lo Alto, es un líder de esperanza, un
soñador que pisa tierra para transformar aquello que el común de los mortales
ve como intransformable, su vida es una propuesta a seguir y a superar; sueños,
fe y esperanzas se anidan en su gran corazón, donde se dan cita los milagros de
la vida gracias a la fuerza del amor.
Y, ¿cuáles son esos milagros?
Significa que a través de la educación con sus propias manos, sus ojos, oídos,
su cerebro y corazón el maestro puede ayudar a trasformar, transformándose
desde la personal experiencia libre de los afectos. Sin este recurso, sin este
valioso e insustituible aporte la comunidad retrocedería, volviéndose aún más
inhumana, indolente e insolidaria. Ese retroceso de la sociedad actual
indudablemente, también nos “chispea” nos toca, moja nuestra sensibilidad y
convicciones. ¿Cuántas personas no han podido continuar en la educación formal,
en una educación impregnada de valores para la vida buena, cambiando lo que es
virtud, verdad, honestidad, bondad, trascendencia, humanidad (…), por sufrimiento, caos, corrupción y muerte?
Las conductas virtuosas y
estimadas como buenas o malas repercuten en nuestro entorno. La indiferencia
colectiva es fuente de cultivo de vicios, fracasos, violencia y descomposición.
Soy convencido que el educador debe permanentemente autoevaluarse con humildad
socrática y cristiana. Ya basta de seguirle el juego a “la cultura de la
muerte” (Karol Wojtyla: Juan Pablo II), a “la cultura del descarte” (Papa
Francisco). Todos estamos llamados a reconocernos en el diálogo respetuoso el
humanismo de la dignidad. ¡Qué maravilla cuando el que asume el rol vocacional
de líder docente decente, se especializa en valores para orientar y acompañar
sueños, lenguaje interior, secretos y misterios propios de la vida como gozo!
Cuando se armoniza la razón y el corazón, propuesta clave para trabajarse y
trabajar con una visión alegre y libre como anticipo de la eternidad,
indudablemente se pueden bajar las delicias del cielo y compartirse con alma
generosa.
4.
Me pregunto: ¿Realmente nosotros desde aquí, desde
nuestras amadas casas de estudios, estamos formando para promover esa educación
que humaniza, o qué elementos le harían falta para completar e integrar a un
país que se nos va de las manos?
La formación humanista sí se
da, pero de manera mezquina, son pocos los docentes que además de enseñar
contenidos, comunican elementos para la vida buena, son escasos quienes
transmiten enriquecedoras experiencias, vivencias entusiastas y gratitud por la
vida y por todos aquellos quienes la hacen posible: Maestros, padres,
familiares y amigos, en fin, la comunidad de dialogantes y tantas otras personas
que han hecho posible lo que somos hoy. Nos corresponde cultivar la pedagogía de la gratitud, del buen hablar y del saber
oír, ya que estas son asignaturas ausentes en el pensum de la vida cotidiana.
Cuando un mortal como
nosotros se desliga de los afectos
humanos y Divinos vive desorientado y desorienta. Nadie da lo que no tiene,
en consecuencia se deshumaniza. La satisfacción de enseñar, de educar, se da
cuando tú la vives. No sólo comunicamos conocimientos, cultura, valores,
estilos de vida; todo esto hay que hacerlo agradable y amablemente, abiertos a
ofrecer lo que somos y tenemos: amigos de la verdad y de la dignidad; estamos
llamados también a comunicar vida buena en abundancia. Oportuno recordar a San
Juan Bosco: “El que no vive para servir y amar, no sirve para amar y vivir”.
El docente jamás debe tener
miedo que sus discípulos, sus amigos, las personas que la vida, y Dios le dio
para servirles y ayudarlas, le superen. Considero que la máxima satisfacción
que puede sentir la madre y el padre es que sus hijos les superen y lo hagan no
sólo en la parte académica, sino básicamente en la razón de vida, que sean
mucho más felices que ellos mismos, que sean personas de bien; esa convicción
vocacional hace falta en nuestras casas de familia, hogares y casas de estudio,
desde el preescolar hasta la universidad, todos son centros de educación
llamados a iluminar, a comunicar luz e irradiarla entre tantas tinieblas en las
que se debate nuestra amada y sufrida Patria. Luces para vencer las
oscuridades de los nuevos tiempos.
Con palabras de nuestro Libertador Simón Bolívar: “Moral y luces son
nuestras primeras necesidades”, esto debemos internalizarlo y vivirlo.
5.
Usted dice que es importante una revisión del docente y
que se evalúe ¿Cuál es su papel, su vocación?.. Ahora, en base a eso, ¿Qué
elementos debe tener esa formación docente, que según su pensar, debería
recibir un futuro educador, el deber ser?
El deber ser es pensarse
todos los días con gratitud y teleológicamente acerca de su sentido y el puesto
que ocupa en el mundo. Lamentablemente tenemos un país que vive entre grandes dificultades
y por ende con muchos esfuerzos y poseedores de una educación que sólo
sobrevive; educación carente de sentido,
significado y razón para trascender, desplazada por aspectos ideológicos dogmáticos
de marcada ausencia ética, moral y espiritual. Este, es hoy un axioma
innegable. Humanismo significa reflexionarse de manera permanente con proyecto
de vida específico, disciplinado y trascendente acerca de la vida como Don,
gozo y virtud con una plataforma de orden interior, de autoconocimiento,
sentido y gratitud, abierto a la libertad y a la creación del espíritu humano.
El docente ha sido víctima del populismo
mediático y de la cibernética, tiene muy poco tiempo para sí mismo, para educarse
y educar; vive como todo venezolano, en el aquí y en el ahora, en la “cultura
del bachaqueo”, para no perecer en el intento de sobrevivir, en el ¿Cuánto hay
para eso? La mayoría de las buenas intenciones se pierden, los esfuerzos por
una mejor calidad de vida duran muy poco, se trabaja para cumplir y mentir –
cumplimiento –. No hay madurez al planificar, todo se hace a última hora, como
vamos viendo vamos haciendo; el tiempo para el afecto, la convivencia, la
familia, el tiempo dedicado para la ternura y la vida interior poco existe, no
hay cultura para el empleo del buen ocio. Somos mezquinos en el darnos y en el
dar, aceptamos nuestro subdesarrollo sin atrevernos a cambiar y corregir el
“rancho mental y espiritual”, en consecuencia, esta problemática a grosso modo
ha hecho metástasis a todos los niveles de la sociedad y específicamente en la
educación. Tremendo compromiso e ineludible reto para los educadores y todos
quienes aman a este país. Todos nos hallamos en deuda con el componente humano,
su estructura óntica, gnoseológica y vocacional es corresponsabilidad de todos
los miembros e instancias que integran cada comunidad.
¿Qué hacer? La respuesta se halla en nosotros,
con nosotros y desde nosotros. Hemos tenido crisis históricas, coyunturales y
las hemos superado. No yéndonos del país sino estando y viviendo en él. Reinventar la pedagogía de la amistad y la
solidaridad, para tal fin, democratizar la educación. La filosofía de la
educación proporciona incentivos y elementos a corto y largo plazo. El
autoconocimiento es una asignatura permanente que nos acompaña y no nos
abandonará, sino hasta la hora de irnos de este mundo. Quiera Dios permitirnos
en dejar mejor de cómo hemos encontrado el cosmos y todo el planeta.
El docente debe asumir que ésta
es una de las carreras que exige permanente actualización: Estudiar, leer,
autoformarse con respeto y disciplina. Llamar al mal, mal y al bien, bien,
honrarnos en la verdad. En el universo de las profesiones se exige
constantemente actualizarse, erguir las parabólicas antenas de la cultura, de
los valores elevados de la moral, la virtud y la religiosidad, fuentes de
humanismo. La historia debe seguir
siendo nuestra gran maestra.
No olvidar que este es un
mundo en permanente cambio (Heráclito). Crece silenciosamente a una velocidad
indetenible, dado por el Creador para que sea bien administrado, respetado,
amado y conservado. Ya basta de seguir administrando sólo actos pedagógicos. El
ser humano es demasiado sagrado, demasiado misterio para reducirlo sólo a
objeto de conocimiento y de adoctrinamiento. El educador es la primera
persona a involucrarse en todo acto creador, su autoestima debe brillar con
luz propia y un gran sentido de humanidad. Debe comunicar fragancia del
cielo, sapiencia socrática y cultura bien sólida. A este respecto, hoy los
centros de educación en Venezuela están en deuda, salvo excepciones de algunos
educadores con mística, convicción y vocación.
Enseñar a otros a que se
descubran, a que se conozcan, a que sepan lo grande y maravilloso de la vida en
comunidad; y, lo que encierra el milagro de ella; así como el milagro de la
educación es una experiencia única, extraordinaria y enriquecedora que no puede
medirse ni en el tiempo ni en el espacio. Siempre he considerado al docente con
mucho respeto, estima y admiración, para él hay muchas metáforas y parábolas. El docente agricultor, ese ser
maravilloso que sueña con sus plantas, con las semillas que siembra y luego las
trasplanta; el atenderlas lo disfruta con gozo interior. No le pesa limpiarlas,
regarlas, hablarles y cuidarlas, es muy feliz cuando ve un buen fruto a largo
plazo en el huerto de la vida. Así debe concebirse nuestra profesión, no vemos
el resultado de nuestros hijos y alumnos enseguida, pero es de gran
satisfacción cuando decimos: “en ese ser maravilloso y único hay algo de mí”,
Dios me permitió ser un colaborador para formarle, está dando buenos y excelentes
frutos. En él hay tiempo de mi tiempo, respeto, ternura y dedicación de mis
afectos, hay infinitas oraciones (lenguaje del amor) para la eternidad, sueños
y anhelos compartidos aun por alcanzar.
¡Valió la pena!, de lo contrario, con palabras
de Iván
Karamasov, quien en la novela de Dostoyevski dice: “Si Dios ha muerto, todo
está permitido”. Pero como Dios vive en toda su creación y, aunque aún hoy
intentan matarle, sigue siendo fuente de fe, verdad y esperanza por un mundo
mejor. Esa es la razón de nuestra profesión, razón necesaria de inculcar a los
docentes y sobre todo mirar siempre a la vocación como llamada a servir. ¡Sí!
Servir amando hasta que nos duela sin dejar de mirar ni siquiera por un sólo
instante LO HERMOSO DEL CIELO. ¡PAZ Y
BIEN!
Ponencia presentada en la IV Jornada de Filosofía. La filosofía y la Profesión Docente en FACE, UC
ResponderBorrarExtasiada y maravillada: Hermosa oda a la docencia, no tiene desperdicio.
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