jueves, 23 de marzo de 2017

FILOSOFÍA, DOCENCIA E INVESTIGACIÓN. IDEAS PARA COMPARTIR




Pedro Rafael Rueda Torres
Correo: prueda@uc.edu.ve



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1.        ¿Qué significa para usted la Educación Humanizadora?

Ha surgido, surge y surgirá centrada en la persona, es decir, ella es quien humanizando se humaniza y en ese proceso de hominización logra entender la trascendencia, el valor, sentido y grandeza del hecho educativo. Sin educación sustentada en la persona misma sería imposible humanizarse ni humanizar; tanto es así que los grandes teóricos de la educación, plantean que solamente en la educación y a través de su praxis es como la persona logra humanizarse, en consecuencia logra “salir de su estado salvaje” a un estado realmente pleno de humanidad, en un permanente hacerse para luego poder trascender en libertad y en la verdad.

La educación no es solamente la que va a complementar nuestro ser y nuestro hacer, sino que es el punto de apoyo para fundamentar nuestra interioridad, razón y sentido, no de forma aislada sino persona con el otro, virtud socializadora de encuentro dialógico propio de la humanización del “yo” “Tú”, del “Tú” “yo” generando un nosotros de reconocimiento teleológico, sagrado de nuestra dignidad. “Homo imago Dei”. ¿De qué le sirve al ser humano aprender mucho, saber mucho… y no ser capaz de comunicarlo y de ponerlo al servicio del bien común? Cualquier descubrimiento en la historia de la cultura universal que observemos siempre ha estado representada la humanidad en pleno, en virtud de sentido, valor y estética de significado que puede afirmarse, que el hombre en general está educando para educar, servir y amar con capacidad de asombro y vocación de  trascendencia.

Hay que asumir la propia vocación como Don, gratuidad para colocarla a disposición de los demás en la verdad; ya que es a través de ella (la verdad), como no solamente avanza la persona individualmente, sino también como colectividad. En consecuencia, lo que invierte una familia (papá, mamá, hijos…) en cada uno de sus miembros en educación, camino de perfección, es la mejor opción que ésta puede realizar, eligiendo de manera libre, consciente y responsable. El proceso de humanización no es nada reciente, es tan antiguo como el hombre, desde que él mismo tiene conciencia de su ser, en el devenir histórico más específicamente en el momento clave que interroga y se pregunta, gracias a unos deseos insaciables de conocer más allá del misterio antropológico y teleológico.

¿De qué están hechas las cosas…? mirada racional y espiritual (desde la fe) ¿Qué es el universo, el cosmos, el hombre, Dios…? Sentido de la vida, la muerte, la libertad, el lenguaje, la cultura, la ciencia, el mito. ¿Qué es la verdad?, ¿Quién soy?, ¿Dónde estoy? ¿Hacia dónde voy? ¿El valor del sufrimiento? ¿El tiempo físico y el tiempo metafísico? ¿Qué es la razón, su sentido de mirar más allá de donde el común de los mortales no es capaz de ver?

En virtud de ese proceso dialéctico, introspectivo, proceso compartido de hominización es donde cada persona se asume desde lo más adentro para darle fundamento a la racionalidad como uno de los “cristales” micro cósmico de observar la propia subjetividad y a través de ella la realidad toda que interpela, desde la ética del compromiso de ocuparme, preocuparme y construir en armonía con la madre naturaleza, adecuándome a sus leyes y mandatos.

El universo no tiene límites para las dos alas de la verdad: la fe y la razón, en él todo es armonía, todo se complementa. “Dios siempre nos perdona, el hombre a veces nos perdona, pero la madre naturaleza, al no observarla y respetarla tal cual es, jamás nos perdona”.

Cada individuo lo que es y posee lo exterioriza. Cuando nos asumimos desde adentro, desde “la casa del alma”, donde no hay límites nos conduce a mirar con sentido de grandeza y a trascender en humanidad, todo, gracias a la educación en valores, a la religión, a la cultura como propuesta permanente y humanizadora, entrelazada con la filosofía, con el primer lenguaje humano: el mito; la ciencia, la tecnología y la cibernética, con todo aquello que ha podido el hombre construir en sueños y realidades embelleciendo el personal y colectivo universo, hasta lograr edificar un hábitat tanto mejor donde quepamos todos con respeto y dignidad, pilares éstos de la educación humanista y deontológica.

Este mundo de experiencias, pensamientos, sueños e ideas…, nos conduce no sólo a interrogar y evaluar, el comportamiento humano, sino también la necesidad de plantearnos nuevos desafíos en el aquí y en el ahora, desde la educación y para la educación; sin separar la razón, y el corazón de la vida desde un país y una sociedad bien específica. Sólo una propuesta educativa, centrada en nuestra verdad, realidad y misterio será capaz de liberar y liberarnos, hasta humanizar aquello que aún HOY el hombre ha sido incapaz de hacer: educarse y educar desde la pedagogía de la paz (Paz – Ciencia), la libertad, la gratitud y el amor como elementos antropológicos de la educación.

2.        ¿Qué elemento cree usted que interrumpe o hace que esa educación humanizadora no se dé realmente como debería?

El caso “educar en Venezuela”, ¿Cómo formar para Venezuela?, ¿Cómo formar en Venezuela a sus ciudadanos?; ¿Cómo invertir en ese recurso más preciado, único e insustituible que tiene todo país como lo es el recurso humano? Indudablemente aquí intervienen muchas interrogantes que son propias de la filosofía de la educación, porque no basta solamente con tener escuelas, instituciones educativas, personal que administre a medias el quehacer educativo con toda una infraestructura y super estructura, también hay que preguntarse acerca del valor de la educación, la praxis educativa, ¿qué tipo de ciudadanos queremos formar para el país; desde una “racionalidad dialógica”?; ¿cuáles son los postulados ontológicos y gnoseológicos…? ¿Qué filosofía humanista, antropológica debe crearse y cómo administrarse? ¿El valor de educar, el valor de quién educa y a quién se educa? Así sucesivamente podríamos hacer un sinfín de interrogantes y quedarnos sin respuestas que guíen e iluminen la razón y el alma de la educación como acto sagrado, para la construcción del nuevo hombre, la nueva patria, la nueva sociedad, la familia que tanto necesitamos. Hay que contemplar con preguntas y sin ellas desde el silencio de asombro, la grandeza de la vida, el milagro de la vida desde el momento de su concepción y durante todo su desarrollo y crecimiento desde la educación de los afectos.

No olvidemos que el concepto de educación en nuestro contexto, se halla enjaulado, ideologizado con las cadenas de la ignorancia, del conformismo y del miedo a la libertad. Aún hoy Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Andrés Bello, Francisco de Miranda, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Arturo Uslar Pietri, Mario Briceño Iragorry, Rómulo Gallegos, Juan Bosco, Paulo Freire, Gabriela Mistral, entre muchísimos otros pensadores de la educación; paradigmas de libertad en dignidad, se hallan incomprendidos.

 Es público y notorio que los que administran y han administrado la educación, los funcionarios que han intentado pensarla y comunicarle vida, se han comportado como tecnócratas, sobrevivientes de ideologías extrasnochadas, desnaturalizadas y desactualizadas, hambriadores  y hambrientos de poder para castigar y esclavizar en la miseria humana de la ignorancia. Todo esto, obstaculiza la educación para la vida buena, para la verdad y la responsabilidad, para el servicio y la solidaridad; educación para el desarrollo integral y la paz, educación para lo bello, noble, justo, loable y trascendental del alma humana en libertad. Educación auténtica es aquella que une, se comunica, invita a pensar; es decir, se reflexiona,  acompaña, respeta y edifica, en el bien común, perfeccionando lo imperfectible sin dejar de MIRAR EL CIELO con los afectos del corazón.

La experiencia educativa comienza desde el momento que se percibe la vida como un Don, desde el primer instante que se concibe con todo respeto y asombro en el vientre de la madre. ¡Sí! Es la madre con vocación extraordinaria e insustituible en la pedagogía del amor, para nutrir con su propia sangre, su carga genética, histórica y emocional; con su exclusivo sentir, ese gran milagro de la persona, razón y fuente de la fe, la esperanza y la felicidad. Esa misma persona va luego a comunicar vida en abundancia, independiente y agradecida de la madre que le parió, sutil y frágil que jamás se desprenderá de toda la familia, de su acompañamiento y el de la sociedad; porque educar es ante todo socializar para la paz, para el autoreconocimiento y permanente autoconocimiento, como proyecto existencial que se va haciendo desde la pedagogía de la gratitud, del trabajo personal a la apertura de todo aquello que es virtud.

Hoy en Venezuela no hay mucha claridad, por lo menos yo no la percibo en lo personal, en cuanto al desempeño de las distintas instancias por parte del Estado y de la sociedad en general. Hay una gran crisis deontológica, ética y axiológica acerca de nuestra identidad. La vida parece ser que ya no es nuestro valor absoluto y el bien común ya no representa imperativo de deber, obligación y fuente de enriquecimiento donde se sustente nuestra venezolanidad, memoria de un pasado reciente aún conservado por nuestros adultos mayores, maestros de la vida buena, camino de identidad.

La gran fuente de esperanza para todas las crisis en las distintas generaciones; además de orden psicológico, afectivo, emocional, de fe y de nuestras convicciones espirituales y religiosas, es la educación. Ella jamás se halla sola, es el brazo derecho de la mamá de todas las demás ciencias, saberes y disciplinas: La filosofía, ella es quien nos invita amablemente a reconocer y a darle nombre y apellido a la crisis… Metamorfosis del mal para el bien. Crisis es siempre oportunidad, camino, cambio, futuro, es rectificar (…) volver al BIEN perdido.

¿Qué tipo de educación debemos asumir, planificar y orientar para las presentes y futuras generaciones? En este país, nuestro país, el país de la vida, las necesidades van en aumento y se multiplican. Es real la desilusión colectiva, la sobrevivencia no puede ni debe ser el pilar de la educación ni la razón de nuestros sueños. Las respuestas se hallan dentro de nosotros mismos y su aplicabilidad, están contenidas en nuestra Carta Magna o pacto social.

La educación como estilo de vida para humanizarnos y humanizar, desde la verdad de la persona y con la verdad que tenemos de ella es un compromiso de todos ya que su bondad como sumo bien, le pertenece a toda la especie humana y al cosmos. “Somos ciudadanos del infinito” (Víctor Hugo). La educación hay que entenderla y asumirla como imperativo de generación tras generación que se hace de manera permanente con el fin de perfeccionar la naturaleza humana. No sólo es un bien compartido sino también es un vivir multidisciplinario. En la medida que la persona se educa, se desarrollan sus capacidades y sus aptitudes se construyen en la armonía de los afectos, haciendo posible la edificación de un mundo personal compartido permanentemente dinámico, dialógico y holístico.

El gran objetivo general de la educación que se halla presente en las metas, objetivos específicos, desarrollo y logros: es la felicidad. Educar es formar integralmente a cada ciudadano para que sea feliz, para que sea virtuoso. Lamentablemente esto ya no lo observamos, sólo con muy pocas excepciones, nuestro país implora al cielo con verdad y justicia la pedagogía del respeto, de la aceptación, del reconocimiento, de la tolerancia, de los afectos a la vida como fuente inagotable de construcción desde y para la paz, con armonía de alma y con un solo corazón.

No hay saberes, aunque sí lo han intentado las ciencias fácticas, experimentales y algunas ideologías seudo humanistas de pretender meter al ser humano en un tubo de ensayo para descubrir cuáles son sus necesidades y dar una definición de LA PERSONA. Este intento históricamente y sociológicamente ha quedado muy corto y fracasado. Es impensable considerar al ser humano de esa manera. ¡Es imposible! Jamás podremos imaginarlo como un reducto (una fórmula), como un mero instrumento u objeto, porque si lo hacemos le negamos la verdad y su teleología: Lo irrespetamos. El ser humano no podrá jamás ser pensado y considerado como un mero producto social, porque lo desligamos de su dignidad, su verdad y misterio, tal como lo han hecho regímenes y gobiernos nazi, oligárquicos, socialistas y seudo marxistas, comunistas, militaristas, dictatoriales y capitalistas, entre otros.

La persona humana es demasiado sagrada, demasiado grande y demasiado misterio para convertirla en una mera cosa, en un artículo o pieza o como un mero problema u objeto de consumo del cual podemos deshacernos. ¡Pues no! Considero que una de las situaciones y dificultades más graves de los venezolanos, sin desligarnos de la problemática del ámbito mundial; donde no se perciben valores permanentes ni una jerarquía de los mismos; observamos, sentimos, padecemos y vivimos todos, pero todos, un proceso de deshumanización, de cosificación, relativización y de una ética y moral circunstancial y a conveniencia de parte “in fraganti” en aumento. 

Indiscutiblemente se ha convertido en lo que en el siglo XVI, en el nacimiento de la modernidad, Thomas Hobbes, ha llamado al hombre “Lobo del mismo hombre”, a eso hemos llegado, ser enemigos de nosotros mismos, en nombre de la ciencia, del progreso, de las ideologías, de las religiones, irrespetando lo transcendental y lo sagrado de la vida humana que hay en cada uno de nosotros.

3.        ¿De qué manera cree usted que podría el docente en su hacer diario comunicar una educación más humana?

Antes de llegar al acto pedagógico propiamente dicho, hay que reeducar al docente para los nuevos tiempos y nuevos desafíos. Nuestro tiempo es exigente y también lo son las generaciones emergentes, la vocación del educador es muy especial por venir de lo Alto, del Cielo; tan importante como cualquier otra vocación, la de éste es comparable con la vocación de Dios, es sublime y elevada, inmanente y transcendente, a semejanza de ser mamá o ser papá, donde el corazón guía a la razón y ésta (la razón) sin dejar de ser ella misma, obedece al amor hermoso que habita en el corazón de la vida.

 Si un educador no siente ese privilegiado llamado de servir y acompañar, de entusiasmarse con gozo para motivar con alegría, de formarse permanentemente para educar desde cada corazón como dijeran los grandes pedagogos San Juan Bosco y el mismo Paulo Freire, entre otros: Si la educación no es un acto del corazón, si no es un acto de amor hermoso, no es auténtica educación; entonces resulta y acontece que si el que educa no vibra con la música y la energía del cosmos como auténtico ser humano, más que con la palabra con el buen ejemplo, no es auténtico docente y por ende distorsiona su vocación… lástima porque da lástima y se convierte en un asalariado dador de clase.

En la crisis de patria, de venezolanidad e identidad, crisis de humanidad, nos negamos a asumirnos; no queremos esforzarnos por ser paradigmas ni de nuestra propia sombra, ni siquiera de nosotros mismos, es decir, no queremos ser plenamente humanos para humanizar. Hay un divorcio con el país de la vida (sueños, anhelos, esperanzas, con el estudio y el trabajo creador); se sobrevive en las nuevas ideologías, decadentes y distorsionadas de nuestro pasado y de nuestro presente. Un vulgar reduccionismo de la persona a lo material, económico, al relativismo ético, moral sin alma y dignidad. Asistimos a una cultura de la muerte, del descarte y de la descalificación.

En nuestro entorno geohistórico de país Suramericano, y del tercer mundo, el buen docente siempre ha sido visto con recelo y mal pagado, subversivo del orden dominante y esclavizador. Recordemos al Maestro de Maestros: Jesús de Nazaret, Sócrates, Thomas Moro, Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Paulo Freire, entre otros. Una de las más gratas compensaciones es cuando se ejercita la docencia con convicción y trascendencia al acompañar a parir en estado natural las más nobles convicciones por una vida virtuosa camino de felicidad. La existencia humana unida a la educación, es generadora de vida buena, es un acto sagrado, sublime, hermoso, el más bello que un ser humano pueda asumir como razón y fuente de libertad para transformar transformándose, humanizar humanizándose, hacer haciéndose. ¿De qué sirve tener “Patria” y no tener Moral y Luces; es decir cultura ciudadana? Razón y fuente de construir aquello desde una postura interior de nuestro ser persona, soñando y MIRANDO AL CIELO.

¿Y por qué mirando al cielo?

Toda persona es digna por ser sagrada, imagen de Dios, somos instrumentos de Él. Las grandes religiones desde la antropología cultural y filosófica, coinciden en que el ser humano es “Homo imago Dei”; es decir somos imagen de Dios. Esta gran verdad hay que rescatarla y ponerla al servicio de toda la humanidad; ontológicamente somos cuerpo, pero también somos alma, si yo me veo como imagen de Dios, es decir que mi humanidad y en ella mi vocación de ser docente es algo único, elevado y extraordinario, llamado a contribuir con la sabiduría de los afectos del cielo en mi corazón, indudablemente que nuestra visión y misión, en el aquí y en el ahora cambia y lo hace para BIEN.

Mi prójimo, el otro que es parte de mí, mis hermanos que circunstancialmente son hasta mis hijos o mis hijas, es decir, son parte de mi humanidad, son necesarios para humanizarme y humanizarles. Es con el otro que descubro al Dios trinidad: familia, comprometidos a caminar juntos por el país de la vida. Desde esta perspectiva, no solamente hacen falta buenos educadores de valores elevados, capaces de razonar, oír, hablar, cultivadores de silencio, sino también docentes decentes con vocación de trascendencia, dispuestos a dejar huellas de eternidad decididos a sembrar y cultivar miradas de afecto, de fe y esperanza, palabras sabias y orientadoras desde el conocimiento organizado, dado como herencia humana fruto de las experiencias virtuosas de nuestros antepasados, pilares de eternidad.

Cada reflexión pedagógica debe generar un compromiso compartido y multidisciplinario donde la ética, puerta de toda virtud, aprecie en su justo equilibrio la vida y el tiempo, tesoros éstos que se prolongan de generación tras generación en el perfeccionamiento de nuestra personal y compartida humanidad como misterio y como palabra.

Hoy asistimos al dilema que es propio de la mayoría de los docentes en no querer involucrarse ni comprometerse, como líderes, en el darse así mismo, además de dar clases. Hay que cambiar la condición de asalariado y de sobreviviente por la del respeto y la dignidad; sabiéndose que es el único ser maravilloso que merece toda nuestra consideración por ser capaz de aportar semillas de luz a ejemplo de la luciérnaga, quien comunica verdad, sabiduría, recogimiento interior, misterio sublime y luminoso de Dios. La vocación no solo es llamada sino también es servicio.

Reinventarse una nueva plataforma humanista, ética, moral, espiritual y afectiva que rescate y actualice lo maravilloso de la vida humana, que se piensa en grande en medio de tantas dificultades, ha de ser uno de los muchos retos y desafíos del ser docente hoy. Un educador jamás puede “arrugar” como se dice en términos criollos, no debe acobardarse ante las dificultades del día a día, no trabajamos solos, se trabaja con Dios Trino: Modelo de Comunidad. La naturaleza del docente le viene de lo Alto, es un líder de esperanza, un soñador que pisa tierra para transformar aquello que el común de los mortales ve como intransformable, su vida es una propuesta a seguir y a superar; sueños, fe y esperanzas se anidan en su gran corazón, donde se dan cita los milagros de la vida gracias a la fuerza del amor.

Y, ¿cuáles son esos milagros? Significa que a través de la educación con sus propias manos, sus ojos, oídos, su cerebro y corazón el maestro puede ayudar a trasformar, transformándose desde la personal experiencia libre de los afectos. Sin este recurso, sin este valioso e insustituible aporte la comunidad retrocedería, volviéndose aún más inhumana, indolente e insolidaria. Ese retroceso de la sociedad actual indudablemente, también nos “chispea” nos toca, moja nuestra sensibilidad y convicciones. ¿Cuántas personas no han podido continuar en la educación formal, en una educación impregnada de valores para la vida buena, cambiando lo que es virtud, verdad, honestidad, bondad, trascendencia, humanidad (…),  por sufrimiento, caos, corrupción y muerte?

Las conductas virtuosas y estimadas como buenas o malas repercuten en nuestro entorno. La indiferencia colectiva es fuente de cultivo de vicios, fracasos, violencia y descomposición. Soy convencido que el educador debe permanentemente autoevaluarse con humildad socrática y cristiana. Ya basta de seguirle el juego a “la cultura de la muerte” (Karol Wojtyla: Juan Pablo II), a “la cultura del descarte” (Papa Francisco). Todos estamos llamados a reconocernos en el diálogo respetuoso el humanismo de la dignidad. ¡Qué maravilla cuando el que asume el rol vocacional de líder docente decente, se especializa en valores para orientar y acompañar sueños, lenguaje interior, secretos y misterios propios de la vida como gozo! Cuando se armoniza la razón y el corazón, propuesta clave para trabajarse y trabajar con una visión alegre y libre como anticipo de la eternidad, indudablemente se pueden bajar las delicias del cielo y compartirse con alma generosa.

4.        Me pregunto: ¿Realmente nosotros desde aquí, desde nuestras amadas casas de estudios, estamos formando para promover esa educación que humaniza, o qué elementos le harían falta para completar e integrar a un país que se nos va de las manos?

La formación humanista sí se da, pero de manera mezquina, son pocos los docentes que además de enseñar contenidos, comunican elementos para la vida buena, son escasos quienes transmiten enriquecedoras experiencias, vivencias entusiastas y gratitud por la vida y por todos aquellos quienes la hacen posible: Maestros, padres, familiares y amigos, en fin, la comunidad de dialogantes y tantas otras personas que han hecho posible lo que somos hoy. Nos corresponde cultivar la pedagogía de la gratitud, del buen hablar y del saber oír, ya que estas son asignaturas ausentes en el pensum de la vida cotidiana.

Cuando un mortal como nosotros se desliga de los afectos humanos y Divinos vive desorientado y desorienta. Nadie da lo que no tiene, en consecuencia se deshumaniza. La satisfacción de enseñar, de educar, se da cuando tú la vives. No sólo comunicamos conocimientos, cultura, valores, estilos de vida; todo esto hay que hacerlo agradable y amablemente, abiertos a ofrecer lo que somos y tenemos: amigos de la verdad y de la dignidad; estamos llamados también a comunicar vida buena en abundancia. Oportuno recordar a San Juan Bosco: “El que no vive para servir y amar, no sirve para amar y vivir”.

El docente jamás debe tener miedo que sus discípulos, sus amigos, las personas que la vida, y Dios le dio para servirles y ayudarlas, le superen. Considero que la máxima satisfacción que puede sentir la madre y el padre es que sus hijos les superen y lo hagan no sólo en la parte académica, sino básicamente en la razón de vida, que sean mucho más felices que ellos mismos, que sean personas de bien; esa convicción vocacional hace falta en nuestras casas de familia, hogares y casas de estudio, desde el preescolar hasta la universidad, todos son centros de educación llamados a iluminar, a comunicar luz e irradiarla entre tantas tinieblas en las que se debate nuestra amada y sufrida Patria. Luces para vencer las oscuridades de los nuevos tiempos.  Con palabras de nuestro Libertador Simón Bolívar: “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”, esto debemos internalizarlo y vivirlo.

5.        Usted dice que es importante una revisión del docente y que se evalúe ¿Cuál es su papel, su vocación?.. Ahora, en base a eso, ¿Qué elementos debe tener esa formación docente, que según su pensar, debería recibir un futuro educador, el deber ser?

El deber ser es pensarse todos los días con gratitud y teleológicamente acerca de su sentido y el puesto que ocupa en el mundo. Lamentablemente tenemos un país que vive entre grandes dificultades y por ende con muchos esfuerzos y poseedores de una educación que sólo sobrevive; educación  carente de sentido, significado y razón para trascender, desplazada por aspectos ideológicos dogmáticos de marcada ausencia ética, moral y espiritual. Este, es hoy un axioma innegable. Humanismo significa reflexionarse de manera permanente con proyecto de vida específico, disciplinado y trascendente acerca de la vida como Don, gozo y virtud con una plataforma de orden interior, de autoconocimiento, sentido y gratitud, abierto a la libertad y a la creación del espíritu humano.

 El docente ha sido víctima del populismo mediático y de la cibernética, tiene muy poco tiempo para sí mismo, para educarse y educar; vive como todo venezolano, en el aquí y en el ahora, en la “cultura del bachaqueo”, para no perecer en el intento de sobrevivir, en el ¿Cuánto hay para eso? La mayoría de las buenas intenciones se pierden, los esfuerzos por una mejor calidad de vida duran muy poco, se trabaja para cumplir y mentir – cumplimiento –. No hay madurez al planificar, todo se hace a última hora, como vamos viendo vamos haciendo; el tiempo para el afecto, la convivencia, la familia, el tiempo dedicado para la ternura y la vida interior poco existe, no hay cultura para el empleo del buen ocio. Somos mezquinos en el darnos y en el dar, aceptamos nuestro subdesarrollo sin atrevernos a cambiar y corregir el “rancho mental y espiritual”, en consecuencia, esta problemática a grosso modo ha hecho metástasis a todos los niveles de la sociedad y específicamente en la educación. Tremendo compromiso e ineludible reto para los educadores y todos quienes aman a este país. Todos nos hallamos en deuda con el componente humano, su estructura óntica, gnoseológica y vocacional es corresponsabilidad de todos los miembros e instancias que integran cada comunidad.

 ¿Qué hacer? La respuesta se halla en nosotros, con nosotros y desde nosotros. Hemos tenido crisis históricas, coyunturales y las hemos superado. No yéndonos del país sino estando y viviendo en él. Reinventar la pedagogía de la amistad y la solidaridad, para tal fin, democratizar la educación. La filosofía de la educación proporciona incentivos y elementos a corto y largo plazo. El autoconocimiento es una asignatura permanente que nos acompaña y no nos abandonará, sino hasta la hora de irnos de este mundo. Quiera Dios permitirnos en dejar mejor de cómo hemos encontrado el cosmos y todo el planeta.

El docente debe asumir que ésta es una de las carreras que exige permanente actualización: Estudiar, leer, autoformarse con respeto y disciplina. Llamar al mal, mal y al bien, bien, honrarnos en la verdad. En el universo de las profesiones se exige constantemente actualizarse, erguir las parabólicas antenas de la cultura, de los valores elevados de la moral, la virtud y la religiosidad, fuentes de humanismo. La historia debe seguir siendo nuestra gran maestra.

No olvidar que este es un mundo en permanente cambio (Heráclito). Crece silenciosamente a una velocidad indetenible, dado por el Creador para que sea bien administrado, respetado, amado y conservado. Ya basta de seguir administrando sólo actos pedagógicos. El ser humano es demasiado sagrado, demasiado misterio para reducirlo sólo a objeto de conocimiento y de adoctrinamiento. El educador es la primera persona a involucrarse en todo acto creador, su autoestima debe brillar con luz propia y un gran sentido de humanidad. Debe comunicar fragancia del cielo, sapiencia socrática y cultura bien sólida. A este respecto, hoy los centros de educación en Venezuela están en deuda, salvo excepciones de algunos educadores con mística, convicción y vocación.

Enseñar a otros a que se descubran, a que se conozcan, a que sepan lo grande y maravilloso de la vida en comunidad; y, lo que encierra el milagro de ella; así como el milagro de la educación es una experiencia única, extraordinaria y enriquecedora que no puede medirse ni en el tiempo ni en el espacio. Siempre he considerado al docente con mucho respeto, estima y admiración, para él hay muchas metáforas y parábolas. El docente agricultor, ese ser maravilloso que sueña con sus plantas, con las semillas que siembra y luego las trasplanta; el atenderlas lo disfruta con gozo interior. No le pesa limpiarlas, regarlas, hablarles y cuidarlas, es muy feliz cuando ve un buen fruto a largo plazo en el huerto de la vida. Así debe concebirse nuestra profesión, no vemos el resultado de nuestros hijos y alumnos enseguida, pero es de gran satisfacción cuando decimos: “en ese ser maravilloso y único hay algo de mí”, Dios me permitió ser un colaborador para formarle, está dando buenos y excelentes frutos. En él hay tiempo de mi tiempo, respeto, ternura y dedicación de mis afectos, hay infinitas oraciones (lenguaje del amor) para la eternidad, sueños y anhelos compartidos aun por alcanzar.

 ¡Valió la pena!, de lo contrario, con palabras de Iván Karamasov, quien en la novela de Dostoyevski dice: “Si Dios ha muerto, todo está permitido”. Pero como Dios vive en toda su creación y, aunque aún hoy intentan matarle, sigue siendo fuente de fe, verdad y esperanza por un mundo mejor. Esa es la razón de nuestra profesión, razón necesaria de inculcar a los docentes y sobre todo mirar siempre a la vocación como llamada a servir. ¡Sí! Servir amando hasta que nos duela sin dejar de mirar ni siquiera por un sólo instante LO HERMOSO DEL CIELO. ¡PAZ Y BIEN!














2 comentarios:

  1. Ponencia presentada en la IV Jornada de Filosofía. La filosofía y la Profesión Docente en FACE, UC

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  2. Extasiada y maravillada: Hermosa oda a la docencia, no tiene desperdicio.

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