domingo, 5 de marzo de 2017

EL PROBLEMA DE LOS UNIVERSALES EN GUILLERMO DE OCKHAM





Jonathan Vielma
 E-mail: jovielma@uc.edu.ve

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     Para entender a Ockham como filósofo no debemos perder de vista que una de sus preocupaciones fue la de limpiar a la teología y a  la misma filosofía de toda mancha griega, particularmente de las teorías de las esencias que, en su opinión, ponía en peligro las doctrinas cristianas de la omnipotencia y libertad divina, Por otro lado, observamos que su actividad como lógico y sus ataques a todas las formas de realismo en la cuestión de  los universales pueden considerarse en cierto sentido, como subordinado a sus preocupaciones de teólogo cristiano .

          De allí que, en la doctrina sobre el origen y el valor de nuestro conocimiento se manifiesta en Ockham como novedoso, impactante, dando así por asentado, un nuevo concepto de experiencia. Si olvidar autores, como Escoto que también apuntó a la experiencia, pero a renglón seguido subrayó y acentuó el papel del entendimiento. En éste puso él siempre la causa única, eficiente, adecuada, de nuestro conocimiento. Ésta concepción es aceptable ya que era aún el espíritu de  la anterior escolástica, que no vio en la experiencia sino una mera causa material, tal es el caso también de Tomás de Aquino. En Ockham, en cambio, la experiencia sensible se constituye ahora en auténtica causa.

            Por consiguiente, nada se podrá afirmar con certeza si no es dado en la experiencia. Para fundamentar dicha tesis, Ockham se sirve de la distinción que hace Escoto entre el conocimiento intuitivo y el conocimiento abstracto. El conocimiento intuitivo consiste en conocer con toda evidencia (directamente sin intermediarios) si algo existe o no y permite al entendimiento juzgar inmediatamente sobre la realidad o irrealidad del objeto. Éste puede ser sensible y gracias a esta característica podemos conocer las cosas singulares del mundo exterior; por otro lado, el conocimiento intuitivo puede ser intelectual mediante el cual conocemos los movimientos de nuestro espíritu como dolor, placer, odio, etc. Ambas característica, pueden ser perfectas (la experiencia, realidad presente) o imperfectas (un objeto experimentado en el pasado).
Entre uno y otro hay una relación de derivación donde el conocimiento intuitivo imperfecto procede del conocimiento intuito perfecto de una experiencia.
           
            En este sentido,  podemos decir que el conocimiento intuitivo es la percepción inmediata de una cosa que realmente existe en la realidad, por tanto posee certeza absoluta. En cambio el conocimiento abstracto son representaciones mentales, prescinde de toda realidad, pueden ser partes de la memoria pero desligado de la cosa existente representada, de allí la existencia o no de la cosa. La diferencia entre recordar y ver es el mismo paralelismo entre abstracción e intuición.

            En Ockham por tanto, la experiencia constituye en auténtica causa del conocimiento, pues según él sólo necesitamos que la mirada sensitiva e intuitiva se proyecte a los objetos del mundo externo, o la intuición espiritual y reflexiva sobre nuestros propios actos interiores anímicos, y ya tenemos el origen de nuestro conocimiento de un mundo real. A partir de aquí, formamos después por abstracción los conceptos universales y juicios, y tenemos ya con ello los elementos con los que opera la ciencia.

            Decíamos antes que el conocimiento intuitivo actúa sin intermediario, sin puente; es decir, se da una relación directa, inmediata entre el sujeto que conoce y la cosa conocida. De este punto de vista resulta lógico pensar que Ockham niegue  la concepción de la especies impresa y expresa que nos habla Santo Tomás de Aquino, por dos razones principales la primera porque según Ockham no hay que multiplicar los entes sin necesidad, solo importa la intuición primera para luego significar lo significado (Signo- Significado).  Y en segundo lugar, el valor cognoscitivo que se tienen de la especie se nulo, porque, si el objeto no es percibido inmediatamente, no podría darse a conocer “La estatua de Hércules no conducirá nunca al conocimiento de Hércules, ni se podría dictaminar sobre su semejanza con Hércules, si no fuera previamente conocido Hércules mismo”[1]

             Sobre la base de una teoría de la experiencia tan interesante y completa, que anticipa la de Locke, ninguna realidad al respecto podía ser reconocida al universal.  Por tanto el universal o bien no es nada o es algo, y en este caso no puede ser otra cosa que un singular.

            De allí, que el problema de los universales estriba en establecer o fundamentar la aplicabilidad de dicho concepto a la realidad, en otras palabras, lo que se quiere es argumentar qué realidades hay que conceder a las nociones genéricas conocidas como “universales” Ejemplos de universales son el hombre, el triángulo, el caballo etc. Estas nociones abstractas se oponen a los particulares, que serían entidades concretas, como Luis, Marcos, éste caballo, aquel triángulo, etc.

            Ahora bien, el problema de los universales tiene varias vertientes. Por un lado se trata de determinar qué clase de ser es el universal; es decir, ¿tiene forma?, ¿materia?, ¿existe en las cosas concretas que participan de él?, ¿en la mente, en Dios? Pero también se trata de determinar qué relación de significado tiene con las cosas qué significa.

            Entre las distintas respuestas que la Edad Media produce destaca el realismo, el cuál entiende que los universales son entidades que existen antes que los particulares que participan de ellas y que son independientes de las mentes que los conocen. Y así, por ejemplo, el universal “caballo” sería una entidad que existiría fuera de la mente del hombre, que es quien conoce a los distintos caballos, y hace, de algún modo, que los distintos seres concretos que llamamos “caballo” tengan algo en común –el universal o su participación- por lo cuál les denominamos así.
           
             Pero pronto se extendió la tesis denominada realismo exagerado o extremo, que consideraba que el universal existía dentro de las propias cosas concretas, de modo que cuando el ser humano percibía la cosa, su mente captaba el universal, y así, al ser el universal duplicado por el entendimiento humano, podía el ser humano conocerlo.

            Una forma distinta de la realista de entender la existencia del universal lo encontramos en el realismo moderado de Tomás de Aquino. Para él las cosas son un compuesto de materia y forma al que denomina esencia. Al percibir un objeto el entendimiento desvela la esencia concreta del ser percibido, y a partir de esa esencia concreta el entendimiento crea el universal, que vendría a ser la esencia común de la clase de seres que ha percibido, y lo hace abstrayendo lo que de común hay en la esencia concreta del ser percibido.

            Por tanto, no se puede decir que el universal abstraído esté en la cosa, ya que en la cosa estará la forma, y también, de algún modo, la esencia concreta de la cosa, pero no el universal, que es una esencia común y que produce el entendimiento. Y así, el universal es una creación de la mente pero con fundamento en las cosas. Un tipo de respuesta diferente, llamados antirrealista, considerarán que el universal era un producto exclusivo de la mente humana, sin existencia alguna fuera de ella.
           
            Frente a estas teorías Ockham reaccionará, dando por asentado su perspectiva de la realidad a partir del conceptualismo y el nominalismo, del que él será iniciador. Por otro lado observamos, como en la historia de la Filosofía, el conceptualismo, mantenido por Pedro Abelardo, considera que el universal es una creación de la mente humana con valor lógico, la mente crea conceptos que tienen un valor universal; es decir, un valor que los hace capaces de ser aplicados al conjunto de individuos al que se refieren, y por lo que se denominan “universales”.[2]

            En este sentido, la mente humana no se inventa los universales antes de tener experiencia con las cosas. Sin embargo, las cosas que percibe no tienen en sí nada que guíe al entendimiento en su labor de producir el universal. Como por ejemplo ocurre con el concepto de “decena”, que no procede de algo que tengan en sí las cosas y que la mente humana sea capaz de abstraer, sino que es un invento arbitrario de ésta que posteriormente utiliza para hacer clasificaciones en las cosas.
            Lo característico de esta posición es considerar que la mente humana es capaz de crear conceptos que, posteriormente, tendrán validez (validez lógica) para todos los seres que se incluyen dentro de ese universal, y a partir de la cuál puede construirse la ciencia.

            Por su parte, Ockham establece, y pregona que el universal no existe más que en la mente humana, ocurre que éste ni siquiera es un concepto con valor lógico. De ser un concepto con valor lógico podríamos, predecir y caracterizar definitivamente cómo son las entidades concretas conceptualizadas por el universal. Por ejemplo, si tenemos el concepto de gato, y dentro de él se incluye entre otras propiedades que los gatos son mamíferos, entonces, dado un gato cualquiera, podemos predecir por el valor lógico del universal que tendrá que ser mamífero.

            Sin embargo,  Ockham señala que esto no es cierto, que la lógica de los conceptos no pueden imponerse a la realidad, y que aunque en nuestra lógica tal relación tiene que darse es necesario ir a la experiencia ( conocimiento intuitivo),porque sólo ésta puede decir qué existe y que no, y por tanto podrá decir si esa relación se cumple en cada caso de gato o no lo hace; es decir, no es el universal el que dice como tiene que ser el mundo, sino el mundo el que dice cómo tiene que significar el universal.

            Por tanto, Ockham considera que el universal no es un concepto en el sentido dicho por el conceptualismo, sino sólo un término, sin más valor que significar  un conjunto arbitrario de individuos. Tanto a conceptualistas como a nominalistas se les ha señalado críticamente la dificultad de explicar cómo hace la mente para agrupar los individuos semejantes para poder formar el universal. El problema está en que si la mente agrupa los individuos porque éstos tienen propiedades semejantes, entonces ya existiría una semejanza en las cosas que sería, justamente, el universal.

            De todas formas los conceptos, si bien no tienen una realidad objetiva, si tienen una realidad subjetiva o mental y tiende, más allá de sí, más allá del propio acto intelectual, a una realidad significada. A esto Ockham le llama intentio (intención). Para Ockham la lógica se encarga del estudio de las propiedades de los términos.
           
            Los términos pueden ser, según una vieja clasificación de Boecio, escritos, hablados y concebido (conceptos). El término oral y escrito no significa otra cosa más que lo que voluntariamente se establece, consiguientemente son artificiales y pueden cambiar.[3]
           
            El término concepto es una intención o afección del alma que significa o consignifica naturalmente algo, y como es natural, no puede cambiar el significado a gusto de nadie sirve para ser parte de una proposición mental y para estar en lugar de lo que significa así será un "signum" o sea un símbolo de 1a realidad[4].

            Cabe decir que, tanto las oraciones del lenguaje, como la propia ciencia, utilizan los universales en su confección .Sin embargo, si los universales son una construcción arbitraria, ¿qué significan en las proposiciones? Para responder a esa pregunta Ockham establece su teoría del significado, la cual la denomina ''suppositio", algo que “hace las veces de...”,          

            Por consiguiente, al hablar de significado bajo el espejo de Ockham, nos,  estamos refiriendo a  “estar en lugar de algo”. Por ejemplo, “Carlos llama a la puerta de la clase”, “Carlos” estaría por la persona concreta que así se llama, “llamar” sería la acción concreta que esa persona hizo, es decir golpear con los nudillos la puerta de la clase, y “puerta de la clase” estaría por el objeto físico y concreto correspondiente. Es decir, el término está puesto en lugar del objeto, o conjunto de objetos, a los que representa, y puede significarlos –estar en lugar de ellos- de tres modos distintos.

             El primero es el significado material, se refiere a un término empleado como signo verbal o escrito, que ocurre cuando el término está en lugar de sí mismo, se pone por sí mismo. Como por ejemplo en la proposición “el hombre es una palabra bisílaba”, donde “hombre” no significa más que la propia palabra, ya que no se dice ahí que ningún ser humano sea “bisílabo”, sino que lo es la palabra.

            La significación personal cuando se refiere a algo real y concreto, es decir, ocurre cuando el término está en lugar de las cosas a las que se refiere, se pone por las cosas significadas. Por ejemplo en “el hombre corre”, dicho en referencia a una persona concreta que corre, el término “hombre” no supone la palabra, ya que la palabra no corre, sino que supone –se pone- por un hombre determinado que es el que corre. Y por último se encuentra la significación simple, el término está en lugar del concepto pero no tomado en su significado,  en la que se refiere a un conjunto de individuos, y se pone por algo que todos tienen en común. Como cuando se dice “el hombre es especie”, o “el hombre es animal”, donde “hombre” está por aquello de común presentan todos y cada uno de los hombres. [5]

            Ahora bien, ¿cómo puede un término ponerse por una pluralidad de individuos cuando los individuos no tienen en la realidad nada en común que los agrupe?
Para responder a esta cuestión Ockham explica que los objetos pueden ser percibidos de forma confusa; percibimos confusamente cuando no podemos distinguir el singular de que se trata. Por ejemplo cuando, en la distancia, vemos que se acerca una persona pero no somos capaces de reconocer de qué persona se trata.

            En esas circunstancias podríamos decir que percibimos una persona, y “persona” significaría –se pone por- un ser humano confusamente conocido. Y de esta manera pasa con los universales. Sólo existen realidades concretas, pero éstas pueden ser confusamente conocidas, y es en esa confusión que aparece el universal. Éste vale para muchos individuos en tanto que no podemos precisar qué individuo es, aunque podamos precisar muchos individuos que no son. No podemos saber si quien viene es Luis, o Samuel, pero sabemos que no es un elefante, una vaca, o un lápiz.

            Por consiguiente, el significado simple de los términos –el universal- viene a ser algo común que tienen los individuos al ser confusamente conocidos. No es algo común que tengan en la realidad los individuos, sino algo común que aparece debido a la percepción confusa del singular.

            Para Ockham el universal es un concepto de la mente, es decir, con el cual elaboramos los términos de las proposiciones y con éstas construimos la ciencia. El concepto no es un signo convencional, sino natural. Por tanto no esta librado al arbitrio de los hombres y de las diferentes culturas como si lo están los lenguajes escritos y orales, sino que es una reacción espontanea del alma (intelecto) frente a la cosa.

            Por tanto, el pensamiento responde ante la realidad a través de signos, y es capaz de construir un saber científico con conceptos y leyes universales, porque hay signos que tienen una capacidad significativa que no se limita a un solo individuo y consecuentemente representan a una pluralidad de ellos. No olvidemos que se está dando un giro desde la trascendencia a la inmanencia que implica darle más auge y autonomía a la razón para descubrir las cosas, a la ciencia frente a la fe.
           
            En este sentido, Okcham critica a la metafísica tradicional bajo el espectro del significado, partiendo de la idea de la suppositio simple, es lógico que Ockham rechace toda la teoría aristotélico-tomista sobre la sustancia. Una cosa existe si se tiene una intuición de 1a misma. De la sustancia no se tiene un conocimiento intuitivo, luego no existe Sólo se tiene un conocimiento intuitivo de los accidentes, luego sólo éstos existen, es decir son reales.

             Afirma Okhcam que  no conocemos el fuego en sí mismo, sino el calor que es un accidente del fuego; por eso no tenemos de la sustancia más que conceptos connotativos, como “el ser que subsiste por sí” o “el ser que no existe en otro” o que “es sujeto de los accidentes”. No es, por tanto, más que el sustrato desconocido de las Algo parecido pasaría con otro concepto metafísico fundamental: la causa. Se conocen fenómenos, pero no causas. Lo propio pasaría con los conceptos tomistas de esencia y existencia.

            Nuestro autor (Ockham) afirma que el ser y la cosa coinciden, es decir que la existencia no sobreviene a la esencia de una cosa como si la esencia fuese la potencia y la existencia el acto de esa potencia, sino que pertenece sin más a la cosa misma en cuanto cosa real. Si se niegan todos los principios metafísicos tradicionales, también es lógico que Ockham niegue cualquier prueba sobre la demostración de la existencia de Dios que esté apoyada en tales principios

            Es necesario considerar que, la concepción nominalista conceptualista de Guillermo de Ockham niega el universal como algo real y lo relega a la significación de los conceptos mentales, singulares ellos mismos por su propia constitución ontológica, pero universales por su significación. La noción de signo Ockamista se comprende que el concepto mental es un signo natural y universal, sin apelar a la noción de concepto objetivo del realismo. Por otro lado, vemos como Okcham intentará rescatar a toda costa la realidad y la contingencia.

            En definitiva, los conceptos son universales porque señalan una multitud de individuos semejantes entre sí. Por más que consideremos a los conceptos en sí mismo no podemos decir que sean universales porque son una huella de la cosa, tan individual como cualquier otra huella, y solo universal por significación. Cabe decir, que la respuesta de Ockham al problema de los universales es que los universales son términos que significan cosas individuales y que las representan en las proposiciones. Solamente existen las cosas individuales; y por el mero hecho de que una cosa exista es individual. No hay ni puede haber universales existentes. Afirmar la existencia extramental de los universales es cometer la insensatez de afirmar una contradicción, porque si el universal existe, ha de ser individual.




[1] Comentarios a la Sentencias II
[2] Suma de Lógica I, cap. 14
[3] Idem. Cap I Pág 13-14
[4] Idem   Cap I pág15
[5] Idem. Cap 2

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